Triunfo socialista
Las urnas conceden a Sánchez un amplio margen para gobernar y hunden al PP por su viraje a la derecha y la fragmentación del voto conservador
Las elecciones generales de ayer concedieron a Pedro Sánchez una victoria incontestable que le acerca la continuidad en la Presidencia del Gobierno y cierra el ... paso a las expectativas que albergaban el PP y Ciudadanos junto a Vox. El PSOE tiene en su mano la decisión de acordar la gobernabilidad hacia su izquierda -con Unidas Podemos-, si obtiene algún guiño del independentismo, o hacia su derecha con Ciudadanos. El 28 de abril fue una jornada histórica por la altísima participación y porque da lugar a un Parlamento más polarizado que nunca, en el que el PP sufrió un varapalo sin precedentes por la fragmentación del voto conservador y por un endurecimiento de su discurso que no asumió su electorado y que emplaza a Pablo Casado a revisar a fondo su estrategia. España se mostró ayer ante el resto de Europa como un país capaz de soportar fuertes tensiones políticas para acabar encauzando las divergencias internas en las urnas. La masiva asistencia a ellas fue, en gran medida, resultado de un movimiento reactivo cruzado: del pulso entre la llamada a contrarrestar la fuerza disgregadora del independentismo y las consignas a responder a la emergencia de Vox. De tal forma que el anuncio de la 'reconquista' acabó favoreciendo también a los nacionalismos de Euskadi -donde el PNV ganó con holgura- y Cataluña. La radicalización del centro-derecha perdió frente a unas izquierdas -el PSOE y Unidas Podemos- que optaron por moderar sus perfiles. El elevado número de votantes concede al escrutinio una especial fuerza, de modo que ningún partido puede sentirse tentado a reclamar una revancha. Además, por complicada que resulte la gobernabilidad por la atomización del arco parlamentario, los resultados conceden a Pedro Sánchez un amplio margen de maniobra si es capaz de articular los sólidos acuerdos que necesita el país. La proximidad de una 'segunda vuelta', con las elecciones europeas, autonómicas y locales del 26 de mayo, pospondrá la definición de la alianza de gobierno para la legislatura a después de conocerse ese segundo escrutinio. Es lógico que los partidos que ayer se quedaron por debajo de sus expectativas intenten afrontar esos comicios buscando un voto de compensación y que los que se sintieron ganadores traten de continuar su escalada. Pero unos y otros no tendrán más remedio que referirse a las disyuntivas que se plantean también para el gobierno de las respectivas instituciones. Junto a ello, ni el PP podrá eludir los reajustes que requiere su política tras la hecatombe de ayer, que debilita el liderazgo de Pablo Casado, ni Ciudadanos darse por plenamente satisfecho con un ascenso que le permite pisar los talones a los populares, pero insuficiente para satisfacer los objetivos que se fijó en la campaña.
Influir en Madrid
La gobernación de España deberá tener muy en cuenta la búsqueda del máximo de estabilidad para Cataluña y para el engarce efectivo de la Generalitat en el Estado constitucional. Pero el Gobierno resultante no tiene por qué sentirse atado a los designios del independentismo por mucho que éste haya incrementado su presencia en las Cortes Generales. Si alguna lección cabe extraer de los resultados y de lo ocurrido en el último año es que resulta urgente reconducir las tensiones hacia la normalidad democrática y hacia el máximo entendimiento institucional. Es posible que Sánchez recabe el apoyo de un PNV al alza tanto para su investidura como para la legislatura, lo que permitiría al nacionalismo gobernante en Euskadi mantener su influencia en Madrid y contribuir al ensanchamiento del autogobierno. Pero del mismo modo que el 28-A no debería devolver al independentismo catalán al unilateralismo secesionista, EH Bildu tampoco puede creerse en situación de condicionar la política española pese a su crecimiento electoral.
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