«Siempre me he tenido que justificar en mi relación con Ramiro Pinilla»
María Bengoa presenta este martes el libro 'La damiselas y el escritor', un acercamiento múltiple al autor getxotarra, en el Aula de EL CORREO
Sobrevuela cierta sombra de sospecha en la relación sentimental de la periodista María Bengoa y Ramiro Pinilla que ella misma reconoce. «Sí, siempre me he ... tenido que justificar», reconoce. «Estoy segura de que habrá quien diga que esta mujer publica en una editorial importante porque se aprovecha de su vínculo aunque el editor dice que no es así. En cualquier caso, hay mucha gente que me miraba con desconfianza, antes y después de su pérdida». Tras 'El mar de Arrigunaga', relato de su infancia y adolescencia, la autora rinde un segundo homenaje con 'Las damiselas y el escritor', recientemente publicado. La creadora presentará el libro en un nuevo encuentro del Aula de EL CORREO que tendrá lugar este martes, a partir de las 19.00 horas, en la Biblioteca de Bidebarrieta. El acto cuenta con el apoyo de Tusquets y la colaboración de BBK.
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La obra no pretende ser una biografía al uso. La protagonista de la cita admite haber ficcionado parte del relato, si bien la base es cierta. Los testimonios de las amigas del autor, personas existentes, reúnen anécdotas ciertas, propias y ajenas. «Una cosa es el pacto de verdad y otra, el de verosimilitud, y yo he buscado la segunda para trasmitir la realidad del personaje principal», aduce.
Las damiselas proporcionan una perspectiva amplia y diversa de Pinilla. «Era como hacer un juego de espejos sobre él. He tratado de salir de mí porque si tan sólo hubiera depositado mi mirada habría sido más romo el retrato», explica y apela a su concepto de la escritura como indagación. «He querido reflejar su personalidad mediante una herramienta compleja que ha sido un puzle para mí hasta el final. Una crónica en sentido estricto no habría llegado a explorar lo que yo deseaba».
Algunos autores han contado con compañeras que también han sido colaboradoras cercanas y abnegadas, caso de Maria Kodama con Jorge Luis Borges o Pilar del Río y José Saramago. «En parte asumo ese rol», confiesa. «Este libro es, asimismo, una profunda historia de amor porque nosotros nos enamoramos como dos adolescentes y trato de reflejarlo. Pero cuando ya llevaba un tiempo con él y se hizo más conocido sentí que estaba con un personaje público y yo nunca he dejado de ser periodista y escritora. Lo observaba desde ese desdoblamiento. La literatura siempre es un artificio por mucha verdad que contenga y en esa convención yo he asumido el rol de biógrafa».
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La influencia de un autor consagrado sobre otra narradora aún en ciernes se antoja probablemente fagocitadora. «Los años en los que estuve con él, entre 2003 y 2014, fueron paralizantes y de hecho no publiqué nada de creación hasta 2023», asume, aunque, luego, esa convivencia se volvió fructífera. «El recuerdo, lo que me ayudó, todas las cosas que me contó y el gran hombre que era, dieron sentido a mi labor».
Ramiro Pinilla fue un profesor de felicidad, según sus propias palabras. «El me enseñaba, ahora lo comprendo mejor. Siempre intentaba centrarme aconsejándome que no fuera negativa ni melancólica, que no diera importancia a las cosas que no lo tienen», recuerda y sostiene que, además de un gran escritor, era una gran persona. «Hablamos de alguien que llevó un taller gratuito de escritura durante 40 años, promovió una revista y una editorial autogestionada para vender libros a precios de coste y construyó parte de su casa. Fracasó en algunas cosas porque fui un pionero y hoy tiene mucho que decirnos. Por eso yo estoy aquí, al pie del cañón».
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El ascendiente literario fue menor, en su opinión. «Somos dos escritores muy diferentes», advierte. «Yo tiro de la crónica y la entrevista, me sigo considerando una novata y él, con 38 años, obtuvo el Nadal y el Premio de la Crítica. Se está preparando la versión cinematográfica de 'Las ciegas hormigas' y espero que se haga una serie de 'Verdes valles, colinas rojas' que, para mí, es la gran novela de Euskadi».
La biografía caleidoscópica del escritor se convierte, en el último capítulo del libro, en unas memorias descarnadas de la autora. Tras el fallecimiento de su pareja, Bengoa aborda la desaparición consecutiva de sujetos muy cercanos, entre ellos, su hermana pequeña, y la autora se pregunta a sí misma qué cantidad de muerte podemos soportar. La respuesta parece obvia tras la publicación de este libro y la confesión de nuevos proyectos. «Estoy aquí y he soportado mucho», señala y alega: «La literatura ayuda a seguir adelante».
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