Con glamur. Anitua y Zamarripa, en una de las fotografías que aparecen en el libreto. Joseba Moso

Reeditan 'Moor Room', la «obra definitiva» de los bilbaínos Cancer Moon

El sello Hanky Panky recupera un álbum que encabezó listas de lo mejor de 1994 y supo igualar a sus referentes: «Suena a todo y a nada»

Miércoles, 20 de noviembre 2024, 00:28

Antes de meternos en disquisiciones históricas, tal vez lo mejor sea pinchar sin más 'Moor Room', ese disco que cumple treinta años y que acaba ... de ser reeditado por Hanky Panky Records. Y escuchar lo que suena. Nos encontramos con unas canciones difíciles de datar con exactitud, difíciles de situar geográficamente, difíciles de encajonar en alguna de esas categorías estilísticas que utilizamos para despiezar la bestia del rock. Es una música intensa, tanto en sus tormentas sonoras como en sus pasajes de calma obsesiva, y podemos emparentarla con ese lado turbio y oscuro que representan bandas como The Velvet Underground, Suicide o Joy Division. No faltan ganchos de melodía pop, incluso momentos de belleza casi litúrgica como la delicada 'Stone Of Head', pero lo que domina es un veneno eléctrico que a veces se concreta en tensos riffs y otras se desborda en solos liberadores. Si, en vez de ser una reedición, se tratase de una novedad (y nada en su sonido impide fantasear con eso), tendríamos un sólido candidato para las listas de lo mejor del año.

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'Moor Room' fue el tercer y último álbum de Cancer Moon, el proyecto del vocalista Josetxo Anitua (fallecido en 2008, con 43 años) y el guitarrista Jon Zamarripa (que nos dejó una década después, en 2018, a los 56). Lo publicó en su momento el sello Radiation y ha quedado ligado para siempre a un dato: la influyente revista 'Rockdelux' lo eligió mejor disco nacional de 1994. Esa coletilla es una manera de certificar su leyenda, que de otro modo quedaría disuelta en las opiniones subjetivas de los fans, pero en realidad ese impacto duradero sobre una minoría es seguramente más importante: para un buen número de aficionados, Cancer Moon -junto a sus 'primos' navarros Los Bichos, la banda más afín a su filosofía- representaron una asombrosa vía de escape a la decadencia de la Movida de los 80, como si la historia del rock menos conformista hubiese abierto una sucursal de lujo en Bilbao. Luego los tiros de los 90 irían por otras sendas, eso que se etiquetó como indie, pero ahí quedó lo que 'Rockdelux' definió como «una inquietante anomalía, resplandeciente, oportuna y muy necesaria».

La portada del álbum.

La nueva edición es un 'pack' de LP más CD, un planteamiento con pleno sentido dado que el 'tracklist' era distinto en cada formato. Además, incluye media docena de temas extra y un libreto con fotos inéditas, centrado en un texto iluminador del periodista musical Fernando Gegúndez, muy cercano al grupo. «'Moor Room' es su obra definitiva», explica Gegúndez, que puntualiza que Anitua y Zamarripa «eran absolutamente conscientes de la dimensión de lo que tenían entre manos», sabían que «habían creado un monstruo y que su alianza era una predestinación». Su análisis detallado del álbum abarca pormenores técnicos (como ese magnetófono ya vetusto que emplearon en la grabación), un repaso a los baterías y bajistas que iban completando la formación («escogidos a la carta y según los requerimientos de cada canción») y declaraciones de los propios implicados: «En el escenario me vacío, echo todo. Mi gran lucha delante del público es meterme en la canción hasta el fondo, lo más al fondo que pueda», decía Anitua, un hombre afable y tímido que en directo se transfiguraba hasta intimidar. Los conciertos de Cancer Moon tenían algo de trance, de exorcismo, y solían brindar una experiencia difícil de olvidar.

El momento

Representaron una prometedora vía de escape a la decadencia de la Movida de los 80

Alianza

«Cuanto más tiempo pasa, más dúo somos y más difícil les resulta a los demás integrarse», decían

Acordeón y Mocedades

«Tenían sus manías, sus complejidades, no eran fáciles», evoca Alfonso Arana, que ejerció de segundo guitarrista entre 1991 y 1995 pero no participó en la grabación de 'Moor Room'. Y el jugoso libreto da buena idea de aquella dificultad. «Grabar con Zamarripa era un 'sálvese quien pueda'. Podía venir y no grabar, o directamente no venir, y no tocaba dos veces igual», resume José Lastra, técnico de sonido del álbum, que recuerda cómo el guitarrista pidió que borrasen, sin escucharlas siquiera, unas pistas vocales que había registrado el cantante. Anitua, dice Lastra, actuaba como «posibilitador» para sacar las cosas adelante. Con ese contexto se entiende aún mejor la condición insular que tenían Cancer Moon, un círculo secreto de dos personas que se retroalimentaban creativamente: «Cuanto más tiempo pasa, más dúo somos y más difícil les resulta a los demás integrarse», admitían.

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Los miembros de Cancer Moon, en otra imagen de la época de 'Moor Room'. Joseba Moso

En la reedición, por cierto, se pueden escuchar un par de aportaciones instrumentales inesperadas: en uno de los temas extra, la atípica y apacible 'Lurker', tiene un papel protagonista el acordeón que tocó Juani Begoña, la madre de Jon, mientras que al final de una de las dos versiones de 'Stone Of Head' suenan cuatro segundos de guitarra española interpretados por Carlos Zubiaga, miembro de Mocedades y El Consorcio. Hanky Panky ha recuperado también «la más inédita de las inéditas», una versión del 'Cheree' de Suicide -uno de sus grupos fetiche- que ha dormido tres décadas en las grabaciones de ensayos que atesoraba el batería Javi Letamendia.

De 'Moor Room' escribe el periodista Javier 'Jerry' Corral que es un «brillante artefacto que congeniaba lo más visceral con lo más sagrado del ser humano, lo físico con lo metafísico». Y el líder del grupo Sonic Trash, que rindió tributo a Cancer Moon en dos sesiones del ciclo Izar & Star, se remonta a aquella impresión tan poco frecuente de toparse con un disco de aquí que, sin mimetismos y con naturalidad, se elevaba a la altura de los más sagrados mitos internacionales: «Recoge casi todo lo que nos gusta -elogia David Hono-, ese rock arriesgado, 'arty', sucio, urbano. Todo lo aprendido se transforma aquí en una voz única e irrepetible. Suena a todo y a nada».

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