«Creo en la curación a través del relato»
En 'Las herederas', que presentará el viernes en el Aula de EL CORREO, retrata a cuatro mujeres en la casa de su abuela
«Yo empecé a escribir con todo a favor». Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) lo dice tras explicar que en la literatura, como en ... la vida en general, hace falta suerte por encima de todo. Suerte, sí, pero también talento y trabajo. Porque solo así se explica que con 34 años haya publicado seis novelas y un libro de relatos, ha participado en varios volúmenes colectivos, ha sido llevada al teatro, ha ganado un puñado de premios, incluido el Euskadi de Literatura, y además es Doctora en Teoría de la Literatura. Su última novela, 'Las herederas' (Ed. Alfaguara), reúne a cuatro mujeres de entre 30 y 40 años, a quienes una abuela que se ha suicidado les ha dejado una casa en un pueblo perdido en mitad de ninguna parte.
Son Lis, que vivió un trauma entre sus cuatro paredes y quiere venderla para alejarse de sus fantasmas; su hermana Erica, fan de la vida natural y despegada del mundo; Olivia, cardióloga y prima de ambas; y Nora, hermana de esta última, cuya vida es una pequeña catástrofe y que planea ceder la casa para que un amigo la use como centro de distribución de droga al por menor. De todo ello hablará en la presentación del libro, el próximo viernes en la Biblioteca de Bidebarrieta de Bilbao, en un acto organizado por el Aula de Cultura de EL CORREO. Y sobre eso mismo gira también una entrevista concedida a este periódico.
- Sorprende no solo su carrera sino la precocidad: publicó la primera con 19 años. Siempre se ha dicho que para ser novelista hay que haber vivido...
- Entiendo que no es habitual que pase lo que me ha pasado a mí. Yo debo mucho a la Fundación Antonio Gala, que me dio una beca que me permitió no ir a la Carlos III hacer un doble grado de Economía y Derecho, como tenía previsto, sino retirarme para poder escribir y descubrir que eso era lo que quería hacer. De ahí mi agradecimiento, que se extiende a los editores que apostaron por mí cuando no era nadie.
- Su trayectoria literaria va paralela a una verdadera trashumancia. Ha vivido en un puñado de ciudades de dos continentes. ¿Ha marcado eso su obra?
- Creo que he hecho una novela por cada casa en la que he estado. La incomodidad del cambio permanente de casa ha hecho posible que esté refrescando continuamente el imaginario. La acción de 'Las herederas' transcurre en la casa en la que vivimos durante un tiempo en la pandemia.
- También quiso ser pianista. ¿Hay alguna influencia de la música en su trabajo?
- Quería haber ido a Musikene... pero cambié un teclado por otro. Me ha ayudado mucho tener un bagaje musical. Doy más importancia al ritmo de la prosa. Y hay una banda sonora por cada novela que escribo. Aunque en la escritura de esta es probablemente cuando menos música he escuchado porque estaba en el campo y tenía los sonidos de la naturaleza. Pero al final del día nos poníamos C. Tangana y Rosalía.
Maternidad y pareja
- Otra cuestión relativa a las influencias: hizo su tesis doctoral sobre cuestiones relacionadas con series de TV. ¿Le ha servido de algo para la escritura?
- He aprendido que la teoría académica se convierte en parte en un escudo ante lo que se estudia. Y mi literatura tiene que ver con la ausencia de esa barrera, precisamente.
- La maternidad ha cambiado su forma de escribir, ha dicho. ¿En qué sentido?
- La primera vez que dejé a mi hijo en brazos de otra persona fue para escribir. Y me encontré con que me había contagiado la delicadeza de los gestos. No ha sido un cambio voluntario, esa suavidad la he trasladado a los textos.
«Estamos cada vez más medicados porque el sistema nos lleva a hacerlo»
- La última cuestión antes de entrar a hablar de su novela. Acaba de hablar de contagio a cuenta de su hija. ¿Se contagia algo el estilo cuando su marido (el novelista Iván Repila) también escribe?
- Suelo decir que escribimos a partir de las mismas experiencias, de las mismas reflexiones, con diferentes formas de abordarlo. Nos hemos contagiado en el ritmo, en el pensamiento...
- Las cuatro protagonistas de su novela parecen dar la razón a Tolstói: las familias desgraciadas lo son cada una a su manera.
- Son familia, sí, pero encuentran una salvación en las relaciones. Una familia puede ser también un punto de entrada a lo colectivo. Creo que no es casualidad que haya un 'boom' narrativo sobre la familia. El confinamiento nos encerró en el núcleo familiar tradicional cuando muchos habíamos querido extenderlo. Acabamos replegándonos en ese núcleo y eso no es algo que hemos ganado, sino que hemos perdido, porque lo ideal sería establecer vínculos más allá de la familia nuclear.
- Ya hubo experiencias como las comunas y apenas queda nada...
- Yo he querido ser madre desde los 22 años y me imaginaba formas distintas de familia, pero he terminado en una tradicional. Las violencias del sistema, plasmadas en la precariedad laboral y económica, son las que nos empujan a vivir en pareja. Y cada vez más veo pisos en los que residen dos parejas porque no pueden permitirse otra cosa. Al final, igual vivimos más en lo comunitario, pero no por elección sino por necesidad.
«Llamamos patologías a experiencias de sufrimiento que han estado siempre ahí»
- Usted ha repetido que no le gusta la psiquiatría, y en esta novela ha creado cuatro perfiles que darían mucho juego a los profesionales de ese sector.
- Tengo todos los problemas con la psiquiatría pero también le diré que un psicoanálisis me salvó la vida. Lo que critico es la imposición de etiquetas. Verbalizar los traumas nos ayuda a sanar. Hay un momento en que las cuatro mujeres se escuchan unas a otras y empiezan a sanar. Creo en la curación a través del relato.
- Ha dicho alguien que la novela contiene tantos términos de farmacología como un tratado sobre la cuestión. ¿Vivimos gracias a las drogas legales o ilegales que tomamos?
- Estamos cada vez más medicados porque el sistema nos lleva a hacerlo. Mire lo que sucede tantas veces: si no nos encontramos bien, nos automedicamos para no tener que pedir una baja.
Ansiedad lógica
- ¿Y cómo hemos llegado a ese punto en que tenemos que tomar algo para divertirnos y para trabajar?
- La psiquiatría ha patologizado sufrimientos normales. ¿Cómo no vas a tener ansiedad si trabajas 60 horas a la semana y no puedes ver a tus hijos? Si tenemos ansiedad es porque hay motivos, aunque la psiquiatría nos diga que es un mal privado.
- ¿Por eso uno de los medicamentos más consumidos en EE UU es el prozak?
- Es cierto que hay personas que sin tratamiento psiquiátrico no podrían vivir, pero se está medicalizando todo y el resultado es que hay mucha gente que va puesta hasta arriba de prozak. Llamamos patologías a experiencias de sufrimiento que han estado siempre ahí. Pasa con los duelos, por ejemplo. Ahora, si pasa de cuatro semanas ya se considera que requiere medicación.
- En 'La línea del frente', que publicó hace cinco años, la protagonista se traslada a Laredo a escribir su tesis doctoral. Usted y su familia se han ido ahora allí a vivir. ¿Una profecía autocumplida?
- La literatura tiene un componente casi mágico que te conecta con el pasado y el futuro. Siempre me han pasado cosas extraordinarias con las novelas.
Libro y presentación
'Las herederas' de Aixa de la Cruz. Ed.: Alfaguara. 326 páginas. Precio: 19,90 euros (ebook, 8,99)
Presentación: Conversación de la autora con Txani Rodríguez. Aula de Cultura de EL CORREO. Biblioteca de Bidebarrieta, viernes 30 a las 19 horas
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