Iván Romeo sufrió una fuerte caída cuando atacaba para intentar ganar la etapa. E. C.

La desgracia de Iván Romeo bajo la lluvia

El corredor español del Movistar se estrella contra un bordillo al patinar con la bicicleta al intentar un ataqueen una etapa que ganó Kaden Groves

Sábado, 26 de julio 2025, 16:18

Demasiado rápido, demasiado ambicioso, Iván Romeo ataca bajo el aguacero en el último escalón de la etapa, y acelera por la derecha en la curva, ... que está cuesta abajo, y resbala como una pista de hielo, varios colores de asfalto, piezas de patchwork, parches de última hora porque llega el Tour. Se inclina demasiado, no puede girar el manillar y sigue recto, cae y choca contra el bordillo con violencia. Duele tanto que se pone en pie de inmediato, pero se dobla sobre sí mismo, desgarrado, con el culotte roto. Gregoire, que sigue su estela, cae, se levanta, escanea los daños, monta en la bicicleta y piensa lo duro que es otro día en la oficina. La de los ciclistas es a veces una vida de perros, ya lo decían los clásicos, como Fernando Quevedo: «Si le cambio a Jesucristo la bicicleta por la cruz, me devolverá la bicicleta y se llevará tres cruces para compensar», confesaba después de una etapa del Tour en la que acabó último, a más de cuatro horas de Induráin.

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«Haber estudiado», contestaba otro clásico, esta vez del periodismo, cuando le hablaban de las penurias de los ciclistas, pero Iván Romeo comenzó a estudiar una carrera antes de ser profesional. Cada uno a lo suyo. Pero es verdad que hay veces en las que a las dificultades habituales de una etapa se unen otras que llegan sin esperarlo o que se prevén, pero no se pueden controlar. Si amanece con lluvia, los ciclistas fruncen el ceño, porque saben que tendrán que extremar la precaución, y ni así es posible saber lo que puede suceder en cualquier pueblo por el que pasa la carrera, como que se cruce un perro, se meta un insensato a hacerse un selfie.

O de repente, un ataque de ambición, como el de Iván Romeo, que tiene piernas, como en el Dauphiné, o en el campeonato de España. Se siente fuerte y es la última oportunidad, así que desafía a Gregoire, a Groves, a Velasco, que perdía sus energías insultando -presuntamente- a Jordan Jegat, que no era bienvenido en la fuga del día. «Me insultó de todas las formas posibles en la llegada», confiesa el francés. «No hablo italiano, pero entiendo perfectamente lo que me dijo. En el ciclismo hablamos mucho de tarjetas amarillas; se habría merecido una».

Magullado

García Cortina y Castrillo escoltaron al caído hasta la meta, donde entró a 23 minutos del vencedor

Todo por meterse en la escapada para buscar una plaza entre los diez primeros de la general. El italiano entendía que perjudicaba a quienes buscaban ganar la etapa, porque no podrían librarse del acoso del pelotón. «Cada uno es libre de hacer lo que quiera, es mi derecho querer estar en la escapada, y no entiendo por qué tiene que insultarme así. Lo encuentro realmente lamentable, me decepcionó». Las reglas no escritas del ciclismo, hacer y dejar hacer. «Otros corredores me dijeron que era una pena que estuviera allí, pero nadie me insultó aparte de Velasco, lo entendieron y así es el juego».

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Así que ataca Romeo, al que el chaparrón le activa, cuando suben el último puerto, y se da otra oportunidad dos kilómetros después, se siente fuerte y ambicioso, pero se cae, dolor inmenso, y lo que le queda de etapa pasa a otra dimensión, porque le abandonan sus colegas en la fuga, las motos, las cámaras de televisión, le olvidan como si nunca hubiera corrido el Tour, como hicieron con Paquillo Cepeda, el fatídico día que se estrelló en el descenso del Galibier. Entonces fue l'Auto, que solo hablaba de la caída de Sylvere Maes; ahora France Television, que tuitea: «¡Es terrible!», y se refiere únicamente a Romain Gregoire, que salió indemne en la misma curva. A Iván Romeo solo le acompañan los médicos, y después sus compañeros, abnegados y solícitos, que la conducen en el calvario hacia la meta.

«Volveremos»

García Cortina y Castrillo escoltan al caído, en una escena similar a la de la fotografía en blanco y negro en la que Perurena, Gabica, Mendiburu, Galera, López Rodríguez y Santamaria empujan al herido Luis Ocaña en el Tour de 1969; o la más reciente, de 2015, con Trentin, Vermoten y Kwiatkowski arrastrando a su líder Tony Martin.

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Tadej Pogacar

«¿Que si siento que la victoria está a mi alcance? Más o menos, no quiero decir nada todavía»

Nadie se acuerda de los caídos, porque en Pontarlier los focos son para Kaden Groves, que aprovecha la tremolina, apenas unos kilómetros más tarde, para irse en solitario y llegar a la meta como ganador de la etapa, porque sus acompañantes, mal avenidos, no supieron organizarse para neutralizar la aventura del ciclista que se quedó sin tarea después de la retirada de Philipsen, al que debía apoyar en las llegadas. Mientras, en el pelotón, Pogacar seguía contando los kilómetros que le quedan hasta París, y torciendo el morro en la obligada ceremonia del podio, que en su caso duró medio minuto. Todavía, dice, no quiere celebrar nada. «¿Que si siento que la victoria está a mi alcance? Más o menos. No quiero decir nada todavía, me concentro en el último día. Quiero cruzar la meta en París con todo el equipo».

Y cuando ya había cumplido el protocolo en el podio, en la televisión y en la sala de prensa, llegaba Iván Romeo, casi 23 minutos después de Groves. Al menos le quedó el humor: «Igual no era el mejor momento para arrancar por la derecha. Más o menos todo bien, gracias por los mensajes, volveremos».

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