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Una marea de 6.753 cicloturistas de la Clásica Bilbao-Bilbao inunda las carreteras de Bizkaia
La salida se ha dado a las 8:00 horas para los tres recorridos que ofrece la organización, de 85, 115 o 125 kilómetros
Aunque el pronóstico meteorológico soplaba en contra al anunciar lluvia, la Clásica Cicloturista Bilbao-Bilbao siempre rueda con el impulso de dos motores: la tradición ... de esta cita que nació en 1988 y, además, la afición multitudinaria a una modalidad de ciclismo que permite combinar a la perfección el deporte y el ocio. Por eso, el mal tiempo apenas ha rebajado el número de participantes. Si en 2022, en un domingo soleado, se reunieron 7.219 cicloturistas, en esta ocasión, con unos cuantos charcos en la carretera y algún que otro chaparrón, la cifra ha llegado a 6.753. La Bilbao-Bilbao tiene un aluvión de fieles que acuden cada año a su cita con la gran fiesta del cicloturismo.
Como si fuera ajena al cambio climático, la clásica bilbaína ha tenido viento y a ratos lluvia. Un rato antes del inicio de la salida –escalonada a partir de las 8:00 horas desde el Puente de Deusto–, todo eran cálculos sobre la ropa a llevar. «Va a levantar», pronosticaba un cicloturista de Banyolas. «Pero hay que llevar el chubasquero», se autoaconsejaba. Le ha hecho falta. Un café para coger 'chispa' y a pedalear. Con botines para proteger los pies del agua. Y con guantes. Por el borde de la ría hacia Plentzia y con los primeros repechos, muchos se han echado a la cuneta para quitarse ropa. La estufa del esfuerzo hacía su trabajo.
Cada participante ha elegido su ruta: la breve, de 85 kilómetros; la tradicional, de 115, y la que daba un rodeo por la subida al Vivero, de 125. En la Bilbao-Bilbao hay tiempo de sobra para charlar con los de la cuadrilla y con desconocidos que comparten afición. «Si sumas el precio de todas estas bicicletas... Menudo pastizal», calculaba Javi. Cierto. En este peculiar pelotón se mezclan algunos modelos como el suyo, que ronda los 12.000 euros, con, por ejemplo, la vieja y atractiva 'Zeus' con cuadro de acero que portaba otro participante. Un tesoro así no tiene precio; su valor es sentimental.
Dentro del estirado pelotón se veían zapatillas con suela de carbono que se acercan a los 400 euros y, al lado, otras de tenis. Cada uno a lo suyo. Y todos, los casi siete mil, en alegre hilera hacia Andraka y Unbe antes de bajar al avituallamiento en el Parque Tecnológico de Zamudio. Había que recuperar fuerzas para la parte más dura del recorrido. Esperaban los altos de Artebakarra, Morga y el Vivero. El cielo se aclaraba, pero no del todo. Las nubes no habían perdido sus ganas de empapar al pelotón, formado por maillots de clubes ciclistas de Catalunya, Madrid, Asturias, Cantabria, Euskadi... Y de Francia, Bélgica e Italia. La Bilbao-Bilbao vende imagen más allá de sus fronteras.
Como recordaba la megafonía de la meta, instalada en la Gran Vía, esta ciudad es capital del ciclismo desde 1868, cuando los primeros velocípedos rodaron por sus calles. Y en 1900 ya se impartieron clases de ciclismo en salón para mujeres. El ciclismo forma parte del paisaje sentimental de Bilbao, que fue muchos años el centro de la Vuelta a España y que el próximo 1 de julio dará la Gran Salida del Tour de Francia 2023. Christiam Prudhomme, director de la Grande Boucle, estará presente el miércoles en el acto, junto al ayuntamiento, que dará inicio a la cuenta atrás a cien días del comienzo de la gran carrera. El directivo francés siempre destaca la «pasión» de los vascos por este deporte.
Hay que cuidarlo. El paso del Tour por Euskadi es una oportunidad para relanzar el ciclismo vasco. Lo necesita. La cantera busca relevo en un entorno de baja natalidad; Las carreras de categorías inferiores se sostienen gracias al impulso altruista de los clubes locales... Bilbao cuenta con la clásica cicloturista que difunde su nombre y que atrae cada año a miles de aficionados. La Clásica forma parte de su patrimonio. Es su fiesta sobre ruedas.
«Como ha llovido, se nota que la mayoría va con más cuidado», agradece Philippe Govaert, que ha dirigido la prueba. Sobre las 12:20 horas ha aparecido en la Gran Vía la avanzadilla del pelotón. «¡Las manos en el manillar!», aconsejaban desde la organización. Pero no es fácil resistirse a levantar los brazos bajo la pancarta de meta. Algunos entraban abrazados, como hacen los ciclistas profesionales cuando quieren compartir un triunfo. Así es la Bilbao-Bilbao, donde todos ganan porque no se trata de competir.
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