Mikel Urrutikoetxea, en el frontón de Zaratamo donde empezó a jugar a pelota. Ignacio Pérez

El adiós de 'Urruti', el pelotari más completo

EL CORREO repasa con el vizcaíno su brillante carrera de 16 años en la que sumó las tres txapelas oficiales, la del Parejas como zaguero

Jueves, 18 de septiembre 2025, 00:52

Era el momento adecuado para cerrar esta etapa». Mikel Urrutikoetxea lo tiene claro. Quería despedirse de la pelota que tanto le ha dado mostrando un ... buen nivel en la cancha. A sus 36 años, el vizcaíno dice este sábado adiós a una brillante carrera en la que ha acumulado las tres txapelas oficiales que le permitieron entrar en la historia de este deporte. Fue el primer delantero no navarro en conseguirlo, y la del Parejas la sumó jugando de zaguero, por lo que estableció un hecho sin precedentes. Después de 38 años de sequía, devolvió a Bizkaia el título más grande para convertirse en un referente en el territorio.

Publicidad

A finales de 2024, cuando firmó su último contrato, comenzó a analizar seriamente la posibilidad de su despedida. Lo habló con la familia –está casado y con dos hijos– y con su empresa. «Ya no era el mismo. Los años no pasan en vano. Hay que reconocerlo. Y en el deporte de élite se nota más. A parejas sí que me veía para jugar, pero en los individuales ya no tienes la misma chispa que con 26 años. Y si no podía competir por las txapelas, era el momento», señala. Tras un verano «bonito y especial» en el que se ha podido despedir en la cancha de los municipios «que me vieron crecer», el de Zaratamo se vestirá por última vez de blanco en el frontón Bizkaia, escenario de todas sus hazañas. Pocos días antes atendió a EL CORREO en su localidad natal junto a la cancha donde comenzó todo.

Urrutikoetxea empezó a jugar a pelota a los seis años porque se apuntaron todos sus amigos al club de pelota del pueblo. En un pequeño municipio como el suyo, era el deporte estrella. «No había otra cosa», admite. Era de los que se picaba cuando perdía. «A esas edades a todos nos gustaba ganar. Éramos muy competitivos, no solo en los partidos oficiales vestidos de blanco, sino en los torneos que organizábamos nosotros mismos en la escuela».

Como muchos de los campeones de esta modalidad, una gran parte de su tiempo libre lo pasaba en la cancha. El patio de su escuela eran la plaza y el frontón. «Era nuestro deporte y aquí disfrutábamos todos los amigos». Ser profesional siempre ha sido un sueño que quería cumplir. «Con 10 años ves en la televisión a pelotaris como Olaizola II, Beloki, Eugi, Berasaluze y los tienes como referentes. Siempre tienes esa ilusión y ese sueño en la cabeza».

Publicidad

Destacó en el campo aficionado. Su golpe de derecha llamaba la atención y, en edades tempranas, marcaba la diferencia. Con 16 años tuvo la oportunidad de realizar sus primeros entrenamientos con Asegarce –actualmente Baiko–. «Empecé a conocer a pelotaris que hasta entonces veía en la televisión y me entraba cierto nerviosismo. Llegué a ejercitarme con Unanue, Asier Olaizola, Beloki... con muchos».

Hasta que un día le llamaron para que hiciera de sparring de Aimar Olaizola en su preparación del mano a mano en el frontón Beotibar de Tolosa. «Era mi ídolo y lo hice bien». De ahí en adelante, el campeón de Goizueta pidió que le acompañara en los entrenamientos para muchos partidos importantes. «Así empecé a pensar que algún día podía llegar a profesionales».

Publicidad

Sin precontratos

No tuvo precontratos. No los quiso. Le dieron la oportunidad de firmarlos, «pero hablé con ellos. Si en ese momento valía y seguía jugando a pelota, luego también valdría. Prefería centrarme en los estudios y en vacaciones ir a entrenar con ellos». Optó por no atarse, pero dio su palabra de que si algún día pasaba a profesionales, lo haría con ellos «porque fueron los primeros que se fijaron en mí». Y la cumplió. Porque también tuvo la llamada de Aspe, «algo por lo que estoy muy agradecido a Fernando Vidarte, pero me quedé con Asegarce».

El 13 de junio de 2009, en Arrigorriaga, comenzó su carrera en el profesionalismo. Con Oier Mendizabal contra Arretxe y Begino. Perdió 22-12. En otoño de ese mismo año se hizo con el título del Cuatro y Medio de promoción. «Conseguir esa txapela fue una inyección de confianza para creer en mis posibilidades». Pero pronto se dio cuenta de que estar con los elegidos tenía un precio. A pesar de tener 20 años, era un delantero muy delgado. Su cuerpo todavía estaba sin hacer. Los primeros años sufrió bastante de las manos. Hacía partidos buenos, pero a su juego le faltaba continuidad. La adaptación al mundo profesional fue complicada. «Entonces en segunda había pelotaris que llevaban muchos años y estaban trotados como Leiza, Arretxe, Retegui, Imanol Agirre...».

Publicidad

«Los primeros años me centraba mucho en el golpeo, en darle velocidad a la pelota, pero con eso no bastaba. Había que entrar de aire, acabar el tanto... Y a base de meter muchas horas en el frontón, aprendiendo y perfeccionando el gancho y otras facetas tanto en defensa como en ataque, pude llegar más arriba». Su empresa tuvo paciencia. Los años 2010 y 2011 fueron los más duros porque todavía le faltaban cosas. A partir de 2013, la situación comenzó a cambiar. «Jugué mi primera semifinal del mano a mano contra Olaizola II, también el Parejas. En 2014 también llegué a la semifinal del Manomanista contra Irujo, que luego quedó campeón».

Una carambola

Que un año más tarde, cuando llegó su explosión. El 28 de junio, sin esperarlo, tuvo que jugar la final del Manomanista. Perdió en semifinales contra Bengoetxea VI, pero Irujo, que había caído contra Olaizola II, renunció a disputar el partido por el tercer puesto por mal de manos. El delantero de Leitza se rompió un dedo preparando el choque cumbre y el vizcaíno ocupó su plaza. «Fue complicado de asimilar. Nunca gusta entrar por la lesión de un compañero. Aunque no tuve mucho tiempo, me preparé lo mejor posible. Era mi final soñada. Contra el que ha sido siempre mi referente y con el que incluso había entrenado para ese mismo campeonato. Sabía que si hacía bien mi trabajo podía pelear el partido». Lo que no sabía es que se iba a poner 18-9 por delante. El navarro empató a 19. Fue una final muy dura –430 pelotazos– «y a esas alturas del encuentro le veía más entero a él». Un dos paredes le permitió recuperar el saque y, después de realizar el primer golpeo desde la pared durante todo el encuentro, apostó por el ancho para efectuar los saques. Y acertó. «Fue algo especial conseguir ese título y traerlo a Bizkaia después de tantos años. Era algo importante de cara a los futuros pelotaris que podían venir por detrás. Tener un referente aquí siempre es importante para crear afición».

Publicidad

¿Qué cambió en su vida? «Empecé a creer más en mí. Que peleando podía ganar a esos pelotaris que estaban marcando una época». Tras el verano llegó el Cuatro y Medio. El primer partido de la liguilla de cuartos le tocó jugar contra Juan Martínez de Irujo en Bilbao. Ganó. «Fue una inyección de moral extraordinaria de cara al campeonato». Repitió contra el de Ibero en la final y obtuvo su segunda txapela. «Fue algo muy especial». ¿Más presión? «No. Como todo iba sobre ruedas, estás en una ola. La presión en ese momento no existía. Todo lo que viniera, bienvenido era. Todavía no era consciente de lo que estaba haciendo». Y nada más terminar, su empresa decidió alinearle como zaguero para el Parejas junto a Olaizola II. Ganaron. «Más que con la txapela, me quedo con el torneo porque fue redondo. En la liguilla les ganamos fácil a Irujo y Rezusta en Bilbao. Fue en Navidad y hubo aficionados que se quedaron sin entrada. Eso lo vives desde dentro y es increíble. La pena es que la final no pudo terminar con el ambiente que había», subraya. Iban por delante 16-10 cuando el de Ibero se rompió el dedo y no pudo seguir. Fue el primer delantero en ganar un Parejas de zaguero. «Me queda la pena de no haberlo ganado en mi posición natural».

Después llegó a otras dos finales. Perdió la del Manomanista con un portentoso Irribarria en la cuarta consecutiva y la quinta contra Altuna III en el acotado por uno. En 2018 le diagnosticaron la mononucleosis. Estuvo cuatro meses parado por el virus. «Cuando salí de eso fue cuando empecé a meterme presión porque quería demostrar y estar en las finales». Cada vez que se presentaba un campeonato «aparecían los nervios por querer estar otra vez arriba». En 2019 volvió a jugar otro choque cumbre contra Irribarria y recuperó la confianza.

Noticia Patrocinada

Momentos más complicados

Sin embargo, todo se torció poco después. Falleció su madre. «Mi pilar fundamental se derrumbó y lo pasé muy mal». Meses después llegó la pandemia y la huelga de pelotaris de su empresa. «Me marcó mucho. Poco antes había perdido a mi madre y bastante lío tenía en la cabeza. Me desvinculé desde el principio porque creía que, vista la situación, no era el momento de pedir nada». Sufrió una depresión. Tuvo que buscar ayuda psicológica. «Lo único que quería para desahogarme y salir de casa era volver a la rutina de jugar otra vez partidos. No estaba bien y mi cabeza la necesitaba». No era capaz de ser feliz en un deporte que siempre le había encantado. Poco a poco empezó a ver la luz, pero le costó cerca de tres años.

El sábado jugará acompañado de Zabaleta, a quien tan solo ha tenido una vez de compañero en su carrera, y se medirá a Altuna III y Albisu. Dos de los mejores pelotaris en la actualidad y un veterano como el de Ataun, que el vizcaíno pidió que estuviera para su despedida. Mikel Urrutikoetxea se marcha y el hueco que deja en las canchas será difícil de cubrir.

Publicidad

Se va con la tranquilidad de haber cumplido su sueño de pequeño. A partir de ahora seguirá disfrutando de la pelota «de otra forma, porque siempre me ha gustado jugar y verla». «También está el club de pelota de Zaratamo en el que ha empezado mi hijo este año a entrenar y le gusta». Igual que comenzó su padre hace ya tres décadas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad