El nuevo Tiger Woods se humaniza
Reconoce que preparó el asalto al Masters desde «hace seis meses» y agradece «la segunda oportunidad» que le da la vida con el deporte y el descubrimiento de sus hijos
Fue una de las ruedas de prensa más multitudinarias que se recuerda, por razones obvias. Había que estar ante la aparición y meter los dedos ... en las llagas para certificar que era él, que había vuelto, que los rugidos que invadieron el Augusta National eran los conocidos, añorados y hasta olvidados. Tiger había reclamado su territorio natural con la quinta chaqueta verde que reposará en su taquilla del club, solo una menos ya que Jack Nicklaus, al que también se acerca a tres 'majors' de su plusmarca de 18. Nos habíamos olvidado de él tras cuatro años de zozobra, de una decadencia que le hundió como deportista y persona. Con la espalda y las piernas reventadas por los excesos que provocaban su infinita ambición, la imagen policial de Woods tras ser encontrado dormido en su coche en una autopista, colgado de los tranquilizantes y opiáceos que le permitían simplemente moverse, pareció el prólogo de su esquela. Le quedaba una bala, la cuarta operación para corregir su maltrecha columna. Todo o nada. Cuando caía la tarde del domingo se verificó su resultado.
«La clasificación estaba llena de jugadores en racha. No podía haber sido más dramático. Ahora sé por qué me estoy quedando calvo», bromeó ante los informadores. Y se adentró en el ámbito personal para dar una idea de lo que significa para él volver a ganar un grande. «Mi padre no debería haber venido en el 97 porque andaba delicado del corazón y se suponía que no podía volar. Pero vino, me dio una lección de putter el miércoles y el resto de la historia ya la conocen (ganó con -18). Él ya no está, pero mi madre sí, veintidós años después, y yo gano el torneo. Y me hace feliz tener a Sam y Charlie aquí (sus hijos). Estuvieron en el Open Británico el año pasado cuando tuve el liderato en los últimos nueve, y cometí algunos errores y me costó el título. No iba a dejar que eso les sucediera dos veces. Espero que eso sea algo que nunca olviden», explicó.
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Porque sus vástagos han sido un eje vital en su recuperación. «Están empezando a comprender cuánto significa este juego para mí. Antes de recuperarme sólo sabían que el golf me causaba mucho dolor», se sinceró. «He sido muy afortunado al tener otra oportunidad de hacer algo que me encanta. Pero lo que es más importante, he podido participar en la vida de mis hijos de una manera que no pude durante varios años»
Nos remontamos a los años precedentes. Tiger Woods era un despojo. «Apenas podía caminar. No podía sentarme, ni estar acostado», recuerda borrando su sonrisa. Una eficaz intervención quirúrgica le devolvió a una vida más o menos normal. «De repente, me di cuenta de que en realidad podría hacer girar un palo de golf otra vez. Sentí que aún tenía las manos para hacerlo. El cuerpo no es el mismo que hace mucho tiempo, pero todavía tengo buenas manos».
Y rompió el maleficio a contracorriente. Sus catorce grandes previos llegaron siempre con ventaja en la clasificación o al menos compartiendo el liderato. El domingo partía con dos golpes de desventaja ante un laborioso y fiable Molinari y empatado con un Finau que la revienta. «Por eso ha sido una de las mejores victorias que he tenido», dijo.
Aprovechó el tono distendido para explicar que la novedad de mascar chicle jugando se debe a que «generalmente tengo hambre y frena un poco mi apetito, lo que es bueno». Y desveló que su punto óptimo visto en Augusta no es casual. «La preparación para el Masters comenzó hace seis meses, así que solo he tratado de asegurarme de alcanzar el pico en esta semana». Se jacta, además, de que ya existe un legado Woods. «Creo que he llevado a muchos más jóvenes al juego. Y muchos de los jugadores que están en el Tour ahora están entrenando. Se están haciendo más grandes, más fuertes, más rápidos, más atléticos. Se están recuperando mejor. Están golpeando la bola a distancias prodigiosas, y un poco de eso probablemente se atribuya a lo que hice».
Y añadió, con remate jocoso, que «cuando me convertí en profesional por primera vez, era el único en el gimnasio, excepto Vijay (Singh), y ahora todos entrenan. Todos trabajan en sus cuerpos, además de su juego, incluso Phil (Mickelson) está trabajando», dijo provocando una carcajada general.
No va a ampliar su calendario por este éxito. Serán pocos torneos los que cuentan con un Tiger que, eso sí, estará «completamente comprometido a jugar y tratar de ganar». Y la edad no le preocupa en exceso. Los informadores estadounidenses le preguntaron al respecto por el paralelismo con Tom Brady, ganador de su sexto anillo de la NFL. «Creo que es entrenamiento y nutrición. Los programas de ejercicio han cambiado. Han progresado. Los protocolos de tratamiento han cambiado y las formas de recuperación. Cuanto más envejecemos molesta más meternos en los baños de hielo, pero no queda otra».
El 'Tigre' ha recuperado el hambre. Quinto Masters, decimoquinto 'major', 81 muescas en su culata de la PGA. Tiene tiempo y un cuerpo restañado – «y también dolorido. Te aseguro que mañana no voy a pegar una bola»– para seguir escalando y derrocar a Jack Nicklaus como el más grande de la historia. «Ahora es todo muy reciente y solo veo este 'major' número 15. Pero seguro que lo que dices se me pasará pronto por la cabeza». Mientras, el planeta golf se frota las manos. Su gallina de los huevos de oro vuelve a la circulación.
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