«Las mujeres tendemos a echarnos la culpa de todo, lo llevamos en nuestra genética»
La cantante extremeña aborda por primera vez el rol de Leonora de 'La forza del destino', la ópera de Verdi que abre mañana la temporada de la ABAO
De niña se quedó dormida al escuchar a Montserrat Caballé en 'Medea', junto a Josep Carreras y Elena Obraztsova. «¡No me acuerdo de nada! En ... la pausa me sacaron fuera. Me fui con mi madre y allí se quedaron mi tío y mi padre», recuerda Carmen Solís (Badajoz, 1978), con media sonrisa y encogiéndose de hombros. Tenía 11 años y no se imaginaba ni remotamente que la soprano catalana se convertiría en su alfa y omega. Con el tiempo maduró escuchando sus discos y mañana debutará en uno de los roles en los que la Caballé marcaba la diferencia: Leonora, la protagonista de 'La forza del destino'. Es un rol que exige una resistencia vocal extrema y la capacidad pulmonar de un nadador olímpico.
Nada que asuste a una profesional como Solís. Se siente preparada para inaugurar la temporada de la ABAO con la ópera de Verdi, en un montaje de Ignacio García, con la Euskadiko Orkestra en el foso bajo la dirección de Lorenzo Passerini. «Me acompañan colegas a los que aprecio un montón. He cantado mucho en España y somos ya como una gran familia», se ríe la soprano extremeña, que hace tres años triunfó en el Euskalduna en la ópera 'Alzira', también de Verdi. Todavía no ha tenido oportunidad de protagonizar papeles principales en teatros de primera fila a nivel mundial, pero no se hace mala sangre. «Me gusta pensar en positivo y no olvidar todo lo que he conseguido en mi trayectoria como cantante».
– ¿No cree que se merece más?
– Eso yo no lo voy a decir. Soy muy autocrítica.
– Dicen los expertos que, a estas alturas, debería estar triunfando en medio mundo. ¿Qué pasa? ¿Tiene en contra a alguien?
– Bueeeeno. A lo mejor no estaba en el momento y lugar correcto. O no tuve suerte. También he sido afortunada en otras ocasiones. Si las cosas llegan, me parece muy bien. Y si no, tampoco pasa nada. Como decía mi abuela: 'No estaría de Dios'. Además, le recuerdo que no soy la única en esta situación. Hay más sopranos españolas de mi vocalidad y repertorio que están en la misma situación.
– ¿Le parece justa esa falta de proyección internacional?
– No voy a echar la culpa de todo a los demás. Yo también tengo mi responsabilidad y repito lo que le he dicho antes: la suerte tiene un papel fundamental en el mundo de la lírica.
– Al hilo del azar y la buena estrella, parece que estaba predestinada para interpretar el rol de Leonora en 'La forza del destino'.
– Ja, ja, yo también lo creo. He cantado mucho el aria 'Pace, pace'. Ahora ha llegado el momento y estoy enamoradísima del personaje.
– ¡Una mujer osada del siglo XVIII! Su padre es el marqués de Calatrava y ella se quiere casar con un militar mestizo (hijo de español y de princesa inca).
– Sí, Don Álvaro no es una persona que sobre el papel le conviniera mucho. Pero el amor es ciego.
– Su progenitor es racista y su hermano, un psicópata obsesionado con el honor. Vaya familia.
– Y encima el padre la maldice cuando está agonizando. Ahí empieza la tragedia y ella se echa la culpa de todo. Y no solo eso: se castiga y sacrifica porque busca la redención. Es una mujer muy creyente. Hay mucho misticismo en 'La forza de destino'.
– Tanto Leonora como Don Álvaro huyen del mundo. Ella se hace ermitaña y él se mete a monje. ¡Y resulta que ninguno de los dos ha hecho nada malo!
– Desde nuestro punto de vista, da la impresión de ser todo muy marciano... Eso está claro. Pero en el caso de ella, no cabe duda de que es el sino de las mujeres.
– ¿A qué se refiere?
– Pues a que tendemos a echarnos la culpa de todo. Es algo muy femenino. Lo llevamos en nuestra genética.
Reivindicar la claridad
– El director de escena Ignacio García ambienta la trama en la Guerra Civil española. ¿Qué le parece ese enfoque?
– Ignacio te transmite todo con serenidad. Está muy preparado intelectualmente y se aprende mucho. El montaje es conceptual y la gente no se despista.
– ¿Qué quiere decir?
– Que la campana es una campana y la cruz es una cruz. Eso me parece un valor. ¡La claridad! A veces se quiere transmitir demasiada información, sobre todo en las óperas que todo el mundo conoce. Yo creo que en los títulos más populares menos es más.
– ¿Hay que reivindicar la sencillez y lo básico?
– Algunos montajes lo piden. Y ampliando el foco, yo diría que también defiendo la sencillez en la vida. Hay que tener un orden de prioridades claro, sin olvidar que lo importante, lo realmente importante, es la salud. A veces nos preocupamos por minucias o temas de peso indudable, como el trabajo, los padres y los hijos, pero lo que mueve todo es la vida. La salud es lo primero.
– No me diga que lo había olvidado.
– No del todo, pero sí confieso que tenía la cabeza en otras cosas. Durante el confinamiento estábamos obsesionados con el trabajo. A mí entonces me detectaron un tumor abdominal. Era muy grande, afortunadamente todo fue bien, pero nadie te quita el miedo y la incertidumbre.
– ¿Vendrá su hijo Marco a verla este sábado?
– No, qué va, no creo que pueda. Es que cumple 14 años ese mismo día y, a esas edades, ya se sabe, los chavales están ocupadísimos...
– Tiene la custodia compartida, ¿verdad?
– Así es. Vivimos en San Lorenzo de El Escorial. Un sitio muy tranquilo y bien ubicado, a una hora de Madrid. Si no tengo compromisos, me quedo allí y soy súper feliz. ¡Unas vacaciones en casa son estupendas! Intento aprovechar al máximo ese tiempo, pese a que Marco como buen adolescente me recuerda cosas que duelen.
– ¿Qué tipo de cosas?
– Me dirá que eche cuentas para saber en cuántos de sus cumpleaños no he estado. Ahora, también pienso que de haber dejado de cantar para estar con él, también me lo reprocharía. Es una actitud propia de la adolescencia.
– Usted estudió Magisterio. ¿Era un 'plan B' por si no salía bien la apuesta por la ópera?
– No. Yo tenía vocación de cantante y no tardé en presentarme a concursos y encarrilar mi carrera. Hice Magisterio porque me apetecía. ¿Por qué no? Esa fue mi motivación. Nada más. Siempre tuve el apoyo de mi familia para dedicarme a la música. Era algo que se valoraba mucho en mi casa. Mi tío Carmelo Solís era director del Conservatorio Superior de Música de Badajoz y también fundó el coro. Nos marcó enormemente.
– Ser la más pequeña de cinco hermanos, todos chicos, también debe ayudar.
– ¿En qué sentido?
– Pues que imprime carácter.
– Ja, ja. Igual sí. El mayor tenía 15 años cuando nací y el más pequeño, unos 7 o así. Fui muy querida y buscada, pero no tengo el recuerdo de haber sido una niña mimada. Llegué y me encontré con una multitud con la que tenía que convivir. Tuve que gestionar muchos estímulos.
– ¿Qué le han dado las artes escénicas?
– Cualquiera de sus disciplinas (teatro, música, danza..) te ayuda a conocerte a ti mismo. Yo lo veo en mi hijo, que estudia piano. Es disperso, muy intenso en su trato y en todo, pero lo he visto subirse al escenario y recogerse y concentrarse de una manera espectacular. Esa capacidad de focalizar la energía y las emociones es fundamental. Yo abogo por incluir las artes escénicas en la educación de todos los niños.
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