Roglic vuelve desde el fin del mundo
El esloveno gana la contrarreloj de Ézaro y recupera el liderato con 39 segundos sobre Carapaz, 47 sobre Carthy y con Mas descartado
Primoz Roglic aprendió en el Tour que todo se puede ir al traste en el último momento. Si él perdió fue porque otro le ganó. ¿ ... Cómo lo hizo? ¿En qué pudo fallar él? Eso se preguntó. Se trataba de cambiar de papel. De mejorar. Es un tipo seguro de sí mismo. Asume bien las derrotas, aunque sean tan duras como la que sufrió ante Pogacar en la 'crono' final de la pasada ronda gala. Sabe gestionar energías y de emociones. Y vuelve a ser el líder de la Vuelta tras ganar en Ézaro, en el fin del mundo.
La contarreloj de 33,7 kilómetros que corría contra el viento de Finisterre y que se incrustaba en el muro de Ézaro, una pared con rampas del 29%, probó la capacidad del esloveno para adaptarse a los golpes. No le pesa en la Vuelta el fracaso del Tour. No le importó que en el tramo llano Hugh Carthy y Richard Carapaz estuvieran a su altura. Supo esperar. Guardarse para ese último segmento vertical. Y ahí fue el mejor.
Cruzó la meta con 1 segundo sobre Barta, 25 sobre Carthy, 49 por delante de Carapaz, 1,17 sobre Martin y 1.43 por encima del descartado Enric Mas. Ahora, a falta de una semana sin tanta dureza, Roglic tiene ventaja sobre todos: Caparaz (a 39 segundos), Carthy (a 47), Martin (a 1.42) y Mas (a 3.23). «Llevaba tiempo sin ganar una 'crono'», dijo con una sonrisa el esloveno, que ya suma cuatro etapas en esta Vuelta. «Me he sentido fuerte, sorprendentemente fuerte», asustó. «Y tengo un buen equipo para defender este liderato», avisó. Mensajes para sus rivales. Entre ellos ya no está Mas, devastado en Ézaro. «Ha sido un desastre. No he encontrado el ritmo, ni la posición, nada...». Naufragio en la Costa da Morte, tan habituada a los hundimientos. Y a momentos de paz y reflexión como los que disfrutan en esas playas vacías los peregrimos de Santiago.
Roglic tuvo que llegar al final del Camino, a Finisterre, para revitalizar su candidatura a repetir triunfo en la Vuelta. Durante siglos en esta esquina de Galicia, creían, estaba el fin del mundo. Veían el sol sumergirse en el mar cada crepúsculo. Era la frontera de una Tierra que, también creían, era plana. Más allá, lo desconocido. Tras una docena de etapas llenas de montañas, la Vuelta fue hasta allí para aclararse. No lo hizo del todo, pero sí redujo el número de los candidatos a tres: Roglic, Carapaz y Carthy.
Durante los 31 kilómetros llanos de la 'crono' gallega, Carapaz y Carthy soñaron con tumbar a Roglic, que no parecía tan sólido, que recordaba al del penúltimo día del Tour. Los tres iban casi a la par. Y quedaba Ézaro, la roca desde la que precipita al mar el río Xallas. Terreno para dos escaladores como Carapaz y Carthy. Si hubieran podido, los dos se habrían frotado las manos.
La carretera al Mirador de Ézaro tiene menos de dos kilómetros, pero no se acaban nunca. Infinitos. Con una pendiente media del 14%. Abajo, los favoritos dejaban la bicicleta de contrarreloj, brincaban dos pasos, saltaban sobre la bici para la escalada, un kilo más ligera y mucho más cómoda, y agradecían el generoso empujón de su mecánico. Para arriba. A bailar sobre tabiques del 20%. Carthy se ajustó bien al esfuerzo. No pesa. Es de aire. Carapaz notó que el final le frenaba. Llegó más justo.
Pero ni uno ni otro habían guardado tanta energía como Roglic. El esloveno había perdido el Tour en una etapa así, en la crono de la Planche des Belles Filles. Tenía esa lección grabada como una cicatriz. Hizo de esa herida una lección. Con él se cumple el refrán: 'Lo que no te mata te hace más fuerte'. Marcó el mejor tiempo en la subida, remontó a todos, incluido el pobre Barta, el joven estadounidense que ya se veía ganador de la etapa, y agarró otra vez con fuerza el liderato.
Carapaz tiene la sierra de Francia y, sobre todo, la Covatilla para restarle 39 segundos. Pero no cuenta con tanto equipo como Roglic. Carthy, que crece a diario, corre liberado. Ya ha hecho una gran Vuelta. Ya es el corredor que soñaba. Es feliz con lo que tiene. No puede perder. Eso le hace peligroso. Pero los dos se enfrentan a un rival de hormigón, inmune al estrés. A un esloveno que cuando fichó por el Jumbo y nadie le conocía dibujó en la pizarra un plan para ganar el Tour en cinco años. De cada derrota ha salido fortalecido. Y la peor fue la del último Tour, tremenda. Roglic nunca ha sido tan fuerte mentalmente como ahora.
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