Una cobra a tiempo
El PNV triunfa tranquilo, identificado con un valor pragmático, estable y previsible
El momento electoral del PNV es asombroso. Para imponerse con claridad en las tres provincias de la Comunidad Autónoma Vasca y mantener intacta su posible ... influencia en Madrid, al partido nacionalista ya le basta con la mímica. Si hubiese quintas elecciones, Aitor Esteban podría limitar su campaña a aparecer un día en algún lado, levantar un brazo como diciendo «Aupa!» y señalarse a continuación el pecho con el índice como diciendo «Oyes, votadme, ya sabéis». Y estaría solucionado. Sin pronunciar una sola palabra, cuatrocientos mil votos y siete escaños. Y a otra cosa.
Fíjense que esta vez a Aitor Esteban le ha bastado con no darle la mano a Iván Espinosa de los Monteros tras el debate televisivo entre los portavoces parlamentarios celebrado en TVE. No habían transcurrido veinticuatro horas de campaña y el PNV ya la había resuelto. Es difícil saber si el gesto fue premeditado o la consecuencia, como explicó Esteban, de que el portavoz de Vox acusase al PNV de ser una formación racista y les amenazase con la ilegalización.
El caso es que, tras el debate, el candidato nacionalista le hizo la cobra a la mano extendida de Espinosa de los Monteros y las cámaras lo recogieron. Cuando el detalle comenzó a comentarse, el PNV -que tendrá ciento veinticuatro años de historia, pero también tiene un 'community manager' con reflejos- reconoció el balón botando en la línea de gol y tuiteó: «Las vascas y los vascos no le damos la mano a franquistas».
Poco importó que el alarde fuese en sí mismo un disparate, entre otras cosas porque Santiago Abascal es vasco de Amurrio y a Iván Espinosa de los Monteros no es que le dé la mano, sino que hasta le pega abrazos. Abrazos de recia camaradería, entiéndase. Pero el golpe de efecto estaba dado y al PNV le ha bastado con pasarse el resto de la campaña surfeando cómodamente la repentina ola antifascista (en los mítines Andoni Ortuzar ha llegado a parecer desafiar personalmente también a Hitler y Mussolini), que le añadía un colorido toque de épica a un partido que presenta la solidez de un monolito.
Aitor Esteban, su hombre en Madrid, a veces resopla cuando se le pregunta por cómo están las cosas en las Cortes. En un escenario político en el que el bloqueo se eterniza y todo son golpes de efecto y egos desbocados, el PNV crece como una opción estable, pragmática y previsible.
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