Las protestas por la masacre de Israel en Gaza se han repetido durante la recién terminada Vuelta a España. EP

De héroes a «asesinos»

Los ciclistas pasaron «miedo» y se vieron abandonados por la UCI en una Vuelta que da mala imagen a los patrocinadores

Martes, 16 de septiembre 2025, 00:15

«Se necesitan héroes». Así tituló el diario 'L'Auto', entonces organizador del Tour, un anuncio en 1904 para reclutar participantes en aquella aventura a ... pedales.

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El ciclismo es un deporte que tiene campeones y, además, héroes. Los primeros son los que más triunfan. Ser un héroe es diferente: por algún motivo, la afición se identifica con ellos. No les pide que lleguen los primeros a la meta, sino que les hagan disfrutar con el camino. Jacques Anquetil se impuso cinco veces en el Tour. La gente le admiraba. Raymond Poulidor, el eterno segundón, no lo ganó nunca. El público le quería. Salvo cuando el dopaje pone el prestigio de este deporte en baja forma, el sufrido oficio de ciclista conlleva un cierto orgullo.

Por eso, los corredores de La Vuelta se sintieron huérfanos y desamparados cuando desde la cuneta algunos manifestantes propalestinos les insultaban – «¡Asesinos!»–, les arrojaban chinchetas, cristales, vasos con orina y hasta detergente que hacía resbaladiza la carretera, o les atizaban con los palos de las banderas. Al concluir cada jornada cargaban con algo peor que el cansancio: «Tristeza», como reconoce un miembro del pelotón que, como casi todos, prefiere no dar su nombre. Pasaron «miedo» en varios tramos de la carrera y temen que cualquier declaración contra la violencia de algunos de los que protestaban por la masacre de Israel en Gaza les etiquete como partidarios de Benjamín Netanyahu, primer ministro hebreo y firme defensor de la presencia del equipo Israel en la carrera.

Tras un inicio tranquilo durante las primeras etapas en Italia, la temperatura de la ola de indignación por la crisis humanitaria en la Franja fue a más. La meta de Bilbao, en la decimoprimera jornada, prendió la mecha. Los corredores no pudieron alcanzar la pancarta final. En declaraciones al diario 'As', el vencedor de la ronda, Jonas Vingegaard, asegura que en general se ha sentido seguro, pero que fue ese día «el que menos». «Es una pena –añade– que no hayamos podido correr como queríamos, pero creo que todos tenemos derecho a protestar. La gente que se manifiesta lo hace a favor de Gaza y tiene sus razones. Buscan mayor visibilidad y es algo que entiendo».

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«Vulnerables»

Los corredores se han sentido «vulnerables». Ni la Unión Ciclista Internacional (UCI) ni la organización de la Vuelta podían garantizarles al cien por cien la seguridad. Tras la neutralización de los ocho kilómetros finales de la decimosexta etapa, que iba a terminar en la cuesta de Castro de Herville, todo se precipitó. Representantes de las plantillas de los equipos se reunieron para decir 'basta'. Ese día, un manifestante provocó la caída del corredor de Movistar Javi Romo, que acabó por retirarse. «Si vuelve a pasar algo así, paramos», advirtieron los deportistas. Les habían arrojado chinchetas y un líquido maloliente, «orina». Entre una mayoría de manifestantes pacíficos, algún exaltado llegó a golpear con el palo de su bandera palestina a los ciclistas. También cruzaron el tronco de un árbol en la carretera. Miembros de la organización, a quienes habían advertido las autoridades, llevaban en el maletero una motosierra. Liberaron la calzada.

Así reflejó el ambiente el corredor Daan Hoole (Lidl-Trek): «Empezó con mucha gente con banderas, que está bien, es su derecho, pero se volvió cada vez más hostil y desagradable. Veías la agresividad en sus ojos». El danés Jonas Gregaard (Lotto) corroboró la versión de su compañero:«Me tiraron algún tipo de líquido al inicio de la etapa. Quizás fuese orina; no olía muy bien. Había personas muy agresivas, algo que normalmente no ves entre los fans del ciclismo. Encontramos chinchetas en la carretera, nos tiraron objetos y nos insultaron durante la etapa». Describió la situación como «desmotivante». Les llamaron «asesinos» y «cómplices», como si en lugar de un pelotón ciclista fuera el pelotón de ejecución de Gaza.

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Marc Soler (UAE) e Iván García Cortina (Movistar) han ejercido de mediadores con la dirección de la Vuelta. La relación con los responsables de la carrera ha sido cordial. Consideran que tenía «las manos atadas». Las críticas de los ciclistas van dirigidas, sobre todo, hacia la UCI. Se han sentido abandonados por la federación internacional, la única con capacidad para retirar al equipo Israel de la ronda española. Tampoco el Comité Olímpico Internacional (COI) ha tomado ninguna medida contra los deportistas hebreos, como sí hizo con los rusos tras la invasión de Ucrania. De eso se quejan los corredores, que se juegan la vida a más de 50 kilómetros por hora sobre un tubular de dos centímetros de ancho. «Lo peor era la incertidumbre. No sabíamos qué nos íbamos a encontrar tras cada curva», lamenta un director de equipo. Tenían que circular con las ventanillas cerradas. Más que correr, parecía que huían.

No sólo contra el Israel

La presión no era sólo sobre los miembros del equipo Israel. Vehículos de otras formaciones han recibido golpes y han amanecido con pintadas. De hecho, tras cada etapa las escuadras buscaban aparcamientos subterráneos para evitar problemas. «Los ciclistas no pueden ser víctimas de este debate», lamentó Richard Plugge, mánager del Visma, el equipo de Vingegaard. El conjunto neerlandés pertenece a la aristocracia de este deporte. Las dos formaciones españolas invitadas por la organización, el Caja Rural y el Burgos BH, viven en buena medida para participar en la Vuelta. Es su gran escaparate. Y en esta ocasión, casi todo ha sido mala imagen. El ciclismo es un trabajo precario, con contratos de dos o tres años y con patrocinios que cuesta atraer y que, por ejemplo cuando hay escándalos de dopaje, huyen para no volver.

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La etapa de Castro de Herville concluyó ocho kilómetros antes, en Mos, bajo una pancarta de una marca de jamones. Arriba, sin que nadie lo viera, esperaba el arco del triunfo de Carrefour, uno de los mejores patrocinadores del Tour y la Vuelta. Ese día, y otros, no obtuvo el retorno publicitario pactado por su inversión. El domingo en la meta de Madrid había preparados actos con directivos de las firmas que colaboran con la carrera. Quedaron suspendidos.

Acabada de mala manera esta edición de la Vuelta, la duda se proyecta hacia el futuro. ¿Y si las instituciones deportivas internacionales no prohíben la participación del equipo Israel en los eventos deportivos? En 2026 el Tour de Francia, que como la Vuelta es propiedad de la empresa gala ASO, partirá desde Barcelona. Según la cadena belga 'Sporza', la dirección de la Grande Boucle exigirá garantías de seguridad al Gobierno español. Un corredor del Ineos británico, el polaco Michal Kwiatkowski, es una de las pocas voces que ha arremetido en público contra las protestas violentas: «El hecho de que los manifestantes ganaran es muy perjudicial para el ciclismo a largo plazo. Ahora está claro para todos que una carrera ciclista puede ser un caldo de cultivo para las protestas y que la próxima vez la situación solo empeorará porque alguien permitió que sucediera y se hizo la vista gorda».

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