«Estuve en Bilbao en 1994 y me equivoqué al pensar que el museo no tendría éxito»
Director del Guggenheim de Nueva York, ha trabajado codo a codo con Bilbao desde 2008 y se retira en abril del año que viene
Director de la Fundación Guggenheim de Nueva York desde 2008, Richard Armstrong fue decisivo para que se llevara a cabo la renovación del convenio con ... Bilbao, que proporcionó una mayor capacidad del museo de Abandoibarra para llevar a cabo sus propios proyectos.
De 73 años, se jubila en abril del próximo año. Pertenece la mítica generación de conservadores que salió del programa de estudios del museo Whitney de Nueva York y ha marcado la trayectoria de los últimos años del Guggenheim aumentando el prestigio de sus exposiciones. Bajo su dirección, se han realizado muestras de autoras vivas como Carrie Mae Weems, fotógrafa afroamericana que desmonta con su obra los prejuicios raciales.
Considera a Bilbao como su segunda casa y viene siempre que puede, esta vez desde Abu Dabi, donde la Fundación Guggenheim construye un museo.
– Hace 25 años usted era director del museo Carnegie en Pittsburgh. ¿Qué había oído del Guggenheim Bilbao?
– Vine a la ciudad en 1994 y me encontré con un inmenso agujero y con el levantamiento de la estructura de este museo. Llegué de San Sebastián porque había quedado con Chillida. En Pittsburgh estábamos con el proyecto del museo de Andy Warhol y quienes lo lideraban me pidieron que me acercara a Bilbao por si podía sugerirnos alguna idea.
– ¿Y se la sugirió?
– Me pareció que era muy difícil llegar aquí, una ciudad con muchas dificultades para un turista. Le dije al alcalde de Pittsburgh que no creía que el museo fuera a tener éxito. Obviamente, estaba muy equivocado.
– ¿Por qué?
– La ciudad me pareció muy oscura, nada agradable para posibles visitantes. No entendí el proyecto porque el museo triunfó nada más abrir. Ha sido un privilegio ver cómo ha ido cambiando la ciudad y el orgullo que la gente siente por ella, lo que hay que atribuírselo al menos en parte al Guggenheim.
– Aquí no se entendía muy bien que la creación de un museo tuviera una motivación económica. Quizá en Estados Unidos fuera diferente.
– Puede ser. Lo que está claro es que quienes tenían capacidad de decisión sí lo vieron y además tuvieron la valentía de contratar a un arquitecto tan rupturista como Frank Gehry, y de montar en él un museo de arte contemporáneo. Bueno, y no sólo se trata de tomar la decisión, sino de mantenerla.
– Quizá lo más novedoso para el mundo del arte fuera que un museo pudiera tener una segunda localización en otro lugar e incluso en otro continente.
– Sí, la idea de mi predecesor en la Fundación Guggenheim, Thomas Krens, fue sorprendente, original y replicada por otros grandes museos, como sabemos. La fundación ya tenía otra emplazamiento en Venecia, dedicado a la colección de Peggy Guggenheim. Yo creo que eso facilitó que la propuesta de Krens se aceptara, aunque tuviera unas implicaciones muy distintas.
Diferencias generacionales
– Cuando usted llegó al cargo, en 2008, la relación entre Bilbao y Nueva York era muy distinta. Aquí veíamos prácticamente todas las exposiciones que organizaban en la Quinta Avenida. Desde el convenio de 2014, llega una cada dos años.
– Cuando se firmó el convenio, el museo de Bilbao había madurado y su personal había adquirido experiencia y confianza. Su reputación había crecido tanto que todos los museos del mundo querían compartir proyectos expositivos con este Guggenheim en el que estamos ahora.
– ¿Qué opinión tiene de la ampliación del museo en Urdaibai?
– La idea de combinar arte, naturaleza y gastronomía me parece muy apropiada para el siglo XXI. Para mi generación de 'curators', la relación entre creación artística y naturaleza es puntual. Sin embargo, para los jóvenes –y aquí incluyo a los artistas– es algo con lo que han crecido, parte de su bagaje. Un proyecto como el de Urdaibai supondrá para ellos un reto para explorar propuestas y para crear, para experimentar. Es algo muy distinto al mundo profesional en el que yo fui creciendo.
– ¿No le parece que en el Guggenheim de Bilbao hay a veces demasiados visitantes, especialmente en exposiciones como la de los coches?
– Es el problema de los afortunados, tener demasiados visitantes (risas). Me parece que una vez que ya está controlado la covid la gente tiene ganas de hacer cosas, también de entrar a los museos. Si unes ese deseo a la popularidad previsible de la propuesta de Norman Foster, lo lógico que se haya habido llenos.
– ¿Sería posible investigar una manera de ampliar el museo aquí o en otra parte próxima de Bilbao?
– No, mi impresión es que aquí no es posible y que es mucho más interesante en Urdaibai.
– El arte ha cambiado mucho en este siglo. Desde hace años hay una atención muy específica a las minorías, sobre todo raciales, y al feminismo. ¿Cuál es su opinión al respecto?
– En los dos casos, dentro y fuera del arte, esa atención nos está llevando a un mundo mejor, más equilibrado. Están descubriendo una gran cantidad de cuestiones en los que no nos habíamos fijado, con grandes posibilidades de tener un desarrollo artístico.
– El arte político no es una novedad. Muchos movimientos de vanguardia lo fueron.
– Evidentemente. Y mira a Goya. No cabe duda de que fue un artista político. Hay épocas más tranquilas y otras que no lo son. Estamos en una de estas últimas y es lógico que los artistas respondan.
Problemas con Rusia
– En su propio museo se han producido réplicas de estos problemas.
– Teníamos un patrono ruso muy leal al que tuvimos que pedirle que abandonara el patronato. Hemos enviado materiales para los museos y los artistas de Ucrania. Siento mucho lo que está pasando. El Guggenheim tenía muy buenas relaciones con Rusia, que comenzaron con mi predecesor, Thomas Krens. En estos años he tenido contactos con centros artísticos como The Garage o con la Galería Tretiakov. Hemos interrumpido todas esas conversaciones.
– En el Guggenheim de Nueva York también conflictos por supuesta discriminación racial. Poco después, nombraron jefa de Conservación a Naomi Beckwith, experta afroamericana. ¿Tienen alguna relación los dos acontecimientos?
– No. Créame, el currículum de Naomi Beckwith era el mejor de todos los que consideramos. Una gran trayectoria.
– ¿Cómo va el Guggenheim de Abu Dabi?
– Muy bien. La construcción del edificio y estoy muy contento con el programa de adquisiciones, sobre todo de arte africano.
– ¿Se va a jubilar del Guggenheim en abril o se va a jubilar de todo el mundo del arte?
– No lo sé. Quizá haga algo. Pero lo que sí está claro es que me voy a jubilar de la gestión de museos. He estado trabajando en ellos durante 50 años. Ha sido una gran experiencia pero también es la hora de dejar que vengan personas nuevas, jóvenes. Echaré en falta no hablar con Juan Ignacio (Vidarte) cada día, pero le llamaré cada dos semanas.
– ¿Volverá a Bilbao de vez en cuando?
– No lo dudes. Es una ciudad a la que también considero mi hogar. Me fascina la combinación de la vieja arquitectura con la nueva,, y admiro la alegría de vivir de la gente.
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