Alain Pérez, el Sandokán de la salsa en Huesca
Una celebración exuberante, virtuosa, mestiza y rebosante de alegría de vivir dirigió el exbajista cubano de Paco de Lucía en un Palacio de Congresos donde se impuso la presencia gitana
Óscar Cubillo
Lunes, 14 de agosto 2023, 07:20
El domingo, el día en que no toreó Roca Rey en la plaza de Huesca debido a la cornada de 18 cm en el gemelo (se asegura que reaparecerá en las fiestas de San Sebastián este martes 15, día de la Virgen), en la explanada del Palacio de Congresos de Huesca se vivió el mejor concierto de lo que se lleva de fiestas de San Lorenzo, y seguramente hoy lunes Ilegales no superen la algarabía absoluta de dos horas y media de Alain Pérez (La Habana, 1977), al que presentaron como «el rey de la salsa» y que actuó en la Plaza Nueva en la Aste Nagusia de 2022,
Su actuación borró de un plumazo las impresiones cosechadas hasta entonces en ese mismo espacio: el jueves Lola Índigo suspendió su show con todo preparado alegando que una pantalla de vídeo iba con retardo (habrá que fijarse si en las fiestas de Bilbao va sincronizada al instante; ah, después de la polémica suspensión los tendidos de sol del coso aragonés, plagados de jóvenes, han coreado su nombre de manera agria y agraviada), el viernes los proyectos femeninos Samuraï y Cariño se quedaron muy chiquitos en semejante escenario, y el sábado el rapero Sho-Hai, de Violadores del Verso, dio un bolo paupérrimo y retrógrado, excluyente hasta lo insultante, infantil pero para mayores y con una estética exenta de glamour tanto en escena como haciendo el check out en el hotel (los oscenses de los tendidos de sol le gritarían en plan negativo: «este rapero, es de Zaragoza», y acertarían).
En el mismo hotel los músicos de la orquesta de Alain Pérez pasaban junto a ti y se veían limpios y perfumados, y dejaban el ascensor aún con efluvios. Los doce músicos vestidos de blanco integral (cuatro metales, dos coristas, tres percusionistas, un guitarrista, el bajista hermano del líder Jaime Pérez y el director musical y teclista bailando cual junco agitado por un tifón) actuaron fielmente, ordenadamente, virtuosamente al servicio de Alain, que salió con camisa blanca pero con pantalones cremas con dibujitos, y además su barba cana y su pelo largo peinado hacia atrás (y recogido en una trenza) le conferían el venerable aspecto del actor Kabir Bedi, el famoso Sandokán.
Alain Pérez & La Orquesta dieron en Huesca el último concierto de su gira europea, y les salió largo, de dos horas y media, aunque siempre magistral a pesar de que la gente fue desertando y al final casi quedádamos solo los gitanos, todos endomingados. ¿Por qué habría tantos gitanos? Al principio pensamos que se debía al ritmo rumbero primo hermano del otro lado del charco. Luego caímos: claro, Alain tocaba el bajo en una de las formaciones del admirado Paco de Lucía. Y como tercer signo nos llegó el baile en escena con la única invitada, Naiara, una chavalita calé oscense de unos diez años que con mucho arte danzó su tema 'Kaderona'.
Con sonidazo y perfecta y bullente integración entre los componentes de la orquesta, desde las percusiones hasta los coristas, Alain dirigió una celebración de la alegría de vivir y en un momento de predicador gospel dijo «bendiciones, familia, gracias por estar, gracias por el cariño», y más tarde soltó: «todo el sacrificio no se compara con la felicidad de estar ante ustedes». Y apenas paró para respirar (al de 40 minutos, luego al de 79...), y la única mota sería el solo que hizo él al piano eléctrico (también por el final soleó con los timbales, y es que parecía que muchas ráfagas eran improvisadas, o alargadas para explotar filones, o cantadas sobre la marcha como en los pregones).
Alain supo comunicar («¿hay gente de Zaragoza?, siempre vienen muchos a vernos, somos producto del mestizaje entre España y África, ¡yo soy criollo! ¿Hay gente de Colombia, Perú, México, El Salvador, Argentina...?»), una vez arrancado el show se puso el pañuelo de fiestas de San Lorenzo («démen la pañoleta, ya soy como uno de ustedes»), y la salsa imperó de principio a fin (pensamos en Los Van Van, en Celia Cruz, en Ruben Blades...), y respetó los orígenes del son como un epígono de Benny Moré, y un par de veces restalló tan modernista como en la timba, y otra tan americanista como una big band peliculera con swing, y otras tan pop (por moderno y transversal) como Juan Luis Guerra, todo a lo largo de un repertorio con temas como 'Chacha', en el bis 'Bemba colorá' de Celia Cruz, la citada 'Kderona', o su ultimísima canción, subida hace unos diez días a YouTube, 'Pa tó la vida', una balada moderna creciente que puso nerviosas a las adolescentes gitanas de delante.