Judeline junto a su bailarín Héctor Fuertes en la actuación de esta noche. Sara Irazabal

La chica de 'cristal' que hace brillar Kobetamendi

Judeline deslumbra en el escenario Repsol con un espectáculo sensorial y envolvente que cruza electrónica, tradición y performance. Ha lanzado un mensaje contra la gentrificación de Caños de Meca, su tierra natal

Ekaitz Vargas

Viernes, 11 de julio 2025, 00:54

La escena se abre con fuerza: las bailarinas de Judeline escalan una pirámide metálica iluminada por tubos fluorescentes, mientras su rostro se proyecta en los ... visuales. La artista gaditana aparece suspendida en un columpio al son de 'Bodytale', el tema que abre su álbum de la luz. Es el pistoletazo de salida a un concierto que combina espiritualidad, corporalidad y potencia escénica.

Publicidad

Con 'Ángela', la artista se pone en pie. Viste un conjunto de rayas azuladas y grisáceas, guantes a juego y el pelo suelto. Las luces blancas laten al ritmo de la canción y le dan un aura casi celestial. Las bailarinas siguen suspendidas en la estructura mientras el escenario vibra en blanco. Ella parece recién bajada del cielo.

En 'Habibi', los cuerpos bajan a tierra. Las bailarinas la cargan en brazos como en un ritual. Luces suaves caen desde arriba. El público, joven y entregado, canta todas las letras. La intimidad del momento contrasta con la energía que vendrá después.

El tono del show cambia con la aparición de Héctor Fuertes, performer habitual de Judeline. Las luces viran al naranja, y la coreografía toma un cariz perturbador: él se mueve a cuatro patas y Judeline se sube encima.

Publicidad

«¡Qué de humanos hay en el mundo, qué de partos!», bromea la artista. Entre canciones, Judeline se comunica con su público como si estuviera en el patio de su casa. «Chiquillo, pero esto qué es… ¡qué de gente!». A pesar del salto escénico, conserva el carisma cercano que la define.

'Mångata' y 'Brujería' profundizan en el componente ritual. En la primera, un bailarín se columpia como si invocara a un dios antiguo; en la segunda, todo se vuelve rojo y sombrío. «No puedo explicarte, son poderes de mujer», canta Judeline con sensualidad. El ritmo se ralentiza, la atmósfera se condensa.

Publicidad

La intensidad regresa con 'Tu et moi¡, de ritmo abiertamente sexual, y después con 'Soy el único', donde el neoflamenco se mezcla con bases electrónicas. El riff de guitarra —grabado por Yeray Cortés— y la estética macarra hacen estallar a un público que ya ondea abanicos.

Judeline sorprende con una versión de 'La tortura', que defiende con soltura y acento propio. Luego, con Heavenly (su colaboración con Rusowsky), se abraza con Héctor Fuertes en el centro del escenario. Ambos quedan envueltos en una luz roja total. Solo se ven ellos: el resto está en penumbra.

Publicidad

Un «eskerrik asko» andaluz

Judeline se despide… o eso parece. Vuelve con 'Chica de cristal', su último sencillo, que interpreta mientras el público alza los brazos. Desde el micro, lanza un discurso con intención: «Soy de Caños de Meca. Si vais, respetad. No tiréis basura. Lo estamos pasando mal. Todo se está gentrificando. Aquí y en todas partes», denuncia la joven artista.

«¿Cómo se dice pendientes en euskera?», pregunta. Alguien responde: belarritakoak. Así presenta uno de sus temas más íntimos, 'Belarritakoak de plata' (zarcillos de plata), que interpreta con una preciosa Telecaster blanca. A juego con su atuendo, cierra el bloque más emocional del concierto.

Publicidad

Pero Judeline guarda dinamita para el final: cierra con 2+1, y el monte explota en baile. El Repsol arde en movimiento mientras ella se despide, con su acento gaditano intentando repetir: «Eskerrik asko».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad