Hovik Keuchkerian lamenta en una entrevista la tiranía del algoritmo, «la esclavitud del espectador, al que hay que enganchar en los primeros diez minutos». «Estamos ... sometidos a que pasen cosas, y yo necesito entrar de otra manera». Sus declaraciones parecen ilustrar los males de 'Dos tumbas', la serie de la que es uno de los protagonistas y que, cómo no, se encuentra entre lo más visto de Netflix. Un thriller en tres episodios con la gran Kiti Mánver como abuela vengativa, que parte de la desaparición de dos chicas en una noche de fiesta. Un disparate que ejemplifica los males de buena parte de la ficción que desarrollan las plataformas, más preocupadas por retener tiempo al espectador frente a la pantalla que por la calidad artística del producto.
Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, los escritores detrás del seudónimo de Carmen Mola, firman el guion de 'Dos tumbas'. No he leído ninguno de los libros de la inspectora Elena Blanco, pero espero que el personaje resulte más verosímil que el de Kiti Mánver, nómada hippy de joven y profesora de música en su madurez, residente en un chalé con piscina digno de revista de decoración. Una reencarnación de Charles Bronson, capaz de golpear con martillos y clavar tijeras como si estuviera en una película de Park Chan-wook.
'Dos tumbas' transcurre en Frigiliana, pero solo Álvaro Morte en el rol de mafioso habla con acento andaluz en el pintoresco pueblo. No se saca provecho de la idiosincrasia local, no existen apuntes costumbristas, ni perspicacia en la psicología de los personajes, ni originalidad en el desarrollo de la enésima intriga de chicas desaparecidas. Solo funciona como placebo para ver con un ojo mientras se plancha o se viaja en el metro.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión