Eva Morera, que aparece vestida de época en la imagen, es una devota de la autora de 'Orgullo y prejuicio'. E. C.
Lecturas

Una vida con Jane Austen

'Evelyn y Lizzy'. ·

La primera novela de Eva Morera es una carta de amor dirigida a la autora británica y también una actualización de su legado

Iñigo Linaje

Sábado, 20 de septiembre 2025, 00:02

Suena un tema de Cranberries en el parque José Antonio Labordeta. La canción habla de amores ideales e imposibles: de encuentros, desencuentros y nomeolvides. El ... contrapunto a la tarde soleada y al paso de los transeúntes por avenidas de rosas y cipreses lo pone la voz delicada de Dolores O'Riordan al entonar la melodía de 'Empty'. Hasta que empieza a llover. Hay algo adictivo en la voz torturada de la cantante irlandesa, lo mismo que en los libros. Adictivas, aunque no sean novedad, son las novelas de Jane Austen para Eva Morera (Zaragoza, 36 años) desde que en la adolescencia descubrió a la autora británica y quedó prendada de su biografía y sus personajes.

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Eva Morera Gracia, aparte de lectora disciplinada, es documentalista y trabaja de bibliotecaria en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Zaragoza, un lugar aséptico -quizás- para alguien que profesa un amor carnal por las palabras. Su primera novela, 'Evelyn y Lizzy' (Pregunta) es un homenaje a su admirada Jane Austen (1775-1817), de la que el próximo 16 de diciembre se cumple el 250 aniversario de su nacimiento.

Sentada frente a un café con leche -y en un silencio acunado por el canto de los pájaros y las confidencias compartidas- la escritora se siente infinitamente feliz con su primer libro. Como si hubiese materializado un sueño inverosímil. «Escribí el libro para mí, pero no pensé en publicarlo. Fueron mis padres, después de leerlo, los que me animaron a hacerlo», asevera. En realidad, su escritura respondió más a una coyuntura puntual y a un periodo forzado de introspección -la pandemia- que a un propósito premeditado: «Para escapar un poco del drama que estábamos viviendo, me metí en mis novelas y en mis acuarelas, aunque hacía tiempo quería homenajear a Austen de alguna manera», reconoce.

Directora del club de lectura 'El rincón del romántico', desde donde ha dado visibilidad a la obra de su heroína, en el timbre de voz de Eva hay un entusiasmo juvenil y contagioso: esa alegría encendida de haber hecho realidad un sueño largamente esperado. Su novela no es solo un tributo a Jane Austen (en el que concurren dos de sus personajes), sino una hermosa carta de amor y una actualización de su legado. Y, al mismo tiempo, una exposición en clave moderna de sus presupuestos estéticos y morales que enlazaba -directamente- con la biografía de la aragonesa. Como señala la escritora, «entrar en contacto con ella -con su vida y sus novelas- me ayudó a reafirmarme como persona».

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Morera llegó a los libros de Austen cuando estudiaba en la universidad, y en ellos encontró un alma gemela: «Descubrí a una mujer con la que me identifiqué de inmediato y a la que me quería parecer. Fue una revolucionaria para su época. En aquel momento no estaba bien visto que una mujer publicase libros. Ella lo hizo. Y tampoco se casó», dice la autora, que, sin quererlo, se retrata a sí misma. Y puntualiza: «Conocerla me ha ayudado a ser como soy. No sería la misma persona de no haberla leído… A veces me veo sola en medio de esta sociedad. Soy sensible y me cuesta encontrar personas afines». Solitaria e independiente, Austen tuvo una vida breve -murió a los 41- y un puñado de amores desdichados, pero pasó a la historia de la literatura con obras como 'Emma' u 'Orgullo y prejuicio'.

Referencias autobiográficas

'Evelyn y Lizzy', que está llena de referencias autobiográficas («Hay mucho de mí en ella; de hecho, cuando salió tuve una sensación de vértigo») y homenajea a lectores y bibliotecas, discurre en buena parte en el parque en el que estamos: en este enorme jardín repleto de abedules y fuentes y escalinatas y rosas, una réplica -señala la autora- de los grandes jardines del romanticismo europeo. El libro está lleno de relatos que se retroalimentan, de diálogos teatrales y cartas, de aforismos y poemas: «Te quiero no por ser quien eres, sino por ser quien soy cuando estoy contigo», escribe al final de esta obra miscelánea, de amplio abanico genérico, porque no le gusta cerrarse -dice- en un solo formato.

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Tampoco le gusta a Morera que la encasillen por su sensibilidad o sus querencias literarias decimonónicas. «No soy de este siglo», afirma con la más expresiva de las sonrisas. «No me acabo de encontrar aquí… Parece que no tenemos tiempo para hablar ni escuchar nuestros sentimientos… No se reflexiona, todo es demasiado rápido en esta sociedad, aunque los problemas son los mismos que hace trescientos años».

No cesa la lluvia y Eva se despide y se marcha bajo un paraguas transparente mientras cierran las primeras casetas de la feria. Va a refugiarse en la habitación propia que hace un siglo inventó Virginia Woolf -y que todos necesitamos- donde concibió secretamente su homenaje. Ese espacio sagrado poblado de palabras y pensamientos: arcadia de un mundo insensible que -hace tiempo- dejó de escribir cartas de amor.

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