1.700 viviendas insonorizadas y siempre pendientes del cielo
«Cada vez que vamos a iniciar un proyecto estamos al albur de las directrices y aquiescencia de Aena y de la Agencia de Seguridad Aérea», señala el alcalde de Loiu
El valle de Txorierri soporta cada día el paso de decenas de aviones. Y muchos vecinos, acostumbrados a interrumpir sus conversaciones cuando el ronroneo de las aeronaves sobrevuela los bloques, han vivido sobresaltados durante años por el ruido de sus motores. Hace más de dos décadas, EL CORREO recogía el testimonio de Perfecto Arteta, vecino del caserío Etxetxu de Loiu: «Cuando pasa un avión, o chillas para que te oigan o te callas hasta que se vaya. Yo, me callo». Desde su ventana, explicaba Arteta, había visto despegar a miles de aviones de todo tipo. «¡Cómo no voy a ver! Si el aeropuerto funciona desde antes de la guerra, cuando aquí sólo había una gran explanada de terreno». El hombre se había tomado con resignación que los planes de ampliación tocaran la puerta de su baserri. «Me quitaron 4.000 metros cuadrados de terreno. Menos mal que no eran huertas».
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Es el paisaje del Loiu rural, de las ferias de ganado, de las explotaciones agrícolas que han convivido a diario con los vuelos regulares a Madrid, los retrasos de las compañías aéreas y el ruido machacón de los motores. Que se lo digan a María Concepción Zárate, que vivía en una casita de piedra junto a la carretera de Derio y veía a los aviones pasar «por arriba, por detrás, por todos los lados», y era «como si se me moviera todo el cuerpo», contaba la mujer. Otros, como Pascual Alonso, que presidió durante años la asociación ecologista Lur Maitea, que a su vez estuvo integrada en la Asociación Nacional de Afectados por el Tráfico Aéreo, llegaron a señalar incluso ante un juez que el ruido les había llegado a cambiar el carácter, «a más nervioso e irritado».
Hace ocho años este vecino reclamó 87.300 euros al Ayuntamiento de esta localidad por la contaminación acústica que tanto él como su familia soportaban desde el año 2000, cuando se inauguró la ampliación del aeropuerto en Loiu. La cifra se fijó teniendo en cuenta lo que habría podido costar el alquiler de una vivienda en otro municipio desde esa fecha. Alonso decía que vivía «en una especie de psicosis de miedo» cuando escuchaba el ruido de los aviones. A Alonso le vino como anillo al dedo un estudio de impacto ambiental encargado por el Ministerio de Medio Ambiente, donde advertía a Aena, la sociedad pública que gestiona los aeropuertos españoles, de que debía correr con los gastos de la insonorización de casi 700 viviendas particulares en Derio, Erandio, Loiu, Sondika y Zamudio si quería seguir adelante con el proyecto, que contaba ya con una financiación de 191 millones de euros por parte de Fomento.
Finalmente fueron más. Hasta 1.700 viviendas han sido insonorizadas hasta la fecha para blindarlas frente al ruido del aeropuerto, además de dos colegios y otras dos infraestructuras públicas sensibles al ruido dentro del llamado 'Plan de Aislamiento Acústico de La Paloma', que está prácticamente completado. Aena ha invertido una media de 15.500 euros por casa. Las obras se han centrado en los huecos de las fachadas, sobre todo mediante el doblado de las carpinterías existentes. En aquellos casos en los que esta solución no ha sido técnicamente viable, se ha llevado a cabo la sustitución de las ventanas por otras con mayor eficiencia acústica. Tras la ejecución de estas actuaciones, la disminución del ruido en el interior de las viviendas es muy notable. En algunos casos se han alcanzado reducciones de hasta 15 decibelios, que hacen mucho más soportable la convivencia del tráfico de los aviones.
Además, desde marzo del año pasado, Aena da datos en tiempo real sobre las trayectorias de las aeronaves y el ruido que generan a los ayuntamientos, vecinos afectados y usuarios. La información se cuelga en una aplicación denominada WebTrak. Gracias a este sistema se puede conocer casi al instante qué avión acaba de pasar, a qué altitud, si aterriza o despega, qué trayectoria sigue y el nivel de ruido que genera, a fin de que se pueda verificar si dichos niveles acústicos están dentro de lo que permite la ley. La aplicación también deja calcular la distancia entre cualquier avión y el lugar que sobrevuela. Todo ello, con un desfase de 30 minutos por motivos de seguridad. «Si los vecinos que viven en el perímetro aeroportuario sufren los excesos de una maniobra aérea demasiado ruidosa, la página web cuenta con la opción de presentar directamente una queja sobre el aterrizaje o despegue en cuestión. De hecho, el reciente vuelo rasante del F-18, con sus 103 decibelios generados, ha sido registrado con los respectivos datos de los Terminales de Monitorado de Ruido (TMR)», explica Josu Begoña, alcalde de Loiu.
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En lo que atañe a temas urbanísticos, la pregunta es ¿qué límites ha supuesto para los municipios colindantes? El regidor de Loiu señala que tener un aeropuerto cerca es un «dolor de cabeza». «Nos ha limitado en diferentes aspectos. Desde el siglo pasado con las diversas expropiaciones de casas y caseríos, hasta llegar al día de hoy con los innumerables obstáculos procedentes del ámbito aeroportuario para el desarrollo residencial y por ende, todo lo relacionado con el sector educativo, cultural y deportivo. Por ejemplo, dificultades para llevar a cabo viviendas, nueva haurreskola, escuela pública, construcción del Antzoki, nuevo gimnasio, etcétera. Y es que cada vez que vamos a iniciar un proyecto estamos al albur de las directrices y aquiescencia de Aena y Agencia Estatal de Seguridad Aérea (Aesa). Normativa nada benevolente con nuestro municipio».
Si se le pregunta a Begoña si encuentra algún beneficio de disponer de un aeropuerto junto a su municipio, opina que «tenerlo a un par de kilómetros da facilidades tanto para acudir a embarcar al aeropuerto como para ser recogidos a la llegada». Aunque un 'pero' no tarda en llegar: «Es paradójico que teniéndolo a tan sólo dos kilómetros, en Loiu no tengamos conexión mediante transporte público. Una demanda que ya hemos planteado a Diputación y que lo están estudiando, ya que es una petición de sentido común».
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