Busto de un hombre marroquí en terracota, con el tocado típico de la gente del Rif (1700). Fotos: Museo Marítimo Nacional de Greenwich
Historia

Códigos de conducta a rajatabla

Organización. ·

Los barcos piratas se regían por normas igualitarias y participativas

Luisa Idoate

Viernes, 10 de octubre 2025, 23:53

Aunque el cine y la literatura los pinten anárquicos, los barcos piratas no vivían en el caos porque sus tripulantes se jugaban la vida. Mantenían ... un orden justo y eficaz para evitar disputas internas y facilitar el éxito de las operaciones. Se organizaban de forma democrática: un hombre, un voto. Con pequeñas variaciones, todos establecían el reparto del botín, las indemnizaciones por lesiones y mutilaciones, y la elección y el cambio de los mandos. El capitán vivía sometido a escrutinio; se le validaba o rechazaba por mayoría y se le destituía si su trabajo defraudaba. Dependían unos de otros y se guardaban las espaldas. El respeto y la confianza eran esenciales, y se castigaba aquello que los socavase.

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Según cuenta Alexandre Olivier Exquemelin en 'Piratas de la América' (1681), la pérdida del brazo derecho «implicaba recibir 600 reales de a ocho o seis esclavos, mientras que por el brazo izquierdo serían 500 reales de a ocho o 5 esclavos. La pierna derecha tendría un valor igual al del brazo izquierdo en caso de pérdida, la izquierda tendría un valor algo menor, por lo que el herido percibiría 400 reales de a ocho o 4 esclavos. Los ojos y los dedos alcanzaban el mismo valor: 100 reales de a ocho o 1 único esclavo».

Abonadas las indemnizaciones, se dividía el resto entre el número de tripulantes y se obtenía la llamada parte. Generalmente se otorgaba media a los aprendices y jóvenes, una para cada marinero, una extra para los especialistas y oficiales, dos suplementarias para el contramaestre y otras dos para el capitán, a las que se añadían cinco o seis adicionales si aportaba el barco. Se aumentaban las cuantías para incentivar el combate. El agua y la comida, a partes iguales. Ocultar el botín, hacer trampas en el juego, robar al compañero, no tener las armas listas en el abordaje, desertar y matar a un camarada eran delitos graves; las peleas y la violación de una mujer honesta, leves. Los castigos oscilaban desde estar amarrado al palo mayor en plena tormenta a ser arrojado al mar junto al cadáver de la víctima.

1. Brújula realizada por Jonathan Eade, hacia 1750. 2. Retrato de Mary Read (1685-1721). 3. Copa de coco, cáscara de coco y plata, hacia 1722, que conmemora la derrota de Bartholomew Roberts.

Semejantes, no iguales

¿Un código para todos? No. Cada capitán imponía su 'charte partie', como se llamaba. Pocos son tan detallados y atípicos como el de Bartholomew Roberts (1682-1722), sucesor del pirata Howell Davis tras ser apresado por él. «Puestos a mancharse las manos como pirata, era mejor hacerlo como jefe que como grumete», dice. Captura 450 barcos en tres años. Documentos de la época lo describen «con elaborados chalecos y pantalones carmesí, una pluma roja en el sombrero y una cadena de oro al cuello con una cruz de diamantes colgada». Con caligrafía y ortografía esmeradas, redacta las normas del Royal Fortune. «Si algún hombre pierde una extremidad o queda discapacitado, debe tener 800 piezas de a ocho, con cantidades más pequeñas para lesiones menores». Prohíbe apostar a las cartas y a los dados. Obliga a mantener limpios el atuendo y el armamento, y hay que apagar las candelas a las ocho de la tarde; si alguien quiere beber más tarde, lo hará al descubierto. Será su talón de Aquiles.

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Al ser abstemio, Roberts celebra con té la captura de un barco el 9 de febrero de 1722; sus hombres se funden el licor de la bodega. Les alcanza el buque Swallow de la Marina Real Británica en la costa de Ghana. «Aunque su tripulación estaba decididamente mal, con muchos de los hombres todavía borrachos o con mucha resaca, Roberts optó por luchar». Muere y arrojan su cuerpo al mar para evitar que lo capturen, como quería. Lo cuenta Robert Blyth en 'Captain Ogle's Cup: A Pirate Adventure' (2025), nombre del militar que lo derrota y de la vasija conmemorativa expuesta en Greenwich.

Para muchos, el primer código pirata es el reglamento de la Cofradía de los Hermanos de la Costa, activa entre 1620 y 1700 en el Atlántico, el Caribe y el golfo de México. Es una corporación autónoma, con sus propios barcos y base en la isla Tortuga, al noroeste de Haití, donde acumulan los botines que revenden de contrabando. El escritor Exquemelin adjudica sus normas a Bartolomeu Português: un voto para cada hombre, sin prejuicios de nacionalidad, raza y religión; no a la propiedad privada; prioridad de la libertad individual; solución de conflictos entre los implicados; compensación a heridos y mutilados; y prohibición de mujeres blancas y libres a bordo. Un gobernador y un consejo de ancianos vigilan su cumplimiento. Las penas van desde las perforaciones de orejas hasta el abandono en un islote desierto.

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