Mi hija tiene dos años y hace trampas al parchís: lanza el dado las veces que haga falta hasta que sale un dos, porque tiene ... dos años. Cualquier otro número no le vale. «Es que tengo dos», dice como si entonara una obviedad universal. La suerte es una cosa y la probabilidad, otra. A ella le da igual la suerte y por eso tira de intuición y de matemáticas. Y cuando acaba la partida -que nunca gana, claro-, se sienta en el sillón a leer uno de sus cuentos. «¿Y qué pasó, papá?», pregunta una y otra vez.
La 2 es como mi hija: su logro no es ganar, es querer. Como el escalador George Herbert Mallory, que cuando le preguntaron por qué quería coronar el Everest respondió «porque está ahí». Un chascarrillo de trivial que aprendí el jueves, en el primer episodio de 'El condensador de Fluzo', un programa de divulgación histórica presentado por Juan Gómez-Jurado. Aunque, si me permite el escritor, el éxito radica en el equipo de profesionales y colaboradores que cuentan a las mil maravillas los capítulos de nuestra vida.
'El condensador de Fluzo' (el nombre del programa es un guiño genial a 'Regreso al futuro') es una clase magistral por la que pasan profesores como Javier Traité, Javier Cansado, Sara Rubayo, Marga Sánchez, Miguel Iríbar y los chicos de Ad Absurdum. Una hora frenética de viajes en el tiempo para aprender, reflexionar y divertirse. Un programa hecho con talento y cariño que, sin duda, merece un aplauso.
'Página 2', 'Órbita Laika' y 'El condensador de Fluzo', para mí, son los tres programas imprescindibles de la televisión actual. ¿Que no ganan en audiencia? Hay otras formas de ganar, amigos. Y, a veces, sacar un dos siempre es la mejor manera de avanzar poco a poco, disfrutando del camino.
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