Borrar
Urgente El debate electoral de EL CORREO con los candidatos, en directo a las 11.00 horas
'Corti', durante la retransmisión de un partido en Miribilla.

Ver fotos

'Corti', durante la retransmisión de un partido en Miribilla.

Adiós a José Manuel Cortizas, la voz del baloncesto y del golf

El periodista de EL CORREO falleció ayer a los 58 años víctima del Covid

robert basic

Sábado, 27 de febrero 2021

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Corti nos ha dejado. Ni siquiera hemos podido despedirnos de él, redacción rota, confiada en que la ciencia y las máquinas le traerían de vuelta. Hasta que sonó el teléfono para silenciar nuestras esperanzas. Corti es nuestro amigo y compañero José Manuel Cortizas Valladares, un ser extraordinario que nos ha regalado la vida. Nunca hemos conocido a nadie como él. Tenía una personalidad arrolladora, capacidad de trabajo infinita, pasión extrema por lo que hacía, mano para la cocina y don de palabra, una prosa distinta y envidiable con la que enriquecía las páginas de EL CORREO desde hace más de 30 años, con casi 11.000 artículos publicados, todo ello sumergido en un caos que solo Corti sabía entender y ordenar. El cielo será un poco más movido a partir de ahora, perfecto en su desorden. A sus 58 años, y después de tres semanas de lucha, ha fallecido a causa de las complicaciones derivadas del coronavirus.

Durante años le hemos tenido al lado, mesa con mesa, pegado al teléfono, escribiendo sobre la bocina sin ponerse nervioso. A veces, algunos mirábamos su página en blanco, a eso de las diez y pico de la noche, y luego le mirábamos a él. Leía. Tranquilo, con ese aire de enfadado que nos prevenía de que lo mejor era dejarle en paz. Llenaba los huecos en un abrir y cerrar de ojos. Nunca nadie ha escrito ni escribirá más rápido que Corti, y tan bien, tan singular, tan diferente. Vivió sin miedo, y así se ha ido. Orgulloso, con dignidad. Solo preocupado por su hija June, su ojito derecho, e izquierdo, su vida entera, pendiente de ella incluso cuando ella no lo sabía. Ella, June, ha sido nuestra conexión con el evanescente mundo de su aita.

José Manuel Cortizas, frente en el pabellón de Saint Nazaire, en Francia.
José Manuel Cortizas, frente en el pabellón de Saint Nazaire, en Francia.

«Saludos cordiales»

Nunca sabíamos cuándo se iba a pasar por la redacción. Tenía sus ritmos y biorritmos, sus cosas que arreglar, sus historias que contar, sus partidos de pádel y de golf por jugar, sus broncas que librar. Cuando aparecía soltaba su habitual «saludos cordiales». Nunca ha dejado de cumplir ante una pantalla de ordenador. Más tarde o más temprano, contento o enfadado, el animal que tenía dentro le hacía sacar el trabajo adelante. Su caos era solo suyo, y lo dominaba. Sufría por el Bilbao Basket más que nadie, aunque lo llevaba por dentro. Siempre aparentaba tranquilidad, pero en lo más profundo de su alma era un volcán. Solíamos bromear con quiénes eran los gafes de la sección, qué balance tenía cada uno en Miribilla y a quién había que prohibirle la entrada. Disfrutaba tanto con los hombres de negro que se convirtió en uno de ellos, incluso cuando les soltó un poco la mano para coger la de Jon Rahm. El brillante golfista de Barrika tardó poco en apreciar la compañía y la atención de Corti. Un hombre que se volcó con el deporte de los palos y defendió al 'morrosko' -así le llamaba- como si fuera uno más de la familia.

Noticia Relacionada

Así era él, incondicional en la entrega y en el compromiso, cabezón hasta el infinito, ingobernable en cualquiera de sus variantes, genial y brillante. El único ser humano que tras sufrir un infarto ha sido capaz de decirles a los médicos que no, que a él no le había pasado nada. Corti ha recorrido toda Europa con el Bilbao Basket, ha hecho fútbol, motor, boxeo, golf. Ha hecho de todo, sin importar los horarios o los lugares a los que había que ir. Casi siempre solo, en pabellones y países desconocidos, de los que salía sin saber en qué parte del mundo estaba. Nunca dejó de mandar lo que había que mandar, arreglándoselas lejos de la comodidad del hogar. Se peleaba con los jefes por el espacio, por las páginas, por los enfoques, por las coberturas, por lo que había que contar y cómo.

Noticia Relacionada

A veces cascarrabias y gruñón, otras muchas encantador y divertido, Corti era una de esas personas a las que podías acudir a las tres de la madrugada para pedirle ayuda. Su generosidad no tenía límites cuando se trataba de echar una mano. Lo que haga falta y donde sea; lo dejaba todo y acudía al auxilio, como la sangre a la herida, dando lo que no tenía. Le gustaba cocinar, la música, los conciertos. Hasta coleccionaba pastillas de hockey sobre hielo, las postales. Cosas suyas. Cosas de su hija. También fue actor de doblaje, faceta a la que dedicó muchas de sus noches. Ponía voz a Hiroshi Nohara, padre de Shin-Chan, además de doblar a otros personajes. Llegaba a todo porque su día tenía 25 horas, las que quitaba a su descanso.

Le echaremos de menos. Sus enfados, sus bromas, su bondad mal disimulada, su voz ronca e imponente, su cátedra baloncestística y deportiva, su carácter infinito, su lucha contra los molinos, las comidas en la sidrería, su pasión por la ensaladilla rusa, sus textos afilados, sus 'palito' a los árbitros, sus exclusivas, los personajes que no podía ni ver, los que adoraba, sus filias y fobias, su brillantez, su amistad. La última vez que nos llamó fue un lunes por la noche, por vídeollamada, desde la UCI. Él, tranquilo; nosotros, asustados, escondiendo nuestro miedo bajo una sonrisa que él encontró forzada. Luego siguió mandando mensajes, cada vez menos, hasta que no pudo más.

June ha sido nuestro cordón umbilical con él, nuestro nexo con el caos y una realidad dura, fea, que nos negábamos a aceptar. Ella ha sido la luz que iluminaba nuestra esperanza. Le estaremos eternamente agradecidos por su atención, palabra y fortaleza, mucho más sólida que la nuestra. Incluso ayer era ella la que animaba, entre lágrimas, cuando a nosotros no nos salían las palabras. Solo el virus ha podido con Corti, con su animal interior, con la bestia que luchó hasta el pitido final. Pero estamos seguros de que en su último momento de lucidez, antes de que se entregara a un sueño sin retorno, miró al bicho a los ojos para decirle que no le tenía miedo. Le habrá sonreído, enseñándole los dientes, peleando. Siempre peleando, hasta el final, llevando la muerte a la prórroga. Tú no has perdido, Corti, ha ganado el cielo. Hasta siempre, amigo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios