Los 10.000 conciertos de Peter Shapiro
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El promotor neoyorquino repasa 25 años de experiencia en un libro. «Tengo una idea de lo que funciona sobre el escenario, no por ser músico sino porque soy muy fan»Secciones
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El promotor neoyorquino repasa 25 años de experiencia en un libro. «Tengo una idea de lo que funciona sobre el escenario, no por ser músico sino porque soy muy fan»Peter Shapiro se graduó con 22 años en la Facultad de Comunicaciones de la Northwestern University, un prestigioso centro privado a media hora al norte ... de Chicago. Nacido en Nueva York en el seno de una familia judía con presencia en sociedades benéficas y de ayuda, optó por el cine con un primer documental a los 20 años, 'And Miles To Go before I sleep: On Tour with The Grateful Dead' (1993), disponible en YouTube, donde no aparece la legendaria banda californiana de rock psicodélico; el estudiante se tuvo que conformar con entrevistar a sus seguidores, los deadheads, en los aparcamientos de los recintos de aquella gira veraniega. Casi 25 años después Peter Shapiro organizaba en escenarios de Santa Clara (California) y Chicago la gira 'Fare Thee Well' para celebrar los 50 años de la banda con los miembros supervivientes. Así cerraba el círculo y así comienza 'La música nunca deja de sonar' (Liburuak), libro que firma junto a Dean Budnick, escritor, profesor, cineasta y amigo. Son cincuenta conciertos en primera persona, por orden cronológico y con el revelador subtítulo 'Lo que he aprendido sobre la vida, la libertad y la búsqueda de la magia después de montar 10.000 conciertos'. Shapiro cita al sociólogo canadiense Malcolm Gladwell y su teoría de que se necesitan 10.000 horas de práctica para conseguir el éxito en una determinada tarea. «No existe nada más importante que remangarse y ponerse manos a la obra. Para triunfar, es necesario equivocarse», medita. Y de hecho yerra a menudo, de ahí su proceso de aprendizaje: cómo enfrentarse a problemas inesperados y salir airoso.
Peter Shapiro pasará a la historia como promotor de conciertos, como antes hicieron Bill Graham en San Francisco, el creador del legendario Fillmore West, y Ron Delsener en Nueva York, el hombre que llevó a los Beatles al Shea Stadium; curiosamente los tres tienen ascendencia judía. Y empezó en este trabajo, «aún estoy aprendiendo cosas», afirma, con solo 24 años, cuando recurrió a sus ahorros y a la familia para comprar el Wetlands Preserve, un local de conciertos y centro de activismo social en Tribeca, un barrio de Manhattan donde los apartamentos sustituyeron a numerosos edificios industriales. Allí trabajaban 50 personas, de las que Shapiro era el más joven. La rocambolesca historia de la compra se enlaza con la abrupta despedida por el atentado del 11-S; el local, a kilómetro y medio de las Torres Gemelas, se iba a cerrar para su demolición el sábado siguiente, pero los conciertos previstos nunca se celebraron. Eso sí, el sábado 29 se ofreció una jam session de despedida. Y como recuerda Shapiro, «un día después rompimos la pared a mazazos para sacar la furgoneta (Volkswagen de Grateful Dead) y poder enviarla a Cleveland (al Salón de la Fama) en un camión de dieciocho ruedas; allí la expusieron en el atrio junto al Porsche psicodélico de Janis Joplin».
En 2009 hizo realidad otro sueño: crear un local de conciertos con bolera y restaurante en una antigua fundición, descubierta en un paseo casual por el barrio de Williamsburg. Así nació el Brooklyn Bowl, un referente neoyorkino con capacidad para 600 personas, replicado en Londres, Las Vegas, Nashville y Filadelfia. Shapiro recuerda el comentario de Ron Delsener cuando lo llevó a visitar las obras: «Tienes una puñetera bolera al lado del escenario. Nadie va a tocar aquí». La web del local recuerda que llevan ya casi 3.500 conciertos desde agosto de 2009; está, además, en el Top 10 de mejores salas del país.
Otro hito en la historia personal del neoyorkino es la compra en 2012 del Capitol Theatre en Port Chester, a menos de una hora al norte de Manhattan. En plena decadencia, como local de banquetes y pista de baile para bodas y bar mitzvahs, Shapiro lo adquirió en una rocambolesca operación y lo reabrió con Bob Dylan. El promotor aún guarda el recorte del 'New York Times': «un teatro de rock de tal belleza y con tan buen sonido como el Capitol es algo que hay que celebrar». Antes de su reapertura el Cap había recibido a Pink Floyd, Talking Heads, Grateful Dead (13 veces en menos de un año), Rubén Blades, Janis Joplin y Traffic, entre otros. Y en su primer año con nuevo dueño actuaron Blondie, Billy Idol, Chicago, Neil Young, Willie Nelson, Chris Isaak, Yes, Patti Smith, Bonnie Raitt…
Hay muchas otras aventuras de Shapiro a lo largo del libro: 'Jazz & Colors', con 30 grupos de jazz repartidos por Central Park con el mismo repertorio; el festival LOCKN' con cuatro días dedicados a jam bands en una zona rural de Virginia; el concierto de homenaje a Neal Casal tras su inesperada muerte; el 'sold out' de la banda de funk Vulfpeck en el Madison Square Garden sin manager ni discográfica importante; el concierto online de Jason Isbell en los primeros días de la pandemia; la creación de los premios Jammy para jam bands; la publicación de la revista Relix junto a Dean Budnick… Dice Peter Shapiro que «después de montar 10.000 espectáculos a lo largo de veinticinco años, tengo una idea de lo que funciona sobre el escenario, no porque sea músico, sino porque soy fan, un fan muy fan». Y añade que es en la música improvisada donde ocurre la magia, «porque no sabes lo que va a pasar». Lo dice alguien cuya presencia en Wikipedia se limita a una página en inglés.
Amante de la improvisación, Peter Shapiro asegura que después de 25 años sigue arriesgando y «haciendo malabares» para sacar adelante sus proyectos. Persigue las «cosas geniales» que tiene en su cabeza, aunque uea veces responden a «visiones idealizadas» difíciles de lograr. - En su libro habla mucho de llamadas telefónicas. ¿Cuántas recibe al día?
- Ja ja, recibo cientos de mensajes de texto y hago docenas de llamadas telefónicas, las prefiero al correo electrónico.
- Por cierto, ¿cuántas horas ha pasado al teléfono con Dean Budnick, coautor del texto? ¿10.000?
- Hablamos varias veces al día, ¡incluso ahora, después de que se publicara el libro!
- Reúne la intrahistoria de 50 conciertos donde todo acaba saliendo bien... casi siempre. ¿Se podría hacer otro libro con los que salieron mal?
- Siempre es divertido escribir las mejores y peores partes. ¡Muchas cosas que terminaron funcionando son ajustes de cosas que no funcionaron al principio!
- Su nombre se vincula a los grandes promotores, Bill Graham y Ron Delsener. ¿Se siente su heredero?
- Intento concentrarme en lo que tengo delante. Me sigue costando esfuerzo hacer cosas porque siempre me esfuerzo para que sea como en mi visión original, a menudo una visión idealizada, difícil de lograr en la vida real. Me encuentro enfocado en la lucha por hacer las cosas geniales. Nunca es fácil si te presionas de esa manera.
- El Wetlands fue, a sus 24 años, su primera adquisición. ¿Le tomaron en serio al principio?
- Eso es algo que es más fácil hoy a los 52 años. Me llevó tiempo ser tomado en serio y, más importante aún, ganarme su respeto y confianza. Eso siempre lleva tiempo en cualquier ámbito, la gente quiere ver lo que has hecho antes de confiar en ti.
- Dean Budnick es también el productor del documental 'Wetlands Preserved: The Story of An Activist Rock Club'. ¿Cómo le afectó su cierre?
- Aprendí mucho durante mis cinco años dirigiendo el Wetlands. Allí comenzó mi carrera, realmente. Así que, después de que cerrara, me llevé conmigo todo lo aprendido y seguí adelante. Si el Wetlands no hubiera existido, no estaría haciendo esta entrevista.
- Antes de acabar la universidad ya había hecho un documental sobre Grateful Dead. ¿Qué le debe a la banda de Palo Alto?
- Ja ja. Al igual que con Wetlands, sin Grateful Dead, mi viaje por la vida habría tomado un camino diferente. A veces me pregunto cómo sería mi vida si no hubiera ido a ese concierto de los Dead en Rosemont Horizon en 1993 a mis 20 años. Esa noche me mostró el poder que la música en vivo podía tener en la gente. Fue una sensación que se filtró dentro de mí y que todavía está presente hoy. La sentiré para siempre, creo. Espero que todos puedan sentir algo así.
- En aquel documental no pudo entrar con la cámara y se tuvo que quedar en el aparcamiento. ¿Pensó en dejar el proyecto?
- Creo que ahí aprendí la importante habilidad de adaptarme. Es como un segundo golpe jugando al golf. Incluso si el primero va al búnker, un buen segundo puede sacarte de ahí y ponerte en el camino correcto. Traté así mi primera película cuando no conseguí a la banda para las entrevistas, seguí haciéndola de todos modos.
- ¿No le interesan los artistas que no improvisan, que repiten su set list?
- Me encantan los momentos de improvisación, quizá por ello me acabo de embarcar en el proyecto de un nuevo club de jazz.
- Afirma que a veces, si se quiere realmente que algo suceda, hay que meter la mano en el bolsillo. ¿Ha estado alguna vez en riesgo de bancarrota?
- ¡Oh, sí, todavía hoy me sigo arriesgando! Y sigo haciendo malabares con el dinero para que los sueños sean posibles. - ¿Cómo le vienen a la mente las ideas tan locas de tantos proyectos originales?
- A menudo en mitad de la noche, acostado en la cama mirando al techo. Un momento de quietud y silencio. Durante el día hay muchas cosas que hacer y mucho jaleo, pero es por la noche cuando realmente puedes concentrarte en tus ideas.
- Durante la pandemia creó FANS.live, una plataforma online para retransmitir conciertos aún en activo. ¿Cómo vivió aquellos tiempos?
- La retransmisión en vivo realmente nos salvó. Afortunadamente, nos adaptamos rápidamente a ella. No es lo mismo hoy en cuanto a la demanda del público, pero fue grande durante la pandemia. Los fans también dieron un paso al frente, pagando por esas transmisiones de pago por visionado y colaborando durante las gratuitas.
- Ha abierto filiales del Brooklyn Bowl en Londres, Las Vegas, Nashville y Filadelfia. ¿Alguna ciudad más en mente?
- Voy a abrir un local de Garcia's próximamente en Chicago, mi versión de un club de jazz basado en Jerry Garcia [líder de Grateful Dead].
- ¿Cómo le afecta la vuelta a la presidencia de Donald Trump? - Dado el entorno actual, creo que globalmente son tiempos de ansiedad. La gente necesita que se le levante el ánimo, y la mejor manera de hacerlo, la número 1, es ir a un concierto de música en vivo. Infalible.
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