Van der Poel se proclama rey de la tierra en la Strade Bianche

La Strade Bianche que acaba de ganar el neerlandés Mathieu van der Poel por delante de Julian Alaphilippe, campeón del mundo, y de Egan Bernal, vencedor del Tour 2019, es una bendición para el ciclismo. Será recordada. Los mejores, cara a cara, alardeando de sus facultades, sin complejos ni cálculos. Y todo sobre un escenario sin par. En caminos de 'sterrato', envueltos en nubes de polvo, pedaleando sobre piedras que saltan como si fueran proyectiles. Una carrera así merecía el final que ha tenido. En la subida empedrada a la bella Plaza del Campo de Siena, Van der Poel se colocó delante, con Alaphilippe y Bernal soldados a su rueda. Los dos saben que es un salvaje. La bestia rubia. Pero ni así le aguantaron. Imposible. Van der Poel les atacó. Sacó sus codos para darle más fuerza a los pedales y, zas, le barrió. Entró enrabietado en la meta, vacía por la pandemia, como con energía para mucho más. La tiene.

Con 26 años recién cumplidos, el nieto de Poulidor, ha dejado de ser solo el mejor especialista del mundo en ciclocross para tener en su palmarés el Tour de Flandes, la Amstel Gold Race y, ahora, la Strade Bianche, la clásica del sur que más se parece a las del norte. Este triunfo, además, resultó enorme. De su talla. Y decorado con las viñas de Chianti, los olivos y el perfil de las colinas toscanas pinchado por los cipreses.

Al sector 8 del 'sterrato', situado a 54 kilómetros del final, llegó una fuga en el que iban Pello Bilbao, Gorka Izagirre y Gonzalo Serrano. La tierra seca llenaba de polvo el aliento de los corredores. Van Aert, el rival íntimo de Van der Poel, acabó con la escapada e inició la pelea por el título. Desde lejos. Es otro dorsal que hace grande este deporte. Su puja sólo la soportaron los elegidos, Bernal, Van der Poel, Alaphilippe, Pogacar, Pidcock, Gogl... y un chaval estadounidense de 19 años, Simmons, campeón del mundo juvenil conocido, además, por ser seguidor de Trump.

En el noveno tramo de 'sterrato', Van Aert flojeó. Todos lo vieron. También el joven Pidcock flaqueó. Los dos sobrevivieron hasta el último sector, el decimoprimero, bautizado como Le Tolfe. Apenas tiene un kilómetro, pero es violento, con rampas del 18 por ciento y sobre tierra. Van der Poel, el rey del barro y campeón del mundo de ciclocross sobre la arena de Ostende, se sintió en su jardín. Chasqueó el látigo. Aluvión de vatios. Todo patas arriba. Alaphilippe y Bernal, un rato después, consiguieron subirse a su vagón. La clásica era cosa de tres. Van Aert, que no se rindió, ya no podía. Y más atrás, Pello Bilbao buscaba una plaza entre los diez primeros. Hecho. Consiguió terminar décimo. El ciclista de Gernika vale para todo.

La Strade Bianche ya veía la silueta de Siena. A la Plaza del Campo, donde se celebran las famosas carreras de cabellos, se sube por la vía de Santa Catalina. A rezar. Tiene 500 metros al 12 por ciento. Y las piernas mordían de dolor. Van der Poel, que no se mide, que si gana lo hace por aplastamiento, no dudó. Cogió la proa y dirigió el desembarco. Otro puñetazo. Bruto. Campeón por K. O. Se quedó solo sobre la lona. Bernal, que ha vuelto a su nivel y ya es el gran candidato al Giro (tendrá una etapa sobre este recorrido), no tiene esa pólvora. Alaphilippe sí es explosivo, pero no tanto. Nadie estaba a la altura de Van der Poel, rey del barro y, ahora, de la tierra.

También es holandesa la vencedora en la Strade Bianche femenina. Chantal Blaak remató a la italiana Elisa longo Borghini en el muro final y logró su mejor victoria. Tercera terminó Ana van der Breggen y cuarta, Annemiek van Vleuten, la baza del Movistar. La primera española fue Mavi García, en el puesto trece, a casi dos minutos.