Roglic repite en la Vuelta que sobrevive a la pandemia
Mes y medio después de perder el Tour, gana una edición marcada por la situación sanitaria por delante de Carapaz y Carthy, con Enric Mas quinto
En Madrid, al sprint y cien días después del reinicio de la temporada, el alemán Pascal Ackermann ganó por medio palmo ante Sam Bennett la ... última carrera del año. Puso fin a una edición de la Vuelta España que, como la de 2019, figura ya en el palmarés del esloveno Primoz Roglic, con el ecuatoriano Richard Carapaz (a 24 segundos) y el británico Hugh Carthy (a 1.15) como compañeros de podio y con el joven Enric Mas en la quinta plaza. En la salida de esta etapa final, Carapaz y Eusebio Unzué, mánager del Movistar, el equipo que había ayudado a Roglic frente al ecuatoriano el sábado en la Covavilla, se saludaron. Se dieron la mano. Sellaron la paz con una sonrisa. Al fin y al cabo, todos coinciden en que ha ganado el mejor: Roglic. El Movistar venció por equipos; Guillaume Martin, la montaña; Enric Mas fue el mejor joven; Remi Cavagna, el más combativo, y Roglic, el más regular.
Cuando en marzo la pandemia obligó a suspender el calendario mundial, la celebración de las grandes carreras parecía más que improbable. Con el virus en una propagación exponencial, un deporte que junta a 200 corredores en una baldosa estaba condenado a pasar un año en barbecho. Y no. Se han celebrado el Tour, el Giro, casi todas las grandes clásicas y esta Vuelta a España en la que se ha impuesto el gran favorito, Primoz Roblic, el vencedor también en la pasada edición, cuando nada se sabía del virus.
En estos meses en los que todo ha cambiado, hay cosas inalterables como el dominio del ciclista esloveno en la ronda española. La ha ganado antes y durante la guerra contra el Covid-19. Roglic es un tipo al que nada le altera los planes. Se fija y una meta y lo pone todo por conquistarla. Laurent Fignon no superó nunca haber perdido el Tour de 1989 ante Lemond en la contrarreloj final. A Roglic le sucedió lo mismo hace mes y medio frente a Pogacar. Y sigue como si nada.
Es como si fuera de corcho. Si algo le hunde, sale a flote por otro lado. Fue esquiador de saltos. De los buenos. Pero no el número uno. Así que emergió en otro charco, el ciclismo. En 2012, cumplidos ya los 21 años, debutó en el pelotón amateur. Se aplicó sobre los pedales como antes encima de los esquís. En busca siempre de la excelencia. A finales de 2015, recién fichado por el Jumbo y cuando nadie le conocía, dibujó en la pizarra un plan para ganar el Tour en 2020. Nadie le creyó y sólo Pogacar y en la 'crono' final ha podido evitarlo.
En 2016 debutó en el Giro y casi ganó la contrarreloj inicial. Un año después se llevó dos etapas en la Vuelta al País Vasco y sintió que era una carrera de formato ideal para su eclosión. La preparó con mimo y se impuso en la edición de 2018. Ya estaba lanzado. Ya acariciaba la cima. Y no se ha bajado de ella en estas dos últimas temporadas. Casi en todas las pruebas en las que participa ocupa un lugar en el podio. Tercero en el Giro y ganador de la Vuelta en 2019. Segundo en el Tour y vencedor de la Vuelta este año. A eso se añade la última Lieja-Bastogne-Lieja apenas unos días del cruel golpe psicológico de perder la Grande Boucle a las puertas de París.
Las bonificaciones
Roglic parece blindado al desánimo. En esta temporada pandémica, de meses en casa sin competir, el esloveno ha rendido aún más. La Vuelta es el ejemplo. Vino con los mismos galones que su compañero Tom Dumoulin. El primer día, en Arrate, disipó las dudas. Ganó y se se vistió de líder de la carrera y del Jumbo. Además, sumó sus primeros diez segundos de bonificación. Otra de las claves de su triunfo final. Como siempre está entre los primeros, ha recaudado 48 segundos extra. Richard Carapaz, el segundo en la general, sólo arañó 16. Sin bonificaciones, Carapaz sería el vencedor con 8 segundos sobre Roglic. Pero había bonificaciones. «Estaban ahí para todos», apunta el esloveno. Carapaz, que tiene buen perder y ha sido un extraordinario rival, asiente: «Si no cogí más segundos es porque no pude».
Roglic no es un campeón por aplastamiento. Tiene momentos de debilidad que le humanizan. Se guarda y ataca sólo al final para sumar el botín de los segundos bonificados, como hizo en Arrate, Lekunberri, Suances y Ciudad Rodrigo. Espera a la contrarreloj, como en Ézaro, para sacar tiempo a los escaladores y sabe gestionar su fragilidad en subidas como Formigal (allí cometió su único despiste y Carapaz le sacó 43 segundos), el Angliru y La Covatilla.
Sólo ahí, en esa última subida, perdió el control de la carrera. Con su sangre fría salió otra vez a flote. Corcho. Roglic ha ejecutado al detalle su plan para quedarse con su segunda Vuelta consecutiva. La temporada de la pandemia ha visto brotar a una nueva camada de jóvenes talentos. Roglic, que ya ha cumplido 31 años, también es en cierto modo un recién llegado. Sólo lleva cinco temporadas en la élite. «He sido el mejor en esta Vuelta, pero no he ganado otras carreras», dijo. Su plan aún tiene escalas por cubrir. El Tour.
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