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Jueves, 5 de abril 2018, 01:24
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La contrarreloj de 19,4 kilómetros (Lodosa- Lodosa) será decisiva este jueves de cara a la general de esta Itzulia. Es la primera vez celebra la crono -totalmente llana- a mitad de la ronda, algo que hará que la vuelta esté más movida. Todavía quedarán dos etapas montañosas, pero las diferencias entre los favoritos se conocerán hoy.
Los especialistas de esta modalidad, como Roglic, segundo en la general, pueden sacar tiempo a sus adversarios. Mikel Landa, por su parte, intentará hacer una buena contrarreloj, aunque tratará de perder el menos tiempo posible frente al esloveno Roglic.
Los escaladores deberán recuperar el tiempo perdido hoy en la montaña de los dos próximos días.
Parecía que el viento se había levantado dispuesto a organizar el desastre. En el puerto de Bermeo, los autobuses de los equipos formaban un dique multicolor. Formación defensiva. Se cobijaban del vendaval antes de la salida. Había remolinos. Los mecánicos andaban a vueltas con las bicicletas, que se caían a cada golpe de aire. Los ciclistas miraban a través de los cristales tintados. En esta profesión todos saben de meteorología. Había que ir hasta la otra punta de Euskadi, Villanueva de Valdegovía, un valle con forma de herradura incrustado en las paredes de Burgos. Y con el aire enfadado. Mal pronóstico. Contra el viento sólo puede la lluvia. Por una vez, el pelotón agradeció el agua, que luego calmó la tarde y dejó que todo llegara sin tropiezos a la meta. Allí, paradoja, ganó un australiano con fama de peligroso, Jay McCarthy. Supo leer bien el camino invisible que le trazaba el viento. Se ciñó a la valla derecha, cerró ese hueco y obligó a los demás, a Riabushenko, Kwiatowski, Albasini y Enrique Sanz, a abrirse a la izquierda, donde más soplaba el aire. Nadie le remontó. Sin necesidad de sacar el filo de sus codos, McCarthy ganó por piernas y velocidad. Resopló feliz.
Ese mismo viento espera en la contarreloj de Lodosa, el siguiente capítulo de esta Itzluia: 19 kilómetros horizontales. Alaphilippe, el líder, tiene ocho segundos de renta sobre Roglic, el subcampeón del mundo de la especialidad. A 39 está Gorka Izagirre, que se nota en crecimiento. A 43, Mikel Landa, que, pase lo que pase en Lodosa, incendiará las dos etapas siguientes. Es su naturaleza. Y a 54 segundos, quinto, figura Pello Bilbao, confirmado como miembro de la zona noble del ciclismo mundial. La carrera cabe en ese minuto en el que también resisten Mollard, Buchmann, Bardet, el joven Mas, Konrad, Quintana, Urán y Mollema. Los favoritos siguen de la mano en el ecuador de la Itzulia. El reloj les pasará revista en los llanos de Lodosa.
Antes de la contrarreloj que viene, había que salir contra el viento desde Bermeo. En el puerto, Pedro Horrillo, ex ciclista, filósofo y diseñador del recorrido, hacía sus cuentas: «Podíamos haber salido por otro sitio, pero mejor por las cuestas de Errigoiti y Morga. Así la fuga será buena», apuntaba. Acertó. La escapada siempre es buena si en ella va el belga Thomas de Gendt, una bestia que nunca mira atrás. Piernas de culturista. De profesión, fugado. Con él se fueron Jensen, otro de su especie, más Irisarri, Bagües, King, Carty, Smit y Sivakov, joven ruso y francés, hijo de un antiguo ciclista y mejor amateur de 2017. Por eso le ha fichado el Sky, el equipo que desenfunda su talonario en cuanto detecta un chispazo de talento.
Con la escapada hecha, el pelotón se relajó. Igual que el cielo, indeciso. Sol, lluvia, aire... Igor Antón, al paso por Galdakao, tuvo tiempo para parar y coger en brazos a su hija. Un instante en casa. Duró un parpapeo. Aún latía la tensión en el grupo. Delante, De Gendt no paraba. Nunca lo hace. Así ha ganado etapas en el Tour (Mont Ventoux), el Giro (Stelvio) y al sprint en la Vuelta (Gijón). No le gustan las aglomeraciones. Prefiere el ciclismo en solitario o en cuadrilla. Como la de Añana, hacia donde iba la carrera. A Valdegovía, donde apenas queda gente, donde quemaban las casas de los que se iban para que no volvieran. Aquí la naturaleza se impone y se duplica: mezcla de clima mediterráneo y atlántico. Encinas y hayas. Veranos de calor e inviernos de frío. Tiempo extremo. Así corría la etapa: o pegaba el viento o se calmaba cuando llovía.
Había que subir dos veces por Paúl, preciosa carretera en la que el paisaje campa a sus anchas. De Gendt apretó. Sólo Jensen tuvo pulmones para tanto. De Gendt es un torturador, pero esta vez se fumó sus piernas. Ni él se soportó. Tuvo que desistir. En el pelotón, el Sunweb desfilaba para preparar el sprint de Matthews. Pero no. Era un escenario demasido inquieto. Omar Fraile, lleno de ganas y vacío de fuerzas, sacó su tambor. Guerra. El sol había puesto a secar un momento al grupo. Para nada. Enseguira arreció otro chaparrón. Del cielo, del 'sky', aparecieron dos dorsales, Kwiatkowski y De la Cruz. Los dos querían cerrar la herida de haber perdido el lunes en Elkano sus opciones. El catalán atrapó a Jensen y tiró hacia Valdegovía. A por ellos salió un belga, Dylan Teuns. Dicen que puede ser un sucesor para Valverde. Parece un techo muy alto, aunque el chaval suena bien. Su padre le puso Dylan por el cantautor estadounidense.
El aire apagó todas las músicas de los fugados. También la de Alex Aranburu, el diamante guipuzcoano del Caja Rural que abrió en solitario el kilómetro final. Recto. Ahí seguía el viento. En la cara. Al fondo, la boca de la meta. Abierta. El pelotón se tragó a Aranburu. Y McCarthy, australiano valiente, agarró el filo de la valla derecha, la más protegida, y no lo soltó. En 2013 algo vio en él Bjarne Riis, que le fichó para el Saxo Bank. Lo mismo ha visto Sagan para llevárselo al Bora. Saben que es de los que no arruga, ni ante el soplido inquietante del viento.
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