Estudié un año en el Instituto San Telmo. Sin duda, una de las experiencias formativas más enriquecedoras que he tenido. Algo por lo que siempre ... estaré agradecido. Allí funcionan con casos: El 'caso GHD', el 'caso Zurita' o el 'caso Mayoral', por ejemplo. Cada caso presenta un dilema en un área concreta: comunicación, finanzas, dirección... El alumno recibe una carpeta repleta de información y situaciones que le deben llevar a tomar una decisión. Y, normalmente, hay un dato esencial que debe guiar el razonamiento.
Ayer leí que Netflix se está planteando poner fin a las cuentas compartidas y me acordé de San Telmo. El 'caso Netflix', pensé. Venga, ¿jugamos? Pónganse en la piel del dueño de Netflix. Usted tiene que tomar la decisión: ¿Permitimos que cuatro colegas que viven cada uno en una punta de España compartan una cuenta o, por el contrario, cortamos el grifo y hacemos que pague cada uno ocho euros en vez de dos?
No es una decisión fácil, ¿verdad? Por un lado, se supone que lo de compartir cuentas está pensado para miembros de una familia. Es decir, para que si los padres quieren ver 'Detrás de sus ojos' (un error, por cierto) y los hijos 'Transformers: Cyberverse' (un acierto), no haya peleas innecesarias. ¿Qué ocurre de verdad? Que todos compartimos cuentas con amigos, hermanos y primos. ¿Qué pasa si bloquean la opción de compartir? Pues o que multiplican sus ingresos o que pierden suscriptores a chorro.
¿Qué, han tomado su decisión? Lo bonito de los casos de San Telmo es que no hay una solución ganadora. Hay que tomar una decisión bien meditada. Algo de lo que no te arrepientas. ¿Que qué haría yo? Pues acabo de terminar 'Detrás de sus ojos' y ahora mismo creo que Netflix no debería existir. Rediós.
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