Murmullo
Guillermo Gómez Muñoz
Sábado, 3 de febrero 2024, 00:01
Murmullo, susurro, cuchicheo, siseo, runrún… Las palabras que los hablantes hemos consolidado como descriptores de la conversación entre dientes encierran, en sus significantes, la sonoridad ... propia de los secretos. Todas ellas se construyen a partir de raíces onomatopéyicas que imitan la caricia o el traspié de las palabras entre los labios cuando se susurran al oído.
El ronroneo nasal del verbo murmurar procede del latín tardío 'murmurare' y se atestigua ya en Berceo (s. XIII), aunque alternando con un 'mormurar' vulgar. Al sustantivo murmullo le costó un poco más asentarse en su forma moderna y alternó con múltiples variantes como 'murmurio, mormorio, mormullo o murmujo'. La etimología del término nos remite a una raíz onomatopéyica reduplicada de origen indoeuropeo que deja su huella en palabras de esta familia lingüística, como el griego o el sánscrito.
Pero más allá del significado habitual, recientemente me he topado con una acepción alternativa del término. Se denomina también murmullo o murmuración a esas acumulaciones de estorninos que en ocasiones nublan los cielos. Esa coreografía perfectamente sincronizada es como un susurro de cientos o miles de alas. Mientras vuelan, quizás murmuren sobre nosotros, esos seres diminutos e insignificantes que deambulan por las aceras. Como hormigas, construyendo hormigueros en el aire.
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