Mi primer sueldo

No obstante, las estadísticas proporcionadas por las universidades vascas, que en 2019 encuestaron a los alumnos que se graduaron en 2016, dibujan un panorama menos sombrío de lo que a menudo parece. El desempleo entre los universitarios -un 10,1%- es notablemente inferior al de quienes no tienen formación terciaria y la gran mayoría logra un empleo relacionado con su carrera. No son tantos los universitarios que trabajan de camareros.

1.575€es el salario bruto medio a jornada completa de los recién graduados que logran empleo.

87,4%de los estudiantes universitarios logran un empleo relacionado con sus estudios.

Eso sí, hay diferencias sustanciales. Mientras los graduados en áreas científico técnicas disfrutan de una tasa de paro testimonial -5,8%- y unos sueldos más elevados -casi 600 euros mensuales más-, quienes cursan Humanidades lo tienen más difícil y sufren condiciones laborales menos generosas.

Con el objetivo de poner rostro a estas estadísticas, EL CORREO ha reunido a ocho jóvenes vascos y a un madrileño que trabaja en San Sebastián para que hagan balance de su primera experiencia laboral y relaten cuáles son sus expectativas, tanto dentro como fuera de la oficina.

El Basque Culinary Center contrató antes de la pandemia al más veterano de los jóvenes entrevistados para este reportaje, y el único nacido fuera de Euskadi. El madrileño Álvaro Oviedo, que se interesó por el grado de Ciencias Gastronómicas cuando lo vio en el periódico, fichó por el BCC después de haber hecho prácticas en un restaurante que no salió adelante en su ciudad natal. Iba a gestionar la cocina de la cafetería y los eventos del centro donostiarra, pero el coronavirus tenía otros planes. «Ahora me encargo de la gestión y las finanzas», comenta. Y está encantado con la experiencia.

«Pensé que no podría estudiar en el BCC porque mis padres estaban en paro, pero me dieron una beca. Me costó adaptarme a la vida en Euskadi, pero ha acabado enganchándome y quiero desarrollar aquí mi carrera», señala. Lo que no tiene claro es durante cuánto tiempo. «Puede que los jóvenes seamos impacientes, pero el perfil del trabajador está cambiando y ya no existe la lealtad a la empresa de antes. La gente quiere progresar y para ello cambia de empleo mucho más. Sin embargo, las empresas no se adaptan a esta movilidad», analiza Oviedo.

Como le sucede a la mayoría de los jóvenes, Jone Zabala no tenía claro qué estudiar. «En el Bachillerato descubrí que disfrutaba mucho con la asignatura de Economía, así que opté por estudiar ADE en Deusto. Al principio no le cogí el punto a la carrera, porque hay muchos conocimientos teóricos que luego nunca pondrás en práctica, pero le veía oportunidades», recuerda. Y no iba desencaminada. «En RETAbet me ofrecieron prácticas en el Departamento Financiero, que me ha acabado enganchando, y a finales del año pasado me hicieron un contrato indefinido», cuenta.

Zabala considera este como el primer paso de una carrera que tiene bien planificada. «Siempre quise acceder a una beca para trabajar en el extranjero, pero, con la pandemia, pensé que la oferta de RETAbet era la mejor opción. No obstante esa experiencia es una espinita que me quiero quitar a medio plazo», explica. Y, a largo, su intención es dar un paso definitivo. «Mi objetivo es opositar para lograr estabilidad. Quizá lo haga con 30 años o más, cuando me plantee comprar una casa o tener hijos, algo que es difícil hacer con sueldos bajos y la vivienda por las nubes».

«A los negacionistas les haría pasar por la UCI». Así se desahoga Andoni Pedraza, un médico que realiza el primer año del MIR en el Hospital de Txagorritxu para convertirse en especialista en el aparato digestivo. «Es una experiencia buena, pero muy dura», subraya. Después de seis años de formación, ahora recibe un sueldo base de 1.200 euros brutos al mes, al que se suman las cinco extenuantes guardias de 24 horas, que pueden suponer otros mil euros a pesar de que las cobra al 55%.

En cualquier caso, a Pedraza, que obtuvo la calificación más alta en el último MIR de Álava, el dinero no le quita el sueño. Tiene claro que quiere desarrollar su carrera médica en Osakidetza. «No es una decisión cómoda, porque no te puedes independizar fácil -él vive en un piso compartido- y hay mucha temporalidad. Pero las otras opciones son trabajar en una mutua o trasladarse a países como Alemania o Reino Unido, donde hay mucha demanda y se pagan mejores sueldos. Pero que los médicos se vayan es una pérdida para el país», apostilla Pedraza, que ve a la ciudadanía más concienciada sobre las condiciones de los sanitarios debido a la pandemia.

«Soy muy activa y echada para adelante». Gabriela Landa está convencida de que su carácter extrovertido ha sido fundamental para encontrar su primer trabajo en la sede madrileña de Antal International, lejos de su Sopela natal. «Estaba cansada de Bilbao, tengo buen nivel de inglés, y quería salir fuera», cuenta. Es la primera de su cuadrilla que da el salto y se considera muy afortunada. «Los de Ciencias Sociales lo tenemos más difícil. Y Euskadi es un territorio muy industrial que lo dificulta aún más», analiza, reflejando una realidad de corroboran las estadísticas.

Landa ya se ha independizado, aunque ve difícil adquirir una vivienda o tener hijos, y teme la alta precariedad que sufre la juventud. «Hemos invertido mucho en nuestra educación y me parece lógico que queramos que dé sus frutos», denuncia. También le preocupa la brecha salarial. «No es que a las mujeres nos paguen menos por hacer el mismo trabajo. La brecha se ve en quiénes llegan arriba, porque los jefes suelen ser todos hombres», apunta. Y pone su propio departamento como ejemplo: «Nos dicen que contratan a mujeres porque somos más avispadas, pero luego nuestro jefe es hombre», señala.

De pequeño, a Sergio Fontecha le gustaban los números. Y luego se vio atraído por el dibujo. «Así que estudiar ingeniería me pareció lo más lógico», cuenta. Más tarde se interesó por la gestión de proyectos y se matriculó en un máster de Organización Industrial. Ahora, después de haber acabado las prácticas como técnico de calidad en Mercedes-Benz, ha firmado un contrato con Egamaster para continuar en ese área: «Eché el currículum a varias empresas, y me cogieron aquí, donde creo que hay oportunidades interesantes de futuro». Preguntado por la posibilidad de emprender, hace una pausa y reconoce que la coyuntura no lo propicia. «Falta información sobre el emprendimiento. Yo solo he tenido una asignatura al respecto, en el máster, y no ha sido especialmente útil. Además, es más sencillo y menos arriesgado ser asalariado», concluye.

Su objetivo, de momento, es alcanzar un sueldo de 30.000 euros brutos, lo que Fontecha considera como una cantidad que permite independizarse: «No quiero alquilar porque me parece tirar el dinero. Si lo que se destina al alquiler computase para adquirir luego el piso, sí que lo haría. De momento, prefiero ahorrar».

Las relacionadas con el periodismo y la comunicación audiovisual se encuentran entre las carreras con menor encaje laboral y sueldos más bajos. Sin embargo, Markel Zugazartaza ha exprimido a fondo la experiencia como becario en los informativos de ETB y ahora trabaja en Prime Time Media, productora de algunos programas de la televisión autonómica. «Hice las prácticas los fines de semana, con lo que eso conlleva para un chaval de 20 años, pero no dudé en sacrificar tiempo con los amigos para aprender el oficio», relata. Zugazartaza no esconde que el mundo laboral le daba «mucho vértigo por las responsabilidades que comporta», pero ahora está encantado con el trabajo. «Es lo que quería hacer», sentencia.

Preguntado por la precariedad, el durangués lo tiene claro: «Si de verdad lo quieres, hay trabajo. Pero hay que moverse, porque no van a ir a casa a llamarte». Luego también hay que aprender a gestionar bien las expectativas, porque los sueldos no son para echar cohetes. «Ahora me importa la experiencia, no el salario, las horas que trabajo, o adónde tengo que ir», confiesa. Ya habrá tiempo de preocuparse por eso más adelante.

En la cuadrilla de Estibaliz Batiz, pocas chicas han estudiado ciencias. La mayoría ha escogido letras, y unas cuantas han optado por Magisterio. «Acabaron antes que yo, pero ahora están pensando en las oposiciones porque el mundo de la enseñanza no es fácil», comenta ella, que siempre se vio atraída por la investigación y la gestión de empresas. «En la carrera éramos pocas mujeres, y el número bajó aún más después del primer curso. Yo creo que la sociedad nos aparta de las áreas STEM poco a poco, desde niñas. A ellos igual les interesa más el mundo del motor y nosotras carecemos de referentes en nuestro entorno», analiza.

Batiz, sin embargo, no se arredró y acaba de aterrizar en Ideko, uno de los centros tecnológicos más punteros de Euskadi. «Elegí lo que me gustaba, sin pensar mucho en las salidas laborales. Ahora creo que valoro muchas cosas más que el salario, como la formación que nos da la empresa o las vacaciones», destaca Batiz, que, de momento, no piensa en independizarse. «Eso depende de cada uno, de dónde esté el trabajo o de lo bien que se encuentre en casa de sus padres. En cualquier caso, la temporalidad es un gran lastre para independizarse».

Martín Moreno se debatía entre estudiar Empresariales o Ingeniería. Al final, encontró un grado que le proporcionaría conocimientos de ambas careras. «Y creo que ha sido una buena elección. Lo he disfrutado», señala. Además, le está sacando rendimiento. Después de haber cursado la formación dual en la UPV/EHU, «que tiene convenios muy interesantes con empresas», le han contratado como técnico de compras de proyecto en Ingemat, donde se encuentra muy a gusto. «Si en el futuro me ofrecen un buen puesto, me gustaría quedarme. Pero antes preferiría tener experiencia internacional. Me tiran mucho Alemania y Estados Unidos, y creo que es un plan factible porque el mío es un perfil que se busca en todo el mundo. A los ingenieros no nos va a faltar trabajo», asegura.

Aunque Moreno aún no le presta demasiada atención al sueldo, reconoce que es una pieza clave para lograr independizarse, algo que muchos señalan que solo se puede hacer si se vive con una pareja que también esté empleada, con la dependencia que ello provoca. «Nosotros, de momento, no nos lo hemos planteado. Ahora prefiero ahorrar para comprarme un coche», explica.

Lograr un contrato laboral después de haber hecho prácticas en una empresa es el objetivo de la mayoría, pero pocos lo consiguen. Unai Esandi es uno de ellos. «Elegí la Mondragon Unibertsitatea en gran parte porque ofrece prácticas desde el segundo curso, y creo que la mejor formación que podemos recibir es la que proporcionan las empresas. Hice el TFG en Ulma, donde estuve desarrollando productos, y luego me ofrecieron quedarme. El salario no era lo que más valoraba, pero sí una razón para no arrepentirme», relata. Esandi cree que la compañía vasca le ofrece buenas oportunidades para progresar profesionalmente, y que «el tejido industrial de Euskadi es interesante para los ingenieros», pero continúa formándose. Cursa un máster 'online' en ciberseguridad, la materia que más le atrae y en la que ve grandes salidas laborales, y estudia japonés como cuarto idioma: «Creo que algunos todavía tienen la mentalidad de entrar en una empresa para pasar en ella toda la vida y que somos poco ambiciosos. Pero eso está cambiando. A mí me gustaría independizarme antes de los 35 en el extranjero. Trabajar en Estados Unidos o Japón para salir de mi zona de confort».