Alfonso Sastre. EFE
Territorios de la cultura

Atado y bien atado

Sábado, 22 de noviembre 2025, 00:01

El teatro inquietaba en la dictadura. Se debatían tácticas a riesgo de la cancelación política o empresarial (Alfonso Sastre), frente a partidarios de un teatro ... viable, de complicidades y símbolos (Antonio Buero Vallejo). Eran imposibilistas o posibilistas. Posibilismo era sobrevivir en el mercado de la evasión elegante, enredos, temas menores. Vía libre a Benavente y sus alfilerazos, al Pemán jefe de Prensa y Propaganda y letrista de himnos, Alfonso Paso, Alonso Millán... Y el Eduardo Marquina de nostalgias imperiales.

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Muchos no pisaron las tablas hasta la Transición. Algunos hartos de estrenar, otros vetados. 'Tierra roja' de Sastre fue prohibida en 1958 y 'La sangre y la ceniza' esperó de 1965 a 1977. También 'Doctor Valmy' de Buero, alegato contra la tortura, en el cajón desde 1964 hasta 1975, pese al Premio Lope de Vega de 1949 a 'Historia de una escalera' (en 1993 Ignacio Amestoy fingía un ensayo de la obra en 'Yo fui actor cuando Franco'). Cayó el Lauro Olmo del drama social 'La camisa' de 1963 a 1976. Lo mismo 'País de Jauja' (1963) de Martínez Ballesteros. A Jerónimo López Mozo le tumbaron tres cuartos de su trabajo. Bergamín, Alberti, o Casona, de la España del exilio, desaparecían, como el 'San Juan' de Max Aub, publicado en 1943 y estrenado en Madrid en 1998.

En el tardofranquismo renqueante nace la humorada 'Matrimonio de un autor teatral con la Junta de Censura' de Jesús Campos García (1972). Pese a la censura, que no era el único enemigo -tras la huelga de 1975 hubo arrestos y multas- tomó cuerpo desde 1960 un joven Movimiento Independiente que impulsó una escena renovadora, más crítica, social, y técnica.

Duró con retoques hasta 1982 un Reglamento de Policía de Espectáculos de 1935, batiburrillo que cotejaba 'hojas de censura' con la versión a la vista de dos policías con localidades reservadas (no consta que se aficionaran al teatro en acto de servicio) y prohibía llevar sombrero en la platea o salir del escenario por evitar la interacción intérpretes/público, tan actual.

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El teatro, cautivo y desarmado.

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