Roglic y Bernal eligen ser valientes en una Vuelta que sentencia el esloveno en los Lagos
El colombiano lanza un ataque suicida a más de 60 kilómetros y sólo le sigue el nuevo líder, que logra en Covadonga su mejor victoria
«¿Qué he pensado cuando ha atacado Bernal a 60 kilómetros de meta? No he pensado. Sólo quería divertirme», contó Primoz Roglic tras ganar en ... los Lagos de Covadonga y casi sentenciar su tercera Vuelta. «Bernal ha sido muy valiente», concedió el esloveno después de lograr su triunfo más espectacular. Por aplastamiento. Gritó como nunca al cruzar la meta. Y Bernal, que no ganó nada, dijo lo mismo. «Yo sólo quería divertirme, reivindicarme». Dijo más: «¿Valiente yo? Valiente ha sido Roglic. Yo no tenía nada que perder en ese ataque desde tan lejos, pero él podía perderlo todo».
De esto trata el ciclismo. De victorias como la de Roglic en los Lagos de Covadonga y de desafíos locos como el de Bernal a más de 60 kilómetros de esta histórica meta. Un día así justifica toda una Vuelta. Y ésta, si el Gamoniteiro no lo desmiente, ya es de Roglic. Bernal ha engrandecido su triunfo. El esloveno se quedó con todo, con la etapa, con el liderato y con minuto y medio más de renta sobre los que le siguen en la clasificación general, ya lejos: Enric Mas (a 2 minutos y 22 segundos), López (a 3.11), Haig (a 3.46) y Bernal (a 4.29), que, atrapado y vacío, llegó bajo la niebla en ese grupo. Derrotado como ellos, pero con algo que le diferencia. La manera de perder. Al ataque.
Lluvia en Asturias tras dos semanas de calor. Riego natural sobre la semilla de los valientes. De esos ciclistas que no encajan en ningún molde. Como Bernal. El colombiano, ganador del Tour y el Giro, no aceptaba la derrota en la Vuelta. Soltó un órdago. Mirada fija a los rivales. Golpe en el tapete, en la parte más dura y empapada de la segunda subida a la Collada Llomena. Faltaban 62 kilómetros de curvas, peligro, aguacero y rampas hasta la meta en los Lagos de Covadonga. Bernal se apuntó a la locura. Puso el corazón por delante de la cabeza. «A mí no me vale de nada ser quinto», había avisado. Tiene palabra. A todo o nada. El sello de los campeones.
Situado en la general a casi tres minutos de Roglic, sólo le quedaba ese camino. La gesta. Salió a por ella. Y sólo otro se atrevió a tanto: Roglic. De su misma especie. El esloveno tenía en ese momento dos gregarios en los que apoyarse, Kruijswijk y Kuss. Pudo cobijarse a su rueda, pero eligió ser como Bernal. Valiente. Sin pensarlo. Ya eran dos. A pasarlo bomba. «Son los valientes los que abren el camino», repite uno de los anuncios que acompañan la retransmisión televisiva de la Vuelta.
Tras dos semanas de tanto calor, la lluvia se metió en los pulmones. Bernal quería ahogar a todos. No miró atrás. Con Roglic a su rebufo, distanció al resto en la Collada. 'Supermán' López intentó coger a ese dúo y sucumbió. «Quedaban muchos kilómetros y se podía pagar», dijo el ciclista del Movistar. Tuvo que subirse con su compañero Enric Mas en el vagón en marcha del que tiraba por detrás el Bahrain de Haig y Mader. Con ellos resistía, puro coraje, Guillaume Martin, el segundo en la general. El líder, el ya exlíder Eiking, rodaba calcinado bajo el agua. No tuvo fuerzas ni fortuna. Patinó en el escalofriante descenso sobre curvas de cristal de la Collada, alfombrada con hojas muertas que resbalaban como cáscaras de plátano.
Ni ese peligro arrugó a Bernal, que casi se salió en una curva. Ya abajo, el colombiano tampoco frenó. Roglic, a su lado, se unió a su aventura. Los dos mejores se enfrentaron a dúo con los 40 kilómetros que les separaban del inicio a la subida a Los Lagos. Tenían una meta común: Bernal eliminaba al resto; Roglic los alejaba aún más. Se hermanaron. Detrás, el Bahrain luchó y perdió en la defensa de Haig. El Movistar ni siquiera peleó por evitar la derrota: López no podía y Enric Mas, que pidió con urgencia un chubasquero, parecía ir tiritando. Helado en el momento más vibrante de esta Vuelta. Y así, la diferencia, que en la cima era de 45 segundos, subió enseguida a dos minutos. Sonaba el tic tac de una proeza, de una propuesta valiente lanzada por Bernal y sostenida a su lado por Roglic.
Ataques de De la Cruz y Landa
La etapa había empezado también así, descosida. La Vuelta descubrió una maravilla, la Collada Llomena. Como si esta pared salvaje del parque natural de Ponga, lleno de desfiladeros y picos, tuviera algo en el aire que acelerara a los corredores. David de la Cruz fue el primer atrevido. Usó su bala en el primer paso por este puerto para unirse a una fuga de casi treinta corredores. Pronto se le sumó otro dorsal valiente: Mikel Landa. En dos fogonazos, el alavés alcanzó la escapada. Quería ganar en los Lagos. A su manera. Pero por detrás, el Ineos, el equipo de Bernal, activó la trituradora. Acabó con ese intento justo en la puerta de la segunda ascensión a la Collada. Anunció así lo que venía: el ataque suicida de un ciclista que sólo corre para ganar. Bernal. Bernal y Roglic. Se quedaron solos en la Vuelta.
La historia de este deporte se ha escrito muchas veces a cuatro manos, a cuatro piernas. Un mito contra otro. Rivales que al pronunciarlos suenan inseparables: Coppi y Bartali, Anquetil y Poulidor, Merckx y Ocaña, Hinault y LeMond... Bernal y Roglic. Les quedaba aún la subida a los Lagos de Covadonga, uno de los escenarios más bellos de esta carrera. Roglic se mantuvo firme y antes de encaramarse a la pared de La Huesera dejó atrás a Bernal. La niebla lo vio claro. En una etapa de alta montaña disputada a ¡40 kilómetros por hora!, dos colosos se divertían. Uno lo ganó todo, Roglic, y otro, Bernal, se ganó la admiración de todos, ese premio que dura más que los trofeos. Así de divertida llega la Vuelta al Gamoniteiro
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