La hora de la verdad
El estreno de 'Jauría' en 2019, antes de la sentencia definitiva del caso de La Manada, provocó una gran controversia, pero la obra ganó el Max y ha vuelto al escenario con otro elenco
Si una obra de teatro ha sido juzgada antes de verla es 'Jauría', que transcurre en buena medida en una sala de vistas. La idea ... de llevar a escena el caso de La Manada sonaba mal a mucha gente en enero de 2019, cuando aún no se había dictado la sentencia definitiva: la condena inicial a nueve años de prisión por un delito calificado como abuso sexual había sido recurrida. Las críticas llegaban desde sectores conservadores y también desde el feminismo, les acusaban de hacer espectáculo con una herida sin cicatrizar. ¿Demasiado pronto? ¿Cuál sería el momento de abordar una violación grupal que había removido conciencias, con miles de personas que expresaban su indignación en las calles?
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La gira de Kamikaze, Premio Nacional de Teatro, fue más corta de lo previsto debido a las «reticencias» de algunos teatros municipales. Alguien escribió «Fuck monetizar los dramas» en un cartel y muchos fuimos a verla en solitario, porque a nadie en nuestro entorno le apetecía revivir un caso tan traumático. Mereció la pena. El gran acierto de la obra fue ir a lo esencial. Bastaba un hueco al fondo del escenario para recrear un portal que intimidaba y el texto, basado en las actas judiciales, no tenía una palabra de ficción. Eso no le restaba ritmo, se seguía sin pestañear. El autor, Jordi Casanovas, vio «material dramático» en las crónicas del juicio que se desarrolló en la Audiencia de Navarra en 2017. «Había frases que no aparecían en titulares y escondían otras verdades, esos sentidos ocultos que buscamos en el teatro», contaba. Detalles como este: «si estaban convencidos de que no habían hecho nada malo, ¿por qué se fueron sin despedirse y le robaron el móvil?».
Fue armando la pieza «como si se tratara de un documental» deteniéndose en los interrogatorios. Primero el de la defensa, con preguntas difíciles de olvidar. «¿Usted no se resistió?» «¿No intentó huir?» «Disculpe, pero ¿siempre se sienta así?». Luego el de la fiscal, interpretada por María Hervás, la misma actriz que encarnaba a la víctima. Sus compañeros de reparto -Fran Cantos, Alex García, Ignacio Mateos, Martiño Rivas y Raúl Prieto- también pasaban del papel de violadores al de letrados.
La compañía tenía claro que, mientras el proceso judicial seguía su curso, para el teatro ya había llegado la hora de verdad: el momento de que la sociedad se mire al espejo y piense hasta qué punto tolera, cómo califica y cómo juzga a los acusados (y a las víctimas) de los delitos sexuales. Algo que también ha ocurrido con el 'caso Nevenka', aunque para esto tuvieron que pasar veinte años. El director de la obra, Miguel del Arco, no tenía dudas. «El teatro siempre ha estado en la actualidad. Los griegos utilizaban los mitos para contarse a sí mismos lo que les estaba ocurriendo», declaró a este periódico días antes del estreno, cuando arreciaba la polémica.
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Quería aprovechar también el «ejercicio de empatía» que solo se produce en una sala de teatro, «porque en el cine no tienes a las personas de carne y hueso, te falta su respiración». En la obra no había «ninguna voluntad de equidistancia». Antes del estreno mandaron una carta a la víctima a través de su abogado y en junio de 2018, con el proyecto ya en marcha, se difundió un mensaje de ella que agradecía las muestras de solidaridad. «Contadlo, no os quedéis callados, porque si lo hacéis les estáis dejando ganar a ellos», decía. Se sintieron respaldados. Cuando llevaban meses en los escenarios, el Tribunal Supremo elevó las penas a quince años al calificar el delito de violación.
La obra ganó el Max al mejor espectáculo teatral y se lo dedicaron a la víctima. Se representó en otros países como Italia y la República Checa pero no llegó a verse en Barcelona, una laguna que se resolvió años después. La productora catalana que colaboraba con Kamikaze preparó una nueva versión en 2024 con otro elenco -encabezado por Ángela Cervantes- y agotó entradas en el Teatre Romea dentro de una gira que también volvió a Madrid. Esta vez, sin ruido más allá de los aplausos.
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