La campeona que corre por las páginas de los libros
La alicantina Carolina Fernández Ortuño, médico de profesión, anhela verse en las calles de la Ciudad Blanca, una de sus obras fetiches
Minutos antes del arranque de la rueda de prensa oficial, Carolina Fernández Ortuño, única española profesional en el Ironman vitoriano, bromeaba sobre el abismo entre ... sus méritos y los de sus competidoras. «Han ganado Campeonatos del Mundo, medallas olímpicas... yo soy la campeona de mi casa», explicaba con franqueza. En realidad, su encaje en la categoría profesional es más una muestra de su deseo y tesón, además de una proclama de sus ambiciones, que un reflejo real de su día a día. Porque esos largos entrenamientos de natación, bici y correr los compagina con su trabajo de anestesista en el Hospital Sant Joan de Alicante.
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Pero quiere ser tan 'válida' como la palabra que preside su camiseta. Porque tiene el «honor» de ser participar en el «mejor Ironman del mundo». Así de claro lo ve. «Simplemente es la sensación que tengo al competir aquí. Landa es una piscina, el paraje de la bici es difícil de encontrar. Y qué decir de correr el maratón por el centro de la Ciudad Blanca», se confiesa esta ávida lectora, que antes de callejear al trote por las calles de Vitoria se las conocía al dedillo gracias a las novelas de Eva García Saénz de Urturi.
Viene de quedar undécima en la prueba de Texas y aspira a repetir ese desempeño en Vitoria. Aunque correr en la que considera su casa deportiva –nació en Sevilla y se crió en Elda– es tan ilusionante que le sitúa en un escenario inesperado. «Siempre he ido sin presión, pero estando aquí tengo más nervios», confiesa.
Lo difícil es divertirse
Bien es cierto que el resto de competidoras también se confiesan mortales. Hay que serlo para lanzarse a una prueba que, por mucho que ofrezca un recorrido envidiable, exprime al máximo físicos sin una gota de grasa y con ese moreno característico de los que pasan muchas horas pedaleando bajo un sol de justicia. «Si te estás divirtiendo durante la prueba es que vas muy despacio», bromea Anne Haug, a la que contempla un Mundial de la disciplina logrado en 2019. A sus 42 años lleva dos décadas en activo, pero mantiene esa prudencia de las grandes campeonas. «Después de veinte años sigo teniendo un poco de miedo porque es una distancia enorme», concede. Sus resultados recientes tampoco impulsan su optimismo, aunque el hecho de correr en España –vivió en Canarias– le motiva para cambiar esa trayectoria.
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Esa curva de desempeño es la opuesta a la de Marjolaine Pierré. Viene de colgarse el oro en la prueba de media distancia de Aix en Provence y, sobre todo, en el Mundial de larga distancia celebrado hace menos de un mes en Pontevedra. Su segundo título tras el logrado en Ibiza hace dos años. Tal vez por eso se lanza primero a hablar en castellano. «Mi madre es profesora de español», avisa. Luego, ya en el inglés que guía una prueba internacional, reconoce cierta incertidumbre por tener que afrontar una prueba tan exigente, pero también la motivación de llevarse una de las plazas para el Mundial Ironman de otoño en Hawai. Las sonrisas se mantienen para las fotos mientras miran al cielo. Que no llueva, pero que tampoco haga demasiado calor. Solo les queda esperar.
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