Movistar rescata a Roglic y salva su segundo triunfo en la Vuelta
Soler y Mas ayudan al esloveno cuando temblaba ante Carapaz, que en 2019 se había ido del equipo español por la puerta de atrás
Dicen que la venganza cava siempre dos tumbas. Una para la víctima y otra para el que la comete, que fue el equipo Movistar. El ... papel de víctima recayó en Richard Carapaz, que, pese a atacar tarde, había puesto contra las cuerdas al líder Primoz Roglic en los cuatro kilómetros finales de La Covatilla, azotados por el viento de cara. El ecuatoriano tenía que recortar 45 segundos para ganar la Vuelta. Y ya tenía la mitad de ese botín. Pero ahí, cuando Roglic temía que el maleficio del Tour se repitiera aquí y volviera a perderlo todo el último día, recibió la ayuda de dos corredores del Movistar, Soler y Mas. Dice el mallorquín que tiraron para quitarle el cuarto puesto a Daniel Martin, que venía rezagado. Pero pareció que era el momento de cobrar una deuda. Hace justo un año, Carapaz se fue de mala manera del Movistar. Los dos perdieron en La Covatilla. El ecuatoriano, la opción de ganar la Vuelta; el equipo español, parte de su imagen. Dos tumbas cavadas por una venganza.
La Vuelta había llegado al duelo esperado. Perfecto. Carapaz, con una arrancada violenta, había roto el hilo con que se agarraba Roglic a su espalda. Uno contra uno. Duelo al sol, que tras un día de niebla justo salió para asistir al espectáculo. Pero entonces apareció un tercero, el Movistar. Soler, resto de la fuga, se puso a tirar de Mas. A su rueda, Roglic sorteó el naufragio cuando la asfixia le llegaba al cuello. Rescatado por el Movistar. El esloveno, que sólo le cedió 21 segundos a Carapaz y apenas unos metros a Hugh Carthy, será este domingo el vencedor de la Vuelta por 24 segundos sobre el ecuatoriano y 47 por delante del británico. Se lo debe a su equipo, el Jumbo, y a esos dos kilómetros del Movistar, que ha esperado un año para ejecutar su venganza.
Carapaz ,ganador el Giro 2019, se largó del equipo español dando un portazo al final de la pasada temporada cuando iba a ser el líder en la Vuelta. No la corrió por una supuesta caída en un criterium previo en el que participó sin conocimiento de sus directores. Ya se había comprometido con el Ineos británico. Los responsables del equipo español se sintieron traicionados. Y rompieron relaciones con el agente del corredor, el italiano Giuseppe Acquadro. De hecho, no renovaron a ciclistas representados por él. Quedó esa herida abierta que salió a la luz en el tramo final y pelado de La Covatilla. «No se trataba de ayudar a uno (Roglic) y de joder al otro (Carapaz). Nosotros hacíamos nuestra carrera», insistía Enric Mas. Carapaz, el perjudicado, se tapó la boca. «Sin comentarios», se limitó a decir. «Estoy contento porque he dado pelea». Aunque, eso sí, tardó en iniciarla. Destapó demasiado tarde la debilidad de Roglic, merecido vencedor de la ronda.
Roglic ha sido líder del Tour y del Giro y ya había ganado la Vuelta en 2019. Lleva dos temporadas subido al podio. Los números le avalan. Pasa la mitad de sus días de competición vestido de líder. Y da igual que sea primavera, verano o, como ahora, otoño. Vale para cualquier clima y también para todos los terrenos: sube, es un especialista contra el crono, tiene punta de velocidad, desciende con precisión, se adapta a las clásicas, abruma en carreras de una semana y es candidato a todas la grandes vueltas. Ha sido tercero en el Giro, segundo en el Tour y va a ser dos veces primero en la Vuelta. Llegó al ciclismo tarde, pasados los veinte años, tras dedicarse de llego a los saltos de esquí. Sobre el trampolín era bueno, aunque no el mejor. Cerró esa página. Trazó otro plan. Ser el ciclista número uno del mundo. Ya está a esa altura.
Gaudu gana en La Covatilla
Le ha ayudado durante toda la Vuelta su equipo, el Jumbo. Cuando uno de los suyos, Robert Gesink, se puso a tirar en el primer tramo de esta última etapa de montaña, el día era oscuro. La niebla y el invierno ocupaban el tupido bosque del Portillo de las Batuecas. El descenso por el pueblo de La Alberca, una de las mejores postales de España, también fue veloz. En esta localidad hay una cofradía que le rinde culto al Cristo del Sudor. Cuentan que sudó sangre. Gesink podría ser un inmejorable cofrade. Hizo sudar sangre a todos.
La Alberca vio pasar a los ciclistas pálidos, con guantes, cubiertos con capas de ropa y aun así helados. Salvo uno, Gesink, que conducía el grupo en manga corta. Muchos kilómetros más allá y tras unos cuantos puertos, el cielo se abrió. Sol. La sierra de Béjar apareció en su esplendor. Parecía otro día. Aunque algo no había cambiado. Gesink, que fue quinto en el Tour de 2010, seguía al frente del pelotón y no permitía que la fuga masiva en la que iban David de la Cruz, Ion Izagirre y Gaudu cogiera más de cuatro minutos.
Camino de la calle empedrada de Candelario, el Movistar le dio relevo a Gesink. Y lanzó a Marc Soler en busca de la fuga y de la etapa. La niebla velaba otra vez el paisaje. Delante, Mader, Donovan e Izagirre salían de Candelario con veinte segundos de renta para afrontar La Covatilla. La cima de los vientos. No les bastó. En su escapada iba un bretón ganador del Tour del Porvenir y, en esta Vuelta, vencedor en la meta de la Farrapona: David Gaudu. Los cogió y los dejó. Fácil. Repitió triunfo. Es un escalador para el futuro próximo.
Gaudu fue el primero que vio el sol encima del mar de nubes sobre el que flotaba la meta. Lo que no vio fue la pelea por La Vuelta que se desarrollaba detrás. La inició Carthy, aunque sin tanto gas. Y la protagonizó Carapaz con una dentellada al cuello de Roglic a cuatro kilómetros del final. Al esloveno sólo le quedaba un peón, Kuus. Pero el estadounidense duró poco. Enseguida movió el codo. La señal de que el último gregario ya no podía más. Comenzaba el gran duelo. Roglic y, delante, Carapaz, todo ambición. Con el viento de cara como juez. Y ahí irrumpió el Movistar. La venganza que negarán.
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