«Para debatir, ya no importan los argumentos, sino las etiquetas»
En 'La máscara moral', explica cómo la impostura se ha ido adueñando de la vida social y los riesgos que eso entraña
Vivimos en un permanente baile de máscaras que nos conduce a la impostura. Con tantas personas dando lecciones de moral y linchando a quienes no ... siguen sus preceptos, ya no valen los argumentos porque las etiquetas lo definen todo. El diagnóstico es de Edu Galán. Un tipo de mente lúcida y respuesta rápida y afilada, que lo mismo escribe un guión satírico y provocador que publica un documentado ensayo de esos que hacen pensar, y mucho. En 'La máscara moral' (Ed. Debate) este escritor y psicólogo de formación hace un retrato de la sociedad de hoy. La imagen resultante no es favorecedora.
- ¿Somos todos impostores?
- Lo somos en una u otra medida. Pero ahora eso se ha instalado en ciertos ambientes por dos razones. La primera, porque hay herramientas que premian la impostura moral.
- ¿Y la segunda razón?
- Que la acumulación de barro moral no tiene consecuencias. Puedes decir A y B y nadie te pide responsabilidad alguna. Puedes predicar una cosa y hacer la contraria. Ahí tenemos a Trump, que se va a presentar de nuevo a las elecciones y puede que incluso las gane.
- Queremos aparentar ser buenas personas, pero ¿no nos hemos convertido en inquisidores?
- Nos presentamos como buenas personas con referencia a otros. Llamar la atención en las redes sociales requiere distinguir entre lo bueno y lo malo. Y así se produce una desnaturalización de lo humano, que implica errores. No nos paramos a tratar de entender las cosas. Se premia a quien no hace el esfuerzo de entender.
- Además, somos hipócritas y justicieros.
- No tiene sentido la Inquisición sin castigo. Los señalamientos son eso. Para el que lo ve y para quien ejecuta el castigo, además es muy liberador. Sobre todo si el campo ha sido abonado previamente para quien se 'merece' ese señalamiento. La Inquisición tenía que formar un tribunal, comprar leña y quedar mal con las familias de los condenados. En las redes sociales no pasa eso. Lideras esos procesos comprando un móvil de 200 euros.
- ¿Por qué ha renacido ese afán por los linchamientos?
- Las redes sociales te dan la ilusión de formar parte y al tiempo de arreglar el mundo. Nunca el diálogo moral ha estado tan presente entre las personas como ahora, a través de las redes. Pero en la vida fuera, en la calle, eso ocupa muy poco tiempo. En las redes te conviertes en un justiciero, como Spiderman, y si vas con otros, en un miembro de 'Los vengadores'. Y así perpetras ese linchamiento que nunca harías en la calle.
- Algo que denota no poca cobardía, claro.
- Los populismos han entendido muy bien esta forma de funcionar. Ya no son partidos, sino compañías que crean caldo de cultivo para determinadas campañas.
- ¿Y el uso de etiquetas? Se usan en vez de argumentos. ¿Hacia dónde nos lleva esto?
- Cuando alguien me acusa de ser amigo de fachas o de comunistas, me gustaría saber cómo son sus amigos. Ya no importan los argumentos, sino las etiquetas. Habrá que ver el porqué de las cosas, lo diga quien lo diga. Si Hitler dice que fumar no es bueno, ¿está mal porque lo diga Hitler? Con un mínimo esfuerzo tenemos acceso a más información que nunca, pero preferimos fiarnos de las etiquetas.
- El mundo de las redes no es representativo, porque si no Podemos y Vox ganarían las elecciones de largo. ¿Pero no hay riesgo de que se traslade a la calle ese ambiente de las redes?
- No existen aún datos sobre la incidencia de las redes en la vida de las personas, pero pienso que la vida virtual y la no virtual se retroalimentan. No creo que el auge de los populismos se pueda analizar lejos de lo que pasa en las redes. Y también se vio en el 'procés': caldearon muchísimo el ambiente y sobredimensionaron el conflicto, y eso incidió en la ruptura de familias.
«La acumulación de barro moral hoy no tiene consecuencias. Puedes contradecirte y nadie te pide responsabilidades»
imposturas
Atención y refuerzo social
- En las redes, cada vez hay más gente que no tolera insultos, que es normal, pero ni siquiera acepta críticas razonadas.
- Es otra impostura. Se vende una imagen cuqui y flexible, pero solo con quien te da la razón permanentemente. La máscara, en cambio, se vuelve siniestra si quienes te rodean te contradicen con argumentos. Los debates terminan siendo entre dos hinchadas y no hay diálogo.
- ¿Y el peso de las imágenes? Puedes hacer recortes en los servicios sociales, pero si besas a muchos niños o te presentas en ciertos lugares estás ganando.
- No hay más que ver la escena del perreo con Ayuso... Los discursos se oscurecen con esas imágenes. Evaluamos a la gente por cómo sale en los medios o por lo que dice, y no por lo que hace.
- ¿Por qué atribuimos valores morales a cosas o animales? Por ejemplo, ¿por qué el veganismo se entiende como forma de vida?
- Vestir de moral la práctica del veganismo es falso. No digo que no sea saludable, pero hoy ser vegano es formar parte de un movimiento que sirve para sentirte mejor frente a los demás.
- En este juego de máscaras, ¿quién y qué gana?
- Quienes más lo practican ganan atención, que es el eje de las redes sociales. A veces incluso el refuerzo social les compensa más que el dinero. Por ejemplo, hay periodistas culturales que ya no hablan de las obras que se estrenan, sino que aplauden a quienes tiran tomate a los cuadros o usan el 'excel' para analizar la diversidad en las películas de dibujos animados. Ganan si tienen gente que les aplaude cuando dicen ciertas cosas. Los populismos también ganan. La suerte que tenemos es que los populismos no duran mucho.
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