El mal trago de las cerveceras vascas
Las productoras de cerveza artesanal buscan fórmulas para atenuar el impacto de una crisis que asfixia sobre todo a las más pequeñas
Las restricciones impuestas por la pandemia amenazan con arrasar la hostelería vasca, con el consiguiente impacto en la cadena de valor del negocio. Por ejemplo, el que sufren las cerveceras artesanales, que intentan pasar como pueden el mal trago del Covid. Se trata de un sector pujante, pero compuesto por empresas de escaso tamaño y poco músculo financiero. Las más pequeñas, que son al mismo tiempo las que menos capacidad tienen de diversificar sus canales de venta, «son las más perjudicadas. Lo están pasando verdaderamente mal», según Jabi Ortega, presidente de Eusko Garagardo Elkartea-Basque Beer.
Es la asociación que agrupa a 12 de las 22 cerveceras artesanales que hay en Euskadi. Un sector que en 2018 empleaba de forma directa a 76 personas. Ese mismo año la producción superó por primera vez el millón de litros de hasta 292 tipos de cerveza diferentes. La cuota de mercado de este producto -el porcentaje sobre el total de ventas- fue del 2,1%. Más de la mitad de la cerveza artesana producida en Euskadi se consume dentro del territorio.
Ortega calcula que la caída de la facturación del sector alcanza aproximadamente el 50%, aunque la casuística es muy diversa en función del tamaño de las cerveceras y los canales de venta en los que operan. El Covidha cerrado o restringido dos de los más importantes: la hostelería y las ferias locales, que suponen una parte fundamental del negocio para las firmas más pequeñas. Representan «hasta el 25% o 30%», según Ortega. Existe un tercer canal, el de la distribución, que está siendo la tabla de salvación para muchos productores.
«Ahí las ventas se han mantenido, e incluso aumentado», reconoce el presidente de la asociación vasca de cerveceros profesionales. «Pero en ese canal sólo estamos aproximadamente el 25% de las empresas», matiza. Entrar en el mercado de las grandes superficies «es difícil, y requiere de un proceso largo. Y generalmente los lineales están muy peleados», añade Ortega.
Apoyarse en el comercio electrónico
Incluso cerveceras como La Salve, la más grande de Euskadi, dependen mucho, demasiado, del canal hostelero. «El daño ha sido terrible, y que la hostelería se recupere es una de nuestras grandes obsesiones», dice Eduardo Saiz Lekue, director de la centenaria marca bilbaína. Por eso han explorado nuevos canales de llegada al cliente, como el comercio electrónico. «Algo que ya figuraba en nuestro plan de desarrollo en 2021, pero que con la pandemia y las restricciones a la hostelería lo hemos tenidos que adelantar», explica.
El 'ecommerce' les ha ayudado a sostener sus ventas «en la medida de lo posible», sobre todo durante el gran confinamiento. Saiz cuenta que los beneficios que les reportó la venta en ese canal lo destinaron a «apoyar económicamente a la hostelería, a través de colaboraciones con asociaciones de comerciantes de Bilbao Centro y del Casco Viejo».
Internet también ha amortiguado «el duro golpe» que las restricciones a la hostelería han supuesto para Boga, otra de las 12 cerveceras de la asociación. La cooperativa vizcaína, fundada por cuatro socios hace poco más de cinco años, ha visto desplomarse la facturación del canal de bares y restaurantes aproximadamente un 36%.
Más dura ha sido la caída en el negocio de las ferias y las txosnas, paralizado por el Covid. «Ahí sí ha habido un batacazo, del 91%», dice Urtzi Ugalde, responsable de marketing y ventas. Además, del 'ecommerce', el canal de alimentación -cuyas ventas han aumentado de forma «notable»- ha servido para que la facturación de Boga sólo cayera un 7%. «El secreto ha estado en reinventarse y compensar canales: tener los huevos en varias cestas», añade.
Soluciones que no bastan cuando el consumo habitual de cerveza en Euskadi procede del barril en aproximadamente un 80%, y sólo un 20% se bebe en botella. De ahí que las mayoría de las cerveceras, como es el caso de La Salve, hayan tenido que «ajustar la estructura, los gastos y la producción a esta coyuntura».
Jabi Ortega recuerda que el sector está compuesto fundamentalmente por empresas «pequeñas y muy jóvenes, por lo que no tenemos el músculo financiero para aguantar mucho tiempo esta situación». El dinero que hayan podido generar en su corta vida se ha utilizado para amortizar inversiones de las fábricas (maquinaria, instalaciones, etc.). Y que ahora sufren incluso para poder pagar el alquiler de sus naves y pabellones. De hecho, al menos tres de las cerveceras vascas más pequeñas han tenido que bajar la persiana en los últimos meses.
El caso de Ortega resume la angustia de los pequeños productores cono él. Además de presidir la asociación, tiene que sacar adelante su modesto proyecto, Gar&Gar. Una cervecera que en las fiestas de Navidad de 2019 empezó la obra de un local de venta y degustación dentro de la propia fábrica. «Pensábamos abrir el 29 de marzo del año pasado. Pero vino la pandemia, no se pudo abrir y aún no lo hemos hecho. No creímos conveniente inaugurarlo durante la desescalada de verano, y esperamos a otoño. Y pasó que en noviembre se volvió a cerrar la hostelería...».