Intxausti se retira «orgulloso» tras ser el único vizcaíno en liderar el Giro
En 2016, en su mejor momento y recién fichado por el Sky, la mononucleosis le frenó y tras luchar años contra la enfermedad decide colgar la bicicleta
El 9 de febrero de 2016, dos días después de subir como tercero al podio de la Vuelta a la Comunidad Valenciana con el maillot ... del Sky, Beñat Intxausti notó un nudo en la garganta mientras volaba a Canarias para entrenarse al sol de las islas. Pensó que eran unas inofensivas anginas. Y no. Era la primera erupción de la mononucleosis, un mal con apodo poético, 'la enfermedad del beso', que le ha impedido ser el ciclista que podría haber sido. Ahora, cerca ya de los 34 años y tras cuatro temporadas con las piernas en barbecho por culpa de ese virus, el ciclista vizcaíno anuncia su adiós. Lo hizo ayer en la sede bilbaína de Seguros Bilbao -donde se fraguó como corredor amateur- ante familiares, amigos y compañeros de pelotón como Igor Antón, Gorka Gerrikagoitia, Pello Bilbao, Roberto Laiseka, Matxin, Xabier Artetxe, Iker Camaño, Rubén Pérez, Mikel Madariaga.... De nuevo, a Intxausti se le hace un nudo en la garganta, aunque esta vez de emoción.
«Estoy orgulloso y satisfecho de todo lo que he conseguido en estos catorce años como ciclista profesional», subraya el corredor de Muxika después de recordarse de niño, en la cuneta de Montecalvo, en la Klasika de Primavera, en la meta de Amorebieta pidiendo autógrafos a sus ídolos. Pudo haber sido futbolista, hasta hizo una prueba con el Athletic, pero le llamó la bicicleta. «Creo que soy el único vizcaíno que ha sido líder del Giro», comenta. Acierta. Ese recuerdo rosa y su segundo puesto en la Vuelta al País Vasco de 2010 «son los mejores» trazos de su carrera. «En la Itzulia recibí el apoyo de la mejor afición del mundo».
«Me queda la pena de que el virus me atacó en mi mejor momento. Sientes rabia, impotencia»
La enfermedad
Le queda una «pena». El hueco que le dejó la enfermedad. «Cuando fiché por el Sky estaba en la mejor edad. Te da rabia. Sientes impotencia». Cuando le atrapó la mononucleosis todo se volvió oscuro. Intxausti, el mejor ciclista vasco de su generación, era un talento intermitente. Había ganado dos etapas en el Giro y había sido líder, maglia rosa, de la carrera italiana. El fichaje por el Sky tras su paso por el Nicolás Mateos, el Saunier Duval, el Euskaltel-Euskadi y el Movistar, le colocaba en la cima del ciclismo mundial. Su gran ocasión. De borrar todo ese futuro se encargó el virus. Como el ciego que recuerda la luz, Intxausti ha pasado cuatro años a tortas con un enemigo invisible, escurridizo y traidor. La mononucleosis le dejó creer que se había recuperado y, zas, volvió a atizarle. Del nudo en la garganta pasó a atarle con un nudo en las piernas. Sin fuerzas para acabar las carreras; ni siquiera para seguir a los juveniles.
«El primer año de la enfermedad te agarras a la esperanza de curarte. Pero luego llegué a desesperarme con las recaídas», confiesa. El Sky, que apenas pudo contar con él, le apoyó siempre. Hasta le renovó el contrato. «Dos años después del primer diagnóstico me dijeron que ya estaba curado, pero la tercera temporada tampoco me encontré bien». El virus le había vaciado. Aun así, se dio una última oportunidad en 2019 en el Euskad-Murias. Mejoró, pero no lo suficiente para entrar en el equipo de la Vuelta a España. «Ahí, el pasado verano, empecé a pensar que era el momento de la retirada».
Además de llevar la maglia rosa, ganó dos etapas en la ronda italiana y fue segundo en la Itzulia 2010
Palmarés
El recuerdo de Tondo
Su reloj se había quedado sin cuerda en febrero de 2016. Pero antes tuvo tiempo para rotular su nombre en la historia de este deporte. Como Paco Galdos, Miguel Induráin y Abraham Olano, Intxausti se vistió de líder del Giro de Italia. El 10 de mayo de 2013. Fue en Pescara, en un día de diluvio, en aquella etapa que tumbó a Wiggins. Bajo un cielo negro, el vizcaíno estuvo con los mejores. Salió a flote en el aguacero mientras Wiggins se hundía y se convirtió en el primer vizcaíno dueño de la maglia rosa. Le duró sólo hasta la contrarreloj de la jornada siguiente, en Saltara. Le durará siempre. Queda inscrito en el archivo del Giro. Su carrera.
En esa edición ganó la etapa de Ivrea. Ya era un ciclista con temple. Dejó hacer a Betancur y Samuel Sánchez en el puerto de Andrate y se pegó luego a Niemiec, Kangert y Gesink camino de la meta. Aguantó como los buenos tiradores. Alzó el periscopio. Midió. Y acertó con la arrancada. Al cruzar la pancarta de la que era su mejor victoria, la compartió de inmediato con Xavi Tondo, el amigo que le faltaba, fallecido dos años atrás atrapado por la puerta de un garaje en Sierra Nevada. Intxausti asistió a esa cruel escena. Tondo se desangró en sus brazos. En Ivrea ganaron los dos.
Y con el recuerdo del corredor catalán también venció en la etapa de Campitello Matesse en el Giro de 2015. Dictó otro curso de sangre fría, economizó las fuerzas mejor que Kruijswijk, Betancur, Vandewalle y Reichenbach, y así fue el único de los fugados al que no atrapó Mikel Landa, que subía descosido. Esa tarde, Intxausti se colocó además como mejor escalador de la ronda italiana. «Sabía que llegaría mi momento», declaró. Beñat había tenido paciencia con Intxausti. Había sabido esperarse. Al final de esa temporada anunció que dejaba el Movistar y se iba al Sky, el mejor equipo del mundo. Era el momento del gran salto. Iba a cumplir 30 años. La madurez. Hora de explotar su talento. La mononucleosis le quitó ese futuro, pero en la memoria resiste todo ese pasado del que Intxausti se siente tan «orgulloso».
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