Vidarte: «Fue ante todo un profesional muy libre y con una gran creatividad»
El exdirector del Guggenheim destaca la capacidad del arquitecto para ajustar la obra al presupuesto «sin que perdiera su esencia»
Juan Ignacio Vidarte, director del Guggenheim desde sus inicios hasta el pasado mes de abril, es la persona que mejor conoce a Frank Gehry y ... la brillante huella dejada por el arquitecto en Bilbao. Anoche, tras conocer su fallecimiento y confesar en una conversación con este periódico la inmensa «pérdida» que supone para la historia del museo y de la ciudad, se declaró un «afortunado» por haber tenido el «privilegio» de haber conocido a uno de los grandes urbanistas del último siglo, con quien mantuvo una «estrecha» relación profesional y personal desde que se conocieron. Fue en 1991, año en el que se sentaron las bases del edificio más icónico de Euskadi, a la postre toda una referencia de la arquitectura de vanguardia en el mundo. «Fue un profesional ante todo muy libre para afrontar los proyectos. Lo hacía con una gran creatividad, pero consciente de que tenía que responder a una determinada función como arquitecto», explica Vidarte a EL CORREO.
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A la hora de repasar esos 35 años de trabajo codo con codo en Bilbao y en los últimos tiempos en el Guggenheim de Abu Dhabi, del que Gehry llevaba también las riendas de su diseño, Vidarte destaca dos señas de identidad de su trabajo que describen lo «buen» arquitecto que era. Uno, su capacidad para ajustar la obra al presupuesto, clave en las construcciones de edificios con firmas de renombre. «Él tenía claras las prioridades. Sabía de lo que prescindir sin que nadie tuviera que decirle nada. Pero sin perder la esencia», explicó.
El segundo argumento le lleva a rescatar la «anécdota» del titanio tan característico del Guggenheim de Bilbao, aunque no era el material que originalmente se había pensado para cubrir el edificio. En realidad, fue una decisión adoptada «a última hora», poco antes de sacar la obra a licitación.
La plancha del titanio
En los primeros diseños, se apostó por una aleación de zinc y plomo, pero se descartó por cuestiones medioambientales. La alternativa que representaba el acero no le convencía. «Un día nos trajo una chapa de titanio» que cambió la historia del museo y de la propia ciudad. Ese material, cuyo brillo cambiaba con la luz, tenía un problema y era el precio. Los promotores del museo decidieron confiar en él, siempre y cuando la incorporación del titanio se ajustara al presupuesto. «Y lo consiguió. Fue creativo y, a la vez, pragmático», destacó Vidarte, que se mantiene como director emérito con funciones consultivas en el Guggenheim, participando en las reuniones de su patronato y en la Fundación.
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El pasado mes de abril, Juan Ignacio Vidarte compartió una visita de obra en Abu Dhabi con Gehry, quien se desplazó desde Estados Unidos hasta la capital de los Emiratos Árabes a pesar de su delicado estado de salud. Pero sus 96 años no fueron al final un obstáculo para volver a hacer gala de una energía contagiosa y envidiable a su edad a los ojos de los presentes. Se calzó las botas y, haciendo un «enorme esfuerzo», completó el trabajo.
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