Hooke, la curiosidad insaciable
Pese a su enconado enfrentamiento con Newton, es reconocido como uno de los grandes genios de la ciencia de su tiempo
Mauricio-josé Schwarz
Sábado, 3 de noviembre 2018, 04:00
En el siglo XVII todo estaba por saberse. La nueva forma de explorar el mundo, la ciencia, prometía respuestas a numerosas preguntas, algunas antiguas y otras nuevas, sugeridas apenas por los nuevos métodos. No había especialidades y los científicos ni siquiera se llamaban así. Eran 'filósofos naturales' y lo siguieron siendo hasta que William Whewell acuñó la palabra en 1833 como derivada de 'ciencia', el conocimiento colectivo. Aunque algunos se interesaban más por ciertos aspectos, como Boyle en la química o Newton en la física, otros no veían fronteras en sus investigaciones, ni en su inmensa curiosidad.
Era el caso de Robert Hooke, polímata británico nacido en 1635, en la mítica Isla de Wight, hijo de un pastor anglicano y que fue educado por su padre en sus primeros años, víctima de enfermedades que compensaba con su interés por hacer juguetes y modelos mecánicos. Fue enviado a los 13 años como aprendiz al taller del pintor Peter Lely, pero pronto descubrió que no quería dedicar la vida a la pintura y pasó a la escuela de Westminster de Londres. Cinco años después, en 1653, entró al colegio Christ Church de la Universidad de Oxford, donde trabajaban muchos científicos ingleses de la época. Destacó por sus habilidades para el diseño de experimentos y la construcción de los equipos para realizarlos, así como su pasión por las más diversas disciplinas. Llamó así la atención de Robert Boyle, quien lo contrató como su asistente para construir en 1658 la primera bomba de vacío para la experimentación científica, mejorando la que había inventado en 1649 el alemán Otto von Guericke. La bomba de vacío 'boyleana' permitió, entre otras cosas, determinar con absoluta certeza que los animales necesitamos respirar aire para sobrevivir o comprender el funcionamiento de los pulmones.
En 1660, Hooke y otros científicos crearon la Real Sociedad de Londres para el Mejoramiento del Conocimiento Natural, la Royal Society. Dos años después Hooke fue nombrado Curador de Experimentos, convirtiéndose en el primer científico pagado de la historia con 50 libras al año por demostrar nuevos experimentos cada semana, en las reuniones de la sociedad. Esto aprovechaba las habilidades de Hooke y lo estimulaba para perfeccionarlas. Y, como Hooke, a diferencia de la mayoría de sus colegas, no tenía fortuna heredada, sino que necesitaba obtener ingresos. Convertido luego en profesor de geometría, el Colegio Gresham le asignó unas habitaciones en la propia institución donde viviría el resto de su vida dedicado a la ciencia experimental, pero también a otras actividades, como ocurrió cuando, junto con el arquitecto Christopher Wren, valoró los daños causados por el Gran Incendio de Londres de 1666 para planear la reconstrucción de la ciudad.
Ya en 1665, había hecho su primera publicación relevante: 'Micrographia', donde aunaba sus avances en la microscopía y sus observaciones del mundo invisible con su talento gráfico en una serie de detallados grabados en cobre que aún hoy utilizamos y que lo convirtieron en el primer bestseller de la ciencia. Allí, Hooke utilizó por primera vez la palabra 'cell', célula, para describir la unidad biológica básica de los seres vivos. De paso, al analizar algunos fósiles, fue uno de los primeros que se dio cuenta de que eran muestra de una evolución de los seres vivos.
Día a día se mostraba más como un Leonardo Da Vinci capaz de abordar los más diversos desafíos. Y, sin embargo, no tenemos un solo retrato fiable de Robert Hooke. Muchos culpan a Isaac Newton.
Ataque despiadado
En 1672, cuando Hooke actuaba como presidente de la Royal Society, Newton presentó un estudio que proponía que la luz estaba formada por partículas. Pero Hooke mantenía, basado en sus observaciones, que la luz era en realidad una onda, y atacó de manera despiadada a Newton, quien se sintió profundamente humillado. Así comenzaba una de las grandes rivalidades de la ciencia, que alcanzó su punto de ruptura en 1687, cuando Newton publicó su libro 'Principia', en el que detallaba su Ley de la Gravitación Universal. Ya en la década de 1670, Hooke había propuesto la existencia de una fuerza que provocaba la atracción de los cuerpos celestes, y que esta fuerza gravitacional era inversamente proporcional a la distancia entre dichos cuerpos. Newton lo había probado matemáticamente de modo riguroso, pero Hooke pensaba que su colega no le había concedido suficiente crédito por sus ideas, sin las cuales, afirmaba, el desarrollo de Newton habría sido imposible. El experimentador acucioso y el teórico brillante entraron en colisión. Entre los 'gigantes' a cuyos hombros se veía Newton no contaba a Hooke.
Los siguientes años serían de agrios enfrentamientos entre dos genios innegables que eran también personas de enorme ego y temperamento poco agradable, según los relatos de la época.
Hooke seguiría aportando. Descubrió la primera ley general de la elasticidad, la forma en que aplicar una fuerza afecta la forma de un objeto, que daría lugar a la comprensión no sólo de los muelles (como los de los relojes, que se beneficiaron de los descubrimientos de Hooke permitiendo una precisión que influiría también en la navegación), sino al análisis de fuerzas que hoy se utilizan para determinar la resistencia de materiales como el hormigón a las fuerzas de tracción, compresión y torsión a las que se puede ver sometido en construcciones como puentes y edificios.
Poco importaría que la física eventualmente validara las dos teorías de la luz de los adversarios: la luz se comporta en ocasiones como una onda y en ocasiones como un flujo de partículas, es la naturaleza dual de la luz que nos ha permitido comprender la cuántica. O que Hooke diseñara y usara telescopios que le permitieron describir muchos objetos celestiales y trabajar en el cálculo de las distancias astronómicas, asunto que no se resolvería sino hasta el siglo XX. Hooke murió en Londres en 1703, un año después de que Isaac Newton se convirtiera en presidente de la Royal Society, ocupando parte de su tiempo durante las siguientes dos décadas y media en borrar de la historia, minimizar y banalizar las aportaciones de su rival e incluso ordenando que se destruyera el retrato oficial de su antecesor en el cargo. Al paso de los años, este esfuerzo se demostraría fútil. Hooke es hoy reconocido como uno de los grandes genios de la ciencia de su época… así sea por debajo del brillo de Newton.
Observar antes de especular
En su libro 'Micrographia', Hooke escribió el gran elogio de la observación: «La verdad es que la ciencia de la naturaleza ya ha sido durante mucho tiempo convertida sólo en trabajo del cerebro y la imaginación; ya es ahora de que vuelva a la sencillez y solidez de las observaciones de los objetos materiales y evidentes».