Un artista bajo sospecha
Historia ·
Un libro escrito por 17 especialistas intenta arrojar luz sobre el pasado del genial arquitecto Le Corbusier, acusado por algunos de confraternizar con el fascismo y el antisemitismoEl pasado es como un obstinado bumerán, siempre vuelve. La figura de Le Corbusier, nacido como Charles Edouard Jeanneret-Gris (1887-1965), vuelve a estar ... en el ojo del huracán tras las continuas acometidas contra su pasado, fascista y antisemita según algunos historiadores que han seguido las pistas de su agitada vida. Es una acusación vieja, que reaparece de manera cíclica para poner en solfa el legado de este urbanista visionario, considerado un teórico de la modernidad. Y ya no se trata de poner en duda su faceta de intelectual humanista, sino, incluso, de cuestionar sus admiradas construcciones, 17 de ellas en la lista del patrimonio de la Unesco, que estarían inspiradas por el totalitarismo y, por tanto, contaminadas como si tuvieran aluminosis. ¿Habrá entonces que derribarlas?
Es un debate vidrioso y sensible para los franceses, que hasta ahora se sentían orgullosos del patriarca de la arquitectura contemporánea, nacido en Suiza pero que adoptó la nacionalidad de la Francia de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Pero si hay un callo que no están dispuestos a que se lo pisen es el de la resistencia a la ocupación alemana entre 1940 y 1945 cuando las tropas de Hitler sometieron a sangre y fuego a los ciudadanos del hexágono. Marc Perelman fue el primero en mirar debajo de la alfombra en 1979, cuando publicó el libro 'Le Corbusier, una visión fría del mundo' y disparó contra el gran agitador cultural, que había tenido un funeral nacional en el Louvre. El propio André Malraux, autor de 'El tiempo del desprecio' (dedicado a las víctimas del nazismo) y entonces ministro de Cultura en el gabinete de De Gaulle, le dedicó una oración fúnebre en la que lo calificó como «el más revolucionario por ser el más insultado». Parecía una premonición de aquel fantástico narrador.
Aniversario con polémica
Pero fue en 2015, con ocasión de la gran restrospectiva dedicada por el Centro Pompidou a Le Corbusier ('Mesures de l'Homme' / Medidas del hombre) en lo que constituía todo un homenaje nacional, cuando la polémica se convirtió, también, en un debate nacional. Se cumplían cincuenta años de la muerte del arquitecto y urbanista, una fecha redonda para que aparecieran biografías sobre su trayectoria y su obra. No hubo sitio para los panegíricos, las hagiografías y las alabanzas. Lo que atraía era su lado oscuro. Se publicaron dos obras demoledoras para su reputación. El periodista Xavier de Jarcy firmaba 'Le Corbusier, un fascista francés', y el arquitecto François Chaslin 'Un Corbusier', dos libros en los que se repasaba su amistad con la extrema derecha y sus lazos con Mussolini y Hitler, así como su vinculación con el régimen de Vichy, el Gobierno colaboracionista del mariscal Pétain con los nazis. Con duras acusaciones, como la de señalarle como «un personaje de sueños totalitarios, de un cinismo de cemento armado». Las investigaciones abundaban en su relación con miembros del grupo fascista francés Le Faisceau, sus declaraciones antisemitas, sus piropos a Hitler y su estancia en Vichy a sueldo del traidor Pétain. Incluso fue acusado de menospreciar a los musulmanes de Argelia. De repente, el héroe de la patria cultural se convertía en un monstruo.
En 2015 fue descrito como «un personaje de sueños totalitarios, de un cinismo de cemento armado»
La Fundación Le Corbusier salió en defensa del urbanista y lo único que reconoció fue su estancia de un año en Vichy en espera de contratos del Estado, como otros arquitectos de su época. La institución contó con el apoyo del historiador Willian J. R. Curtis, autor de la obra 'Le Corbusier. Ideas and Form' (Phaidon). El crítico británico defendió que el arquitecto «no era nazi, nunca perteneció a un partido político, y puede ser culpable de haber hecho comentarios antisemitas, como otros cuarenta millones de personas, pero, por favor, él nunca denunció a los judíos, que además fueron sus clientes». Curtis lo encuadraba en esos pecados de juventud, un saco en el que cabe todo y se justifica todo.
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Legado para la Humanidad
Para compensar, también aludió a la conexión de Le Corbusier con la república de la India y la construcción de las instituciones democráticas, como el Parlamento de Chandigarh y la Corte Suprema de Justicia, un complejo que el primer ministro, Jawaharlal Nehru, le encargó después de la independencia. «Todo el capítulo dedicado en mi libro a Chandigarh es una demostración del equilibrio de los poderes, la justicia, la democracia. Por favor, Le Corbusier no es un fascista», insiste el historiador, considerado una autoridad sobre el artista francosuizo. «Tambien trabajó para los soviéticos», reitera, en referencia a la época en que Le Corbusier viajó a Moscú, entre 1928 y 1931, para participar en distintas iniciativas (fue consultado para las intervenciones urbanísticas de la ciudad) y para optar a la construcción del Palacio de los Sóviets, un proyecto megalómano de Stalin.
En aquella época el arquitecto se dejaba querer por el régimen comunista y lo cierto es que dejó huella en el país, del que se interesó por los movimientos culturales de vanguardia. Cuando murió, el diario oficial, 'Pravda', lamentó que la arquitectura moderna perdiera a «su gran maestro». Por el lado de la izquierda también se ha recordado que trabajó para el Frente Popular de Leon Blum, político socialista francés, judío por todos su poros y víctima del antisemitismo, y fundador del diario 'L'Humanité'. En su tiempo se celebró en París la Gran Exposición Universal con un vibrante debate en el que no estuvo ausente Le Corbusier.
Fascinación autoritaria
En un intento de zanjar la polémica, reabierta en abril de 2019 por un grupo de intelectuales que pidieron al Gobierno francés que no fuera «cómplice de la rehabilitación de Le Corbusier», la Fundación que gestiona el legado del arquitecto y el Centro Pompidou encargaron un gran proyecto de investigación sobre su figura, en el que han participado 17 expertos, coordinados por Rémi Baudouï, un historiador que trabaja desde hace veinte años en la obra del urbanista francosuizo. Pero la polémica se ha reavivado. En el trabajo, 'Le Corbusier 1930-2020. Polémiques, mémoire et histoire' (Editions Tallandier), a lo largo de 384 páginas se sigue el itinerario y se analiza el pensamiento del arquitecto, calificado de reaccionario, vichysta, antisemita, bolchevique y socialista, dotado de un talento sin límites y una personalidad poliédrica.
Historiadores y filósofos se fijan, en efecto, en la relación del artista con la Italia de Mussolini y la URSS de Stalin, y de su estancia en Vichy, pero también se detienen en sus consexiones con la izquierda del Frente Popular y su ayuda a los republicanos españoles, y en sus vínculos con los sindicalistas de la CGT y con figuras emblemáticas de la Resistencia como Eugene 'Claudius' Petit y Jean Cassou.
La obra pretende desmontar los linchamientos sin fundamentos históricos sólidos
El primero fue un líder destacado de la oposición a los nazis y ministro de la Reconstrucción en la Francia de la posguerra y el segundo, un militante antifascista (también en la Resistencia), y el primer director del Museo Nacional de Arte Moderno de Francia. Cassou había nacido en el barrio bilbaíno de Deusto y fue un gran defensor de Unamuno. Petit y Cassou comparten la distinción de Compagnon de la Libération (Compañero de la Liberación), el máximo honor que otorga el Gobierno francés a un resistente.
Es una obra colectiva para refutar las acusaciones y desmontar los linchamientos sin fundamentos históricos sólidos, según asegura en un artículo en 'La Croix' el profesor de Historia Política y Cultural Contemporánea Jean Pierre Rioux. El docente de la universidad parisina de Nanterre no cree que Le Corbusier fuera un antisemita o un fascista, aunque sí «un hombre fascinado por los regímenes autoritarios por su voluntad de construir 'el hombre nuevo', sus utopías funestas». Lo califica como «un hombre de su tiempo» y en su descargo alude a la complejidad del periodo de entreguerras. Nadie está libre del juicio retrospectivo de la Historia.
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