Un volcán de erupción tardía

El plantel ruso fue un volcán de erupción tardía. Permaneció en tensa calama hasta avanzado el tercer cuarto, sin encontrar ni esa velocidad de ejecución ni esa energía desbordante que encabezan el decálogo de Itoudis. El preparador griego parecía, por momentos, un técnico sumido en demasiadas preocupaciones, taciturno y huérfano de ese genio rabioso que le caracteriza. Como si se entregara al destino funesto que espera a aquellos que pierden en un club que solo entiende de ganar. Al final, un torneo instantáneo como el que acoge el Buesa Arena termina por ser patrimonio de los jugadores. La estrategia de la pizarra tendrá siempre su espacio, pero no menos importante es la elección de los actores. El CSKA e Itoudis terminaron por encontrar a su actor principal, un Nando De Colo que tiene el Buesa Arena como una de sus canchas talismán. En este escenario fue un factor decisivo para romper la resistencia del Baskonia en los últimos choques de la eliminatoria de cuartos y ayer volvió a resucitar a su equipo.

Se desangraba el CSKA en pleno tercer cuarto mientras arreciaba el recital de Causeur, capaz de brillar de manera sobresaliente dentro de su cuota restringida de minutos. El actor secundario quería ascender a estrella, quizás recordando su papel en la pasada final de Belgrado, pero no lo consideró así Pablo Laso. El escolta francés sumó una canasta doble que marcaba la máxima distancia del Real Madrid en el marcador (51-65, minuto 27). Fue el momento en que Nando De Colo decidió ajustarse la capa de Superman. Un triple seguido de dos tiros libres, el apoyo de Sergio Rodríguez, hasta entonces el foco de combustión más efectivo del CSKA. Decidió el hombre mejor pagado de la plantilla moscovita que el Chacho no podía seguir caminando solo. El equipo de Itoudis comenzó a reagruparse para cerrar el tercer cuarto con un 65-73.

Era un acercamiento peligroso, similar al que había concedido el Real Madrid en algunos tramos de la primera parte, cuando mandaba Campazzo al timón, Tavares percutía sin piedad desde sus 221 centímetros y Causeur se resistía a permanecer en el anonimato mientras el desacierto de Llull quedaba en un segundo plano. El dominio que habían mantenido en el rebote los blancos comenzó a flaquear. Hunter encontró brechas para sumar puntos gracias a su arrojo en el rebote ofensivo. El CSKA continuaba con su escalada mientras su pulso seguía en plena aceleración y su temperatura en aumento. El Real Madrid no encontraba referentes claros ni puntos. Devolvió Laso a escena a Campazzo y Tavares con un 73-78 que todavía mantenía por delante a su equipo a siete minutos del final. Poco después de pisar la cancha de juego, el gigante caboverdiano cometía su cuarta personal. De Colo se adueñaba del decorado, lanzaba un tiro libre bajo una bocina inoportuna que sonó por error. Los colegiados optan por que se repita el lanzamiento. De Colo anota el 75-78, Pablo Laso redobla sus protestas y la colegiada Anne Panther, debutante sin complejos en una Final Four, lo fulmina con una técnica.

La escena de alta tensión arbitral fue el giro definitivo del encuentro, el anuncio de que el CSKA volvía al encuentro para ganarlo y que el Real Madrid debía encontrar respuestas de manera inmediata. Clyburn igualó con cuatro puntos consecutivos un encuentro que comenzaba a regalar canastas de factura extrema (80-80, minuto 37). Taylor y Randolph buscaban reactivar la cuenta merengue. El 82-85 a dos minutos del cierre invitaba a pensar que los de Laso recuperaban el camino. Una impresión errónea gracias a De Colo, listo para romper el partido con un triple brutal y dos tiros libres que dejaban un 89-85 a 45 segundos de la conclusión.

El Real Madrid necesitaba un milagro y se aferró a un Llull que había gastado munición sin demasiado juicio. Dos tiros libres de Sergio Rodríguez elevan el 91-87 al luminoso, el menorquín reclama el foco único para ensayar uno de sus triples imposibles y meterlo para dejar con la boca abierta a todo el personal. Higgins templa el pulso desde la línea de 4,60 metros para reabrir la brecha de tres puntos (93-90) con 14 segundos por gastar y Llull se decantó por redoblar la apuesta. El balón escupe el aro. Una sola diana después de diez intentos desde más allá de 6,75 para el jugador mahonés. Una ineficacia mortal, por mucho que el único acierto hubiera sido un fogonazo de esperanza.