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Lita Ford (Londres, 1958) es una currela de la música. Debutó casi de adolescente en las pioneras The Runaways y, ya en los 80, se ... hinchó a vender discos con una fructífera carrera en solitario. Tras estar algo desaparecida de la escena desde principios de siglo, Ford ha reactivado su carrera en los últimos años y sigue derrochando pasión por el rock and roll y un buen puñado de temas clásicos sobre el escenario. ¿Nostalgia? Puede. Pero bien cierto es también que hay un público multitudinario que sigue ahí, como prueban citas como el Bilbao BBK Music Legends Fest, en el que la guitarrista anglo-estadounidense, de visita por primera vez en la capital vizcaína, será uno de los principales reclamos.
– ¿Qué me puede contar sobre su gira europea de este verano?
– La verdad que ha pasado tiempo, así que es emocionante volver a España, a Reino Unido, a Europa en general. Y lo mejor es que tengo una banda fantástica conmigo, llevamos tiempo trabajando juntos y estamos ya muy rodados, somos un gran equipo.
– Es su primera vez en Bilbao. ¿Con qué repertorio aterriza?
– Sonarán todas las buenas (ríe). 'Kiss Me Deadly', por supuesto, una canción muy dramática con la que siempre nos divertimos mucho con el público. También tocaremos 'Close My Eyes Forever', que recientemente canté a dúo con Glenn Hughes y fue fantástico. Pero aunque no esté Hughes tengo a Patrick Kennison, mi guitarrista, que tiene una excelente voz y con él haré una gran versión. Ah, y sonará también 'Cherry Bomb', cómo no.
– Revisitando a las Runaways con las que empezó en la música.
– Sí, pero es que además llevo conmigo la guitarra original de Runaways. La gente siempre se fija mucho en los instrumentos, porque las guitarras son icónicas. Y cuando sacas al escenario una guitarra como esta a la gente se le salen los ojos de las órbitas. En plan: «¡Guau! ¿Esa es la guitarra original?».
– Vamos, que con todos estos elementos promete ser un buen show.
– Claro, todo mola en esta gira. Tengo una banda genial que completan Marten Andersson al bajo, que toca como un loco, y Bobby Rock a la batería, un absoluto crack. Es un espectáculo muy divertido y lleno de energía, donde intentamos involucrar al público lo máximo posible.
– ¿Cómo ve la salud del rock hoy en día? ¿Sigue habiendo un público fiel?
– Sí, creo que sí. O sea, ¿conoces ese viejo dicho de que el rock and roll nunca muere? Creo que es muy cierto. Puede haber quien cambie de estilo y se enganche a otra cosa, pero todavía nos quedan miles de seguidores. O sea, mira a los Rolling Stones. La gente quiere escuchar esa música. Simplemente rock clásico, música que todavía está en todas partes y no ha aparecido nada en este planeta que pueda superarlo.
– En Europa hay un fuerte auge de géneros electrónicos y urbanos y a los jóvenes les cuesta engancharse a la música de guitarras.
– Puede ser, hay muchas razones, para empezar que las emisoras de radio y los discos no son lo que eran. Y luego está internet… En los 70 y 80 no había internet, dependíamos de la radio y me encantaba esa sensación de escuchar algo en la radio y decir: «¡Qué es eso! ¡Tengo que volver a escuchar esa canción!». Esa sensación me sigue haciendo sentir bien, me llena de energía, me alegra, me entristece… Pero el público y los artistas de hoy son más digitales. En cualquier caso, los verdaderos rockeros empedernidos no vamos a cambiar y nos llevaremos nuestro espíritu a la tumba.
– Pero sin relevo generacional el rock corre el riesgo de ser solo nostalgia.
– Sí, y realmente desconozco si lo hay, creo que debo salir más y empezar a ver más bandas jóvenes, porque no se me ocurre ninguna ahora mismo. Sigo escuchando a Deep Purple y Black Sabbath, me gusta lo bueno (ríe).
– Usted además empezó muy joven, casi de adolescente, y tuvo el privilegio de conocer a toda esa hornada de artistas.
– Fue increíble, ojalá todo el mundo tuviera esa oportunidad. Aunque también te digo que The Runaways fue mucha sangre, sudor y lágrimas, ya sabes, viajes duros, recibir palizas, golpear a la gente… Pero también mucha diversión, había mucha autenticidad.
– Luego en los 80 vendió miles de copias con sus tres primeros álbumes en solitario, otra época dorada.
– El momento lo es todo. En esa década sentí que estaba en el lugar correcto, en el momento correcto y con la gente adecuada involucrada. Pero siento lo mismo ahora, estoy en el lugar correcto, y por eso vengo a España.
– La industria musical es muy diferente que cuando usted empezó.
– No es lo mismo en aboluto, empezando por el dinero, que ya no se gana nada con los discos. Los sellos también son diferentes y se dirigen más a lo digital. Pero bueno, todavía hay sellos que contratan y trabajan con bandas de rock pero la parte del dinero es difícil. Antes, en los viejos tiempos, la compañía discográfica era el banco, financiaban las giras, apoyaban al artista, le ayudaban con todos los desplazamientos… Ahora, es al revés: las discográficas quieren una parte de todo lo que hace el artista. Pero, en fin, ¡qué vas a hacer! Tienes que dar lo mejor de ti y seguir adelante.
– ¿Era difícil ser mujer en los 70 y 80 en un mundo dominado por hombres?
– Fue una auténtica batalla. Pero son los propios músicos de rock los que me han apoyado a lo largo de los años y me han dado palabras de confianza y apoyo. Luego estaba la gente que era todo lo contrario, que no lo entendían del todo. «Un momento. Eres una chica y eres guitarrista de rock. No, eso no puede ser». Ahora es algo diferente y las artistas femeninas son mucho mejor recibidas. Pero en la época de The Runaways nadie sabía qué pensar de nosotras.
– ¿Se ha sentido una pionera?
– Definitivamente, sí. Creo que hemos allanado el camino para mucha gente.
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