YVONNE ITURGAIZ
Carmen Álvarez

La primera profesora que llevó a víctimas de ETA a un colegio

Viernes, 28 de mayo 2021

Una maestra con dislexia que empezó a dar clase a los 17 años

Carmen Álvarez (Zamora, 1959) lleva la docencia en la sangre, es hija de un profesor de Matemáticas y de una maestra de Infantil. Como su padre, imparte Matemáticas y es directora pedagógica del colegio San Pelayo de Ermua, que es una cooperativa de enseñanza. Se decantó por los números porque tenía, y tiene, dislexia. Inició la carrera en la UPV-EHU y la acabó en la Complutense. Siempre quiso enseñar. Da clase desde los 17 años. En su temporada en Madrid dirigió un centro escolar y proyectos educativos del Ministerio de Educación hasta que optó por regresar a Ermua.

Las lágrimas que derrama mientras habla Carmen Álvarez, maestra en Ermua desde hace más de tres décadas, no son signo de debilidad, sino una prueba de la empatía que siente al recordar cómo vivió, hace 24 años, el secuestro y asesinato a manos de ETA del concejal del PP Miguel Ángel Blanco. Aquello fue determinante para llevar el testimonio de las víctimas del terrorismo a su colegio. Esta mujer soltera, emocionalmente fuerte, inteligente hasta las trancas, con una facilidad natural para hablar y sintetizar, tan culta como humilde, feminista por convicción y amante de su familia, es directora pedagógica y profesora de Matemáticas del centro concertado San Pelayo. «El primer día de clase aviso a mis alumnos, soy disléxica. Vais a tener que ayudarme. Me sirve para decirles que tienen que aprender de las carencias, como yo hice. Fue la dislexia la que me condujo a los números». Eso, y el ejemplo de su padre fallecido y de su madre octogenaria, a la que ha enseñado a usar Facebook y YouTube. «Y le encanta».

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Han pasado diez años y Carmen Álvarez, directora pedagógica del colegio concertado San Pelayo de Ermua, el pueblo que se convirtió en un símbolo tras el asesinato a manos de ETA del concejal del PP Miguel Ángel Blanco en 1997, recuerda aquel primer encuentro entre víctimas del terrorismo con sus alumnos de 16 años. «Los tenían a todos los de cuarto de la ESO con los ojos como platos. Los adolescentes no sabes por dónde pueden salir, pero aquel día el silencio era absoluto» en la biblioteca, donde el hijo de un concejal de UCD que vivía en Elgoibar y que ETA mató, y un hermano de un asesinado por el Batallón Vasco Español (BVE), organización de extrema derecha, ofrecieron su testimonio como parte de un novedoso plan que el Gobierno vasco propuso a varios centros educativos. El objetivo de esta experiencia en las aulas era «deslegitimar el uso de la violencia» y «sentar las bases entre las nuevas generaciones de una futura convivencia en paz».

«Hay chavales de 15 años que no saben quién fue Miguel Ángel Blanco, sí, pero me preocupa más la gente de veintitantos que tampoco lo sabe porque no han estudiado ETA en el colegio»

«Las personas que vinieron a contar su testimonio hablaron con sosiego, sin rabia. Lo hicieron tan bien... Veías la emoción con la que levantaban la mano los chavales para preguntar. Hacían preguntas muy buenas. Como si consideraban que el Gobierno debía negociar con ETA. Ellos dijeron que no eran quién para responder a eso. Después dedicamos a este tema dos clases más» para sacar conclusiones. «Ya antes de que vinieran habíamos trabajado con los estudiantes y entre los profesores. Insistíamos mucho en la diferencia entre lo que es la política y lo que son los partidos políticos, el partidismo. En el tema social y en que ellos iban a ser los protagonistas del futuro y que por eso debían tener una perspectiva completa de lo que había pasado. Ha sido de las experiencias buenas que hemos organizado en el colegio. De las mejores. Los resultados han sido buenísimos. Yo no he encontrado en ningún momento ni rabia ni creencias políticas partidistas por parte de los alumnos. Aquí hay chavales de derechas y de izquierdas, nacionalistas y no nacionalistas. Eso viene de casa, en el colegio no lo elegimos. Pero lo que sí les decimos es que, seas de lo que seas, la tolerancia va por delante y ni tú ni el de enfrente tenéis la razón en todo».

«Fui a acabar la carrera y a dirigir un colegio. Aprendí mucho de mí y de lo que quería»

«Cuando decidí irme a Madrid»

IGNACIO PÉREZ

Esta mujer nacida en 1959 fue la primera profesora que llevó a las aulas vascas este programa con víctimas del terrorismo. «Me lo propusieron y acepté sin consultar con los demás profesores. Sabía que no iba a haber problema con ellos, como así fue». Carmen es la tercera de entre cuatro hermanos, dos chicos y dos chicas, y llegó a Ermua cuando tenía tres años. Hija de un profesor de Matemáticas visionario que ya en los 80 apostaba por el uso del ordenador portátil en el colegio –el Sinclair ZX Spectrum, de 8 bits– y de una maestra de Infantil hoy octogenaria aficionada a Facebook y a YouTube. Una pareja de Zamora que abrió la academia San Pelayo para dar clases extraescolares.

«Él fue siempre mi referente. Y al ver que hubo gente que no estuvo a mi lado descubrí que no hay que hacer nada por lo que vas a recibir, sino por uno mismo»

«La muerte de mi padre»

Lugar que no tardó en convertirse en una cooperativa de enseñanza oficial donde hoy acuden 450 alumnos de Infantil a Bachillerato en un edificio en las antípodas de lo lúgubre, con colores verdes y dotado de grandes cristaleras. Hay estudios que relacionan las aulas intencionadamente diseñadas para el aprendizaje activo, si se comparan con las tradicionales, con un aumento del rendimiento académico. Eso lo sabía Carmen cuando habló con el arquitecto del Palacio Euskalduna, Federico Soriano, del centro escolar que querían levantar «en un monte de Ermua» y que vio la luz en 2007.

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«Lloré como una tonta. Coincidió con la 'Q' de oro, el 50 aniversario de la fundación del colegio y el inicio del Bachillerato. Ahí vi que tenía buenos amigos»

Los 25 años de la cooperativa

Álvarez se define como «una profesora, nada más, a la que le encanta la enseñanza». «No soy nadie, me vale con educar» y «conseguir que la sociedad sea crítica», dice. Cree que hoy en día es muy difícil ser profesor, pero que los padres lo tienen más complicado. «Cambia todo tanto que no saben exactamente qué está bien y qué no. En muchas ocasiones se sienten perdidos». Aficionada a los viajes –si la pandemia se lo permite celebrará este verano su 62 cumpleaños en Nápoles con dos compañeras de trabajo– y muy unida a los suyos. «Soy soltera y tengo tiempo para todos». Da clase de Matemáticas desde los 17. Cuenta que, como a su padre, su referente fallecido hace diecinueve años, «los números eran lo que se me daba mejor» y que viendo que tenía, y tiene, una dislexia profunda, «fue el mejor camino». «A mis alumnos les digo que, como yo, hay que aprender de las carencias. Y también les digo el primer día de clase que si me atasco al escribir, me deletreen». «Cuando yo era pequeña la sociedad era muy machista y en las niñas se depositaban pocas expectativas. Yo tuve suerte; me dejaron estudiar y salvé la dislexia», argumenta Carmen, que también se ve «muy feminista, feminazi me dicen». Hay un momento difícil en la conversación y que no se puede obviar, el asesinato de Miguel Ángel Blanco. «Yo había llegado un año antes de Madrid. Fue una angustia total. Cómo decirle, una pérdida de conciencia social y, a la vez, un pueblo comprometido... Me emociono. Cuando empezaron las clases, todos estábamos mal. Profesores y alumnos. En un recreo, oímos cantar a niños de tres años 'ETA, aquí tienes mi nuca'. Y me llevé las manos a la cabeza. El espíritu de Ermua –la reacción popular que siguió a este atentado– no es ese. Pero ahora se ha olvidado y yo creo que hay que tener memoria histórica. Hay chavales de 15 años que no saben quién fue Miguel Ángel Blanco, pero me preocupa más que hay gente de veintitantos que tampoco porque no ha estudiado ETA en el colegio».

«El mundo está difícil y el futuro lo veo incierto»

Carmen Álvarez piensa mucho en sus sobrinos veinteañeros y se dice «pobrecitos». «El mundo actual está cambiando a una velocidad de vértigo, no nos deja habituarnos a nada. Qué difícil está. Tenemos problemas terribles. Ya no sólo es el medio ambiente ni la globalización de la información. Está también el problema de la violencia, que se traslada de una manera rapidísima de un sitio a otro y es dificilísimo de controlar», observa.

Cree que la juventud debe ser «crítica y sensata, saber estar y acostumbrarse a los cambios. Que tenga una cultura y una flexibilidad que no hemos tenido los de mi edad». Ve el futuro «incierto». «Tenemos tal posibilidad de información compartida... Pero todo lo bueno trae consigo cosas malas. Hay que enseñar que hay que trabajar lo bueno para aprender a funcionar bien y a combatir lo malo que trae. Así son las cosas».

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