Juan Tallón o teología de la prisa
Sátira ·
Una novela que se lee de un tirón sobre el actual vértigo de la vida urbana y la incapacidad para gestionar nuestro tiempoLa distinción entre el concepto de 'lo urgente' y el de 'lo importante' que formuló en su día Dwight D. Eisenhower lo convirtió en un ... apóstol contemporáneo de la llamada 'gestión del tiempo' y dio lugar a una suerte de método -'la matriz de Eisenhower'- que establece cuatro combinaciones prácticas para catalogar las tareas tanto excepcionales como cotidianas que reclaman nuestra atención y esfuerzo: las que son urgentes e importantes, las que son importantes pero no urgentes, las que son urgentes pero no importantes y las que carecen tanto de urgencia como de importancia. Es esa canónica y utilitaria clasificación la que subyace bajo la trama argumental de 'Mil cosas', la nueva entrega narrativa del escritor orensano Juan Tallón. Los personajes de esta breve novela viven absorbidos por la vorágine estresante de la vida actual en una metrópoli y ven cómo esta se hace más insufrible gracias a que no saben diferenciar entre esas categorías que el antiguo presidente de los Estados Unidos establecía en su famosa y celebrada tabla.
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Dichos protagonistas son los que forman una pareja, Anne y Travis, padres de un bebé de meses, Iván, cuyo absorbente y desquiciante cuidado ella compagina con el trabajo en una clásica oficina de atención al cliente en la que mantiene una relación problemática con algunos de sus compañeros. A su vez él se gana el sueldo en una revista, en la cual no las tiene todas consigo y que le inspira la agobiante sensación, vigente hasta el final del libro, de que le pueden decir en cualquier momento que «está despedido». El texto discurre en un ágil y desenfadado presente de omnisciente tercera persona, en el que se van alternando los planos en los que se mueve él con aquellos en los que se mueve ella. Se encuentran en vísperas de tomar las vacaciones, en un tramo temporal de unas dieciséis horas, en el espacio escénico de una ciudad que podría ser cualquier ciudad del mundo por las referencias que se nos brindan de ella (calle del Doctor Fleming, calle Dakota, Avenida Marco Aurelio…) y bajo un sofocante calor que ya en la primera página llega a los 36 grados de temperatura.
La novela arranca con Travis llegando, en un maltratado Mitsubishi Lancer, a la puerta de una farmacia en la que ya no podrá comprar los pañales que necesita para su niño porque acaban de echar el cierre hace un minuto escaso. Contrariado, el tipo, que se halla en el ecuador de la treintena, se lamenta de no haberse ahorrado en su trayecto los rituales cotidianos que lo han aplazado: «…si no se hubiera detenido a lavarse las manos antes de abandonar el trabajo, (…) o si no hubiese cedido el paso en una rotonda a un par de coches que venían despacio…». El potencial es un recurrente tiempo verbal ya en la presentación de los dos antiheroicos héroes de la novela. De la misma manera que su compañero, Anne se lamenta en su domicilio, donde le espera, de no tener nada en el frigorífico con lo que compartir con él la mesa: «Si siempre supiese lo que hay, si tuviese un plan para cada cena, su existencia sería más fácil, y hasta puede que tuviese un sentido el universo».
Aunque no lo cita, Eisenhower y su diagrama acuden en socorro de nuestro hombre cuando cae en la cuenta de que puede conseguir los dichosos pañales en un Carrefour Express aunque no sean de la marca y la calidad que habitualmente compra. Y, de la misma forma, el mandatario norteamericano acude en auxilio de la protagonista cuando decide despedirse secamente de una madre aburrida y mareante que la llama por teléfono para pasar el rato y sin tener nada serio que contar.
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La lentitud desesperante de los semáforos cuando se llega tarde a una cita, la distracción gratuita de las llamadas ociosas o de alguien que se equivoca de número, el odioso tedio de las colas ante las ventanillas o los típicos trámites burocráticos de obligado cumplimiento conforman el material con el que Juan Tallón ha construido este relato lineal que apenas alcanza el centenar y medio de páginas y que se lee de un tirón, a la manera de un 'thriller' de suspense, si bien con la relajación que introducen las notas de un humor negro que a la vez será capaz de depararnos un tragicómico y sorpresivo desenlace.
'Mil cosas' es, en fin, una ligera alegoría del mal que intentó paliar Eisenhower; de la 'mediocridad delirante' que denunció Magnus Enzensberger en nuestra civilización o de la modernidad líquida sobre la que teorizó Zygmunt Bauman. Y es una sátira sobre la irracionalidad con la que hemos elevado la prisa por la prisa a tótem social y a categoría teológica.
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'Amigos de paso' Christopher Isherwood
El autor que se convierte en su personaje
Javier Ortiz de Lazcano
Fue editado en 1945 en Estados Unidos como 'Prater Violet', pero es uno de esos raros casos en los que la edición en español no sólo mejora el título, sino que le da una resonancia poética con el muy acertado 'Amigos de paso'. Los episodios que conforman esta novela abarcan doce años en la vida del escritor Christopher Isherwood (Reino Unido, 1904-Estados Unidos, 1986), autor de 'Goodbye to Berlin' (1939) que inspiró el musical 'Cabaret'. En 'Amigos de paso' se coloca en una perspectiva poco común: se convierte en su propio personaje, en narrador de su propio camino.
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Y lo hace en cuatro escenarios distintos en tiempos turbulentos. Berlín en 1928, una pequeña y deshabitada isla griega en 1933, el Londres prebélico de 1938 y la pujante California de 1940. De cada sitio el autor recuerda a la persona en torno a la que gravitó aquella etapa de su vida: el estirado y solitario señor Lancaster; el rico Ambrose, desencantado de la intolerancia de Inglaterra con la homosexualidad; Waldemar, un buscavidas que trata de huir de Alemania, y Paul, un gigoló estadounidense que vende su encanto a los adinerados personajes que pueblan la industria del cine. La homosexualidad tiene una presencia latente en la obra, sin llegar a la importancia que tuvo en 'Un hombre soltero' (1965). Estamos ante una obra que brilla por su exquisita sutileza y con una gran carga emocional. Está repleta de instantes que se saborean como caviar literario.
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'Prófugos' Edgardo Cozarinsky
Una orfandad patagónica
Iñaki Ezkerra
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Quizá por su faceta como cineasta, el escritor argentino Edgardo Cozarinsky (1919-2024) tuvo un especial talento para enrarecer los paisajes donde se movían sus héroes. Si en su novela 'Cielo sucio' (2021) nos presentaba un Buenos Aires situado en una apocalíptica frontera entre lo real y lo irreal, en 'Prófugos', una bella y desolada 'nouvelle' que rescata a título póstumo el sello editorial Acantilado, ese límite alcanza aún mayor plasticidad pues toma como escenarios unos parajes próximos al fin del mundo. El protagonista deja atrás la capital porteña en pleno invierno y poco antes de la medianoche para recorrer la Patagonia profunda en busca de un padre que no es el biológico, pero que fue quien lo crió y al que no ha vuelto a tratar desde adolescente. Ya el propio viaje, que emprende en un espectral ómnibus a través de la región de Río Negro, es relatado en una tercera persona de tiempo presente con un tono nihilista que transmite una sensación de devastación al lector en todo el libro.
Devastación estilística y paisajística, moral y existencial, anímica. La propia huida de ese padre poco recomendable a una sórdida y fantasmal urbanización de ese apartado litoral que acoge a otros huéspedes en similar situación de fuga tiene como fondo la historia de la represión política de ese país. El encuentro paterno-filial será un desencuentro y la travesía se queda detenida en la vía muerta de una orfandad que sintoniza con el frío y el vacío escenográficos.
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'Lepanto: Cuando España salvó a Europa' Marcelo Gullo
Hazañas bélicas de España frente al Islam
Julio Arrieta
La virtud de 'Lepanto', el nuevo libro de Marcelo Gullo, es que da lo que ofrece. Desde sus primeras páginas avanza el politólogo argentino que lo que presenta «es un relato épico de la gloriosa batalla naval de Lepanto» el 7 de octubre de 1571, un libro «conscientemente escrito a contracorriente del mundo académico», dominado por «historiadores ultraprogresistas» que sienten «una incontenible repulsión por los relatos épicos y heroicos». Estos profesores progresistas, «en nombre de una supuesta objetividad científica, construyen unos relatos fríos -y falsos- que, además de aburrir a los estudiantes, no aportan ninguna enseñanza de vida».
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Como alternativa, Gullo entrega este relato triunfal de la batalla de Lepanto, con cuyos heroicos vencedores -la Liga Santa, formada por el Imperio español, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya- «Europa entera está en deuda». El lector que busque un gran estudio histórico de aquel enfrentamiento no lo va a encontrar en este libro -y de nuevo es el propio autor quien se lo aclara, Gullo va de frente-. La batalla heroica está heroicamente contada -120 de 421 páginas incluidos los prolegómenos-, pero lo importante es su «significado profundo» y las lecciones que de ella se pueden sacar «cuando el Viejo Continente sufre una invasión silenciosa», la del Islam, a través de la «inmigración masiva fomentada por los señores de las finanzas».
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'Quince años' Ramiro Pinilla
Esencia de 'Verdes valles, colinas rojas'
Elena Sierra
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Es un verdadero disfrute volver a encontrarse con el universo literario de Ramiro Pinilla, y hacerlo no sólo en obras ya leídas con anterioridad, sino en novedades... que resulta que no son nuevas. El caso es curioso. 'Quince años' no es una novela inédita, ni póstuma. Lo que ocurrió con ella es que fue editada hace mucho tiempo, en ese largo paréntesis en el que Pinilla estaba escribiendo pero no publicando, o no publicando con editoriales al uso -bastante antes de alcanzar el éxito de crítica, ventas y premios con la trilogía de 'Verdes valles'-. Se entregó con la revista 'Pérgola' que por entonces dirigía Miguel González San Martín, que es quien cuenta esta historia en el epílogo de la actual edición de Tusquets.
'Quince años' es Pinilla en estado puro, tan puro que en una sola frase, o en un par contenidas en un diálogo de oraciones cortas y cortantes, está todo. Ahí aparecen la guerra y el dolor de los vencidos -aunque de alguna manera, tal y como señalan algunos de los vencedores, son quienes ganan porque persisten en su dignidad por muchas perrerías que les hagan- con todos sus muertos y todas sus otras pérdidas. Ahí está la ternura infinita del autor hacia los personajes del pueblo, del caserío, hacia la gente normal que vive circunstancias dramáticas. Es la épica de lo cotidiano en la que fue un maestro. Las maneras de hablar de los paisanos y el contagio entre el castellano y el euskera están muy presentes. La tragedia y la comedia se dan la mano, y así se pasa de la lágrima a la sonrisa y hasta a la risa -vaya con la reunión entre Don Manuel, Don Eulogio y Benito Muro en la iglesia ya casi hacia el final del libro- en unas pocas palabras.
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'Quince años' es una novelita. No hay en el diminutivo nada peyorativo, al contrario. No funciona así con este escritor. Quien ha leído mucho a Pinilla sabe que el diminutivo es un recurso muy grande: rompe los esquemas, pone énfasis en el detalle, trae al cuerpo las grandes ideas y conmueve. Así, en esta novelita cabe de todo en menos de 150 páginas. Cabe hasta la aclaración de un misterio, porque en este título se hacen protagonistas dos de esos secundarios de lujo de su Getxo literario, el maestro y la maestra, que siempre hemos sabido que tenían mucho que decir... y mucho que callar. Qué par, incapaces de avanzar en su historia condenada y sin embargo juntos. Amor y muerte, esperanza y miedo, lealtad y traición, un sí es no es de aúpa. En cada diálogo de maestro y maestra, además, el escritor va dejando caer cómo ella crece y él disminuye; es una constante de la obra de Pinilla, ese reconocer el valor de los personajes femeninos. «El maestro pensó una vez más que a las mujeres les correspondía ir a la guerra», escribe. La verdad es que no fueron, pero estuvieron, y mucho de lo que vivieron se va dejando caer en las páginas de 'Quince años'.
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'Desaparecer' María Stepánova
Arte de la fuga
Pablo Martínez Zarracina
Los imprevistos ferroviarios son un comienzo narrativo prometedor al menos desde 'Pnin'. Es algo que recuerda el lector de esta breve novela cuando su protagonista, una viajera meticulosa, descubre en una ciudad europea llamada G. que el tren en el que debía hacer transbordo ha sido cancelado. Como un reflejo evidente de María Stepánova -escritora y periodista rusa crítica con Putin exiliada en Berlín desde la invasión de Ucrania-, la protagonista se llama M. y vive en una ciudad europea llamada B., en un país que no es el suyo desde que este, un gigante voraz al que llama «la bestia», atacó a un país vecino. Ahora M. viaja a un tercer país para participar en un festival literario, pero queda varada a mitad de camino y debe dirigirse hacia otra ciudad fronteriza, donde la organización del festival enviará un coche a recogerla.
El viaje marca el itinerario de 'Desaparecer', pero hace algo más importante: impone una atmósfera de paréntesis propenso a la introspección. Al mismo tiempo, confiere a la protagonista la peculiar entidad de quien está de paso y genera en quienes la rodean una mezcla de indiferencia y sospecha. «Sería como si no existiera en el mundo y nadie tendría derecho a tirar de su solapa invisible para involucrarla en una conversación», dice el narrador al inicio de la novela. Más tarde define la condición de la protagonista como una «existencia póstuma». Desde ese particularísimo lugar, Stepánova indaga en su identidad desplazada y reflexiona sobre la lentitud con la que, a sus cincuenta años, siente que se hace adulta o sobre el rechazo que la guerra le provoca hacia su propio idioma, la lengua con la que durante más de un siglo la bestia ha sometido a sus vecinos. El gran hallazgo del libro consiste en abordar esa meditación de un modo que es intenso pero ligero y recuerda a esa suerte de hipnosis del que contempla su reflejo en la ventanilla de un tren en marcha. El ensimismamiento se funde con los pormenores del viaje -esperas, hoteles, cafés, charlas con desconocidos- y con los recuerdos y lecturas que vuelven a la mente de la protagonista mientras no deja de moverse.
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Hay algo que remite a Sebald en ese deambular, pero María Stepánova maneja materiales propios para conseguir un efecto muy personal de tiempo detenido. Además, como ya mostró en la notable 'En memoria de la memoria', hay algo en su mirada que tiende antes a la ironía que a la grandilocuencia. Ese algo aflora en este libro cuando la apología de la fuga de su protagonista deriva en una visita reticente a una 'escape room' y estalla en el tramo final, cuando la protagonista -una escritora de gira, recuérdenlo- parece encontrarle a su biografía una salida literalmente circense.
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'El pan y la palabra' Sergio García Zamora
Poesía concreta
Jon Kortazar
Con 'El pan y la palabra', Sergio García Zamora obtuvo el XXIII Premio Emilio Alarcos, convocado por la Consejería de Cultura y Turismo del Principado de Asturias. Sergio García Zamora nació en Esperanza (Cuba) y ejerce ahora como aprendiz de panadero en Paredes de Nava, Palencia. Esa unión de la palabra con el oficio manual recorre el sentido del libro, donde la palabra se convierte en pan de manera bíblica ('Oración del hombre agradecido' se titula el primer poema) y concreta.
La cita de Blas de Otero «Pido la paz y la palabra» abre el libro, y esa «paz» puede convertirse en la mano del poeta en «pan», en materia trabajada con las manos y con las palabras. Los títulos de los poemas aluden a situaciones diarias y temas que pueden contemplarse, olerse, amasarse: 'Nevada', 'Lavadero'.
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Situaciones diarias, vistas cotidianas: «Asómate, nadie es tan pobre/ que no tiene una ventana» (27), y desde ahí podemos recrear la vivencia hecha palabra: «Amo el pan de amapola/ y amo la roja palabra amapola». Desde su experiencia de autor «pobre y emigrado» (19), pero que no olvida que reside en el mismo pueblo que Jorge Manrique, Sergio García Zamora construye una mirada sobre las personas y la naturaleza de Castilla León. Cimenta una poesía de las cosas humildes, una descripción de elementos ('Cierzo', 'Piedra') que eleva una emoción que trasciende la realidad y busca una «una palabra que desciende sobre las cosas». Humildad y eficacia.
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'La naturaleza nos acabará abrazando' Néstor Reina
Crisis de identidad en la treintena
Iñigo Linaje
«El mundo sigue girando mientras yo siento que soy el epicentro de una catástrofe natural», escribe Néstor Reina en su notable y desenfadado debut 'La naturaleza nos acabará abrazando', una novela breve de corte autobiográfico que, en apenas cien páginas, comprime los entusiasmos y las decepciones de un joven instalado en la treintena, amén de su complejo aprendizaje vital.
El primer capítulo ya avanza lo que el lector encontrará en estas páginas: «un experimento, una manera de demostrarme a mí mismo de lo que soy capaz». El libro, por tanto, no es una novela ni un ensayo ni la crónica acelerada de una juventud destartalada, aunque de hecho es todo a la vez. Reina se autorretrata así: 32 años, gay, diseñador de moda, proclive a la ansiedad, aficionado al onanismo.
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Sin embargo, su personalidad oculta un malestar pasado que le lleva a escribir: «He tenido miedo toda mi vida, toda mi vida he sentido o que me iba a morir o que me iba a quedar solo.» Y habla de noches abrazado a la nicotina mientras desde su ventana ve aviones aterrizar en el aeropuerto de Barcelona y pone en la diana la fuente de su depresión: «Quedan 8 días para que hagan dos meses que me dejaste y no he podido parar de llorar ni un solo día». He ahí su enfrentamiento con la vida real y el desamor, con los diques de la vida adulta, un pulso que irá ganando a través del tiempo gracias a la ayuda de los demás.
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'El curioso caso de Mary Mallon' Anthony Bourdain
Peor que Bloody Mary
Elena Sierra
Que el sensacionalismo ya existía hace más de cien años no es noticia, pero no está de más recordarlo: debe de ser algo inherente al ser humano. Para ejemplo, el de Mary Mallon, a quien le pusieron de sobrenombre en los medios de principios del siglo XX 'Mary Tifoidea'. El porqué es sencillo. Mary, una mujer irlandesa de clase baja, trabajaba como cocinera en las casas de las familias ricas y, sin ella saberlo, era una súpercontagiadora de fiebres tifoideas. Mientras que hay quien enferma y muere y quien se cura, Mary enfermó, se curó y se convirtió en reservorio de la enfermedad. Con sus manitas sucias, tocó los alimentos que hicieron enfermar a mucha gente. Y eso la convirtió en un monstruo. Estuvo encerrada muchos años para que no pudiera volver a exponer a nadie a ese extraño poder que nadie supo cómo quitarle.
Hace más de 20 años, el ya fallecido chef Anthony Bourdain aprovechó su desventura para este relato que, más que contar la vida de Mary (poco se sabe de ella, esa es la verdad), cuenta la historia de su tiempo. Higiene, políticas de salud pública, derechos individuales, emigración, aparición de una nueva clase acomodada con ansias gastronómicas. Y cocineros y cocineras. Son una especie aparte, insiste el autor en este librito lleno de humor... y de terror. Porque, tal y como explica, el personal de cocina lo da todo por el servicio, y a veces da demasiado: una tirita, una colilla, las toses sobre la comida. Una lectura entretenida, eso sí.
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