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Las bolaris buscan su sitio en Bizkaia
Una treintena de mujeres compite en la modalidad de 'bolos a katxete', un juego con 150 años de historia reservado hasta hace poco a los hombres
Seguramente los bolos sean una de las distracciones más antiguas de la humanidad. Porque lo de abatir un palo erguido con tiro certero a cierta ... distancia es algo casi inherente a nuestro código como especie. Ensayo militar, puro ocio, reconocimiento del bolo como tótem, como menhir, como mojón que separa jurisdicciones y formas de ver el mundo. En casi todas las culturas se ha venido jugando a los bolos. De mil formas distintas, más sencillas o más complicadas. Aquí, en Bizkaia, ese empeño común en derribar peones desde lejos siempre ha tenido mucho auge. En las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX existía una bolera casi en cada barrio. Jugaban los hombres, las cosas como son, y se apostaban la jarra de txakoli o la sidra que estaban consumiendo. Fue así hasta que el fútbol eclipsó a la mayoría de los deportes y juegos populares como este.
Luego se empezaron a construir boleras de modalidades hasta entonces desconocidas y se creó la federación provincial y los clubes bolísticos que organizaban sus respectivas competiciones masculinas. Hoy por hoy, la mayoría de las especialidades autóctonas que se practicaban en Bizkaia han desaparecido y las boleras que quedan están en zonas eminentemente rurales, casi escondidas y al amparo de alguna ermita y fiesta anual. Una de las quince disciplinas censadas es el juego de 'bolos a katxete', que arraigó en su momento en un grupo de municipios vizcaínos de la margen izquierda del Nervión – Barakaldo, Trapagarán, Abanto-Zierbena, Ortuella, Muskiz, Santurtzi, Portugalete y Sestao–, y que se llama así porque la bola se lanza de forma lateral, como dando un cachete. Se conservan siete boleras o carrejos donde de mayo y octubre se juega con regularidad, y hay otros dos más que podrían estar en condiciones de ser utilizados si se recuperan.
Entre aldeanos
Hay documentos que constatan que los 'bolos a katxete' han servido de entretenimiento en esta zona desde 1865. Al principio, entre aldeanos, cuando laboraban en las eras. Quizá no era un pasatiempo bien visto por las clases altas de la sociedad. Demasiado arcaico, demasiado rústico, demasiado alejado de la pompa. Lo cierto es que la burguesía no era aficionada a jugar. En la actualidad sigue habiendo más de medio millar de jugadores, pero la gran novedad es que una treintena de mujeres de entre 24 y 67 años, porque aquí la edad no es una barrera, compiten ya con todas las de la ley, es decir, en sus propios campeonatos, gracias al impulso de las mujeres de la asociación cultural Punta Lucero, que trabaja por promover, fomentar y difundir toda manifestación artística, cultural, tradicional y folclórica relacionadas con la localidad de Zierbena.
La actual campeona de Euskadi es Verónica Zurdo, natural de Urioste. Lo lleva siendo dos veces. Ainhoa Hernández, concejala del Ayuntamiento de Ortuella, se hizo con el Master Petronor en 2017 y Marga Martínez, integrante del colectivo Punta Lucero, fue una de las pioneras en el 'katxete' en Zierbena. «Orgullosas» dicen sentirse las tres por haberse sumado a una tradición que han mamado desde niñas en la zona, aunque hasta hace poco, como meras espectadoras. «Seguramente a los chicos les pareció raro que quisiéramos competir, pero la verdad es que ha habido una muy buena aceptación por su parte. Nos han ayudado mucho y el ambiente en los concursos es estupendo. Nos animan muchísimo», indica Marga.
Madera de guayacán
No son frenéticos, precisamente, los bolos a 'katxete' como ninguna de las otras modalidades. Exigen concentración particular, un tiempo para pausar la respiración. Veamos. Cada jugadora cuenta con dos bolas elaboradas en madera de guayacán, una de las más duras del mundo. «El bolari toma una con la mano extendida, coloca el pie del mismo lado de la mano con la que va a tirar apoyado en la piedra del tire, apunta hacia los seis bolos de madera de encina armados sobre el taco en forma de uve invertida, extiende el brazo hacia atrás y lanza con fuerza la bola contra los bolos. Estos se esparcen por el carrejo. Los que rebasan la primera raya valen un punto y los que superan la segunda, dos. Los partidos y competiciones entre dos jugadores se suelen jugar a 200 o 250 bolos. El primero que llegue a esa cifra es el ganador», explica Carlos Glaria, del departamento de Etnografía del Instituto Labayru.
«La pena es que en tres minutos te juegas el entrenamiento, el principal hándicap que las mujeres tenemos en este deporte son los nervios», explica Verónica Zurdo, que solía acompañar a su marido en los partidos, pero nunca había tirado. «Conseguí mi primera medalla en el carrejo que hay en la playa de La Arena y a partir de ahí he sido muy cabezota y sigo a pie de cañón. Hasta ahora sólo acompañaba a Aitor, mi marido, cuando iba a jugar él. Así durante veinte años». «¿Alguien les prohibía jugar antes? No, pero esto es como todo. ¿Por qué antes no había mujeres pelotaris? ¿Alguien les prohibía jugar a pelota a mano? Pues no... Pero estábamos acostumbrados a los estatus y las cosas eran así», plantea Roberto Ruiz, representante de la modalidad a 'katxete' en la Federación vizcaína de Bolos.
«A lo que los chicos les suele crispar o dudar, en este deporte y en otros, es que compitas con ellos. Pero cuando ya hay un campeonato masculino y otro femenino dentro de la misma disciplina, no suele haber quejas», asegura Ainhoa Hernández. «Aunque hay que reconocer que nosotras seguimos yendo más a verles a ellos que al contrario», apuntan estas tres bolaris que, más que ganar, buscan «mantener este juego en Bizkaia, ahora que ha costado tanto establecerlo entre las chicas».
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