El enfoque femenino de la Guerra Civil
Más de 200 mujeres ·
. La contienda atrajo a reporteras de 26 países, la mayoría universitarias y menores de 40 años, que pusieron el foco en la población civilMás de 200 periodistas, fotógrafas y colaboradoras de prensa llegaron de medio mundo para trabajar en España durante la Guerra Civil. En su inmensa mayoría, ... tenían menos de 40 años, título universitario y simpatías por la República. Entre 1936 y 1939 publicaron sin cesar y no se amilanaron ante sus colegas masculinos (que eran unos 2.000). En aquella época lo mejor de la profesión se concentraba al sur de los Pirineos. Nunca antes había despertado tanto interés mediático una contienda nacional. ¿Razones? Más allá del avance del fascismo y sus implicaciones en Europa, la presencia de 40.000 jóvenes en las Brigadas Internacionales tenía en vilo a familias de los cinco continentes.
«Había una demanda brutal de información. Eso sí, lo que no me imaginaba es que hubiera tantas mujeres (en torno al 10% del total) trabajando para los medios. Calculaba unas 20 pero no más. Descubrir la magnitud de su trabajo ha sido una gratísima sorpresa», confiesa Bernardo Díaz Nosty, catedrático de Periodismo de la Universidad de Málaga y autor de 'Lo contaron al mundo' (ed. Renacimiento), un trabajo de investigación de 916 páginas que reseña la labor de 198 redactoras, fotógrafas y colaboradoras de prensa que llegaron de 26 países, lo mismo de Alemania que de México, Italia, Dinamarca, Perú... Un catálogo que no solo ratifica el interés mediático de la contienda, sino también la singularidad del enfoque de las corresponsales.
No se centran en los uniformes ni en los galones; ni en los fusiles ni en las barricadas. Incluso la joven polaca Esther Zilberberg, que formó parte de los servicios sanitarios del batallón Perezagua y cayó herida en la ofensiva de Villarreal (Legutiano), cambia de registro cuando se sienta delante de la máquina de escribir. Fue redactora del semanario 'Mujeres', que tenía su sede en Bilbao y formaba parte del Comité Nacional Femenino contra la Guerra y el Fascismo, pero su primer reportaje, publicado en 1937, no era beligerante sino un tributo a la resistencia de los arrantzales vascos que, pese a los ataques de la aviación y marina franquistas, se empeñaban en seguir faenando. Lo que le interesaba a Esther Zilberberg era la vida y los que luchaban por preservarla.
Las periodistas también dejan a un lado la geopolítica internacional y las estrategias militares para entrar en las morgues y los hospitales. «Fueron las primeras en denunciar los crímenes de guerra. Algo importantísimo y fundacional. Es increíble que no se haya reconocido su trabajo como se merece». Son mujeres que describen olores, heridas y estampas de coraje y amor que sobrecogen, como las larguísimas colas de madres de familia delante de las tiendas de comestibles que ni se mueven ni se inmutan al paso de un obús, porque no quieren perder la vez y tienen que volver a casa con algo para comer.
Pero el horror no da tregua. Entre charcos de sangre y vómitos, la periodista sueca Barbro Alving se fija en los bolsillos de los pantalones cortos «que están llenos de esas cosas que suelen llevar los niños». El día anterior eran el tesoro de su dueño de siete años. No hace falta decir más. Es un soplo de ternura en mitad de un reportaje centrado en los cuerpecillos que se amontonan después de un bombardeo.
Fusilamientos
La mayoría de ellas no sabía castellano ni conocía la realidad social y económica del país, muy diferente a lo que se vivía en Boston, Stuttgart o París. Tenían una curiosidad sin límites. Solo había una excepción: los fusilamientos. Ni siquiera las más militantes sienten la necesidad de verlos. Un ejemplo: la francesa Madeleine Jacob, que publica reportajes de dos páginas sobre Dolores Ibárruri, se niega a presenciar en el frente de Aragón una ejecución en compañía del líder anarcosindicalista Joaquín Ascaso. Se resiste, pese a que «en España se fusila como se tala árboles, con toda naturalidad». Es lo que dice Antoine de Saint-Exupéry y nadie le quita la razón.
Hay quienes se marchan porque no pueden procesar la realidad. La rusa Catherine de Hueck, aristócrata y activista católica, no termina de sentirse cómoda entre los falangistas y mucho menos entre los nazis. Los jerarcas de la Iglesia no le inspiran respeto y se siente desorientada. Lo que termina de espantarla es la agonía de una joven carmelita, violada por quince soldados cerca de Brunete. No quiere ver ni saber más. «Estas mujeres no tienen una narrativa épica, más propia del enfoque masculino. Eso explica en gran medida su marginación y olvido. Tienen un enfoque que desentona con la cultura de la guerra», razona el autor de 'Lo contaron al mundo'.
La avanzadilla
Martha Gellhorn (1908-1998) Estados Unidos
Hija de una sufragista y de un médico, llega a España con una mochila y 50 dólares. Se centra en el sufrimiento de los civiles y de los soldados rasos de primera línea del frente. Será la tercera mujer de Hemingway.
Tina Modotti (1896-1942) Italia
Trabaja de niña en una fábrica. Se afinca en México. Durante la Guerra Civil publica reportajes y fotos en el semanario 'Ayuda', de la Internacional Comunista.Escribe sobre los talleres de costura para refugiados y el rol de las mujeres en la lucha antifascista.
Ellen Wilkinson (1891-1947) Reino Unido
Como parlamentaria laborista, critica la política de no intervención del Gobierno británico. En España escribe sobre la población asediada y promueve la ayuda a los niños. En 1945 es elegida ministra de Educación.
Andrée Viollis (1870-1950) Francia
Cursa estudios en la Sorbona y Oxford. Cubre la Primera Guerra Mundial y es corresponsal en la URSS, Afganistán, India, China... En España aborda el drama humano y la actividad militar. Entrevista a Manuel Azaña.
Entre las corresponsales que cubrieron los dos bandos destaca la estadounidense Virginia Cowles, que a los 27 años ya estaba aburrida de escribir sobre moda y viajes. En Madrid se hace notar por sus pulseras y tacones de aguja, pero su trabajo también brilla por sí mismo: en Santander confirma la responsabilidad fascista de la destrucción de Gernika cuando todavía se culpaba a los republicanos. ¿Cómo lo consiguió? Moviéndose por libre y hablando con todo el mundo. Así fue como en agosto de 1937, al llegar a Cantabria antes que las tropas de Mussolini, charló con un alto mando franquista que le soltó una confesión para la historia: «Pues claro que Gernika fue bombardeada. La bombardeamos y bombardeamos y bombardeamos y, bueno, ¿por qué no?».
Cuatro meses antes, el 28 de abril, Elizabeth Wilkinson había dejado constancia de esa crueldad en el 'Daily Worker'. Fue de las primeras en llegar a Gernika, al día siguiente de la masacre. Habla de «una ciudad pacífica, sin fábricas, ni armamento, ni tropas» y recalca que durante los primeros minutos del bombardeo «el sacerdote bendijo a todo el mundo, incluidos socialistas y comunistas». También le sorprende que se haya ametrallado a rebaños en los campos. No le cabe en la cabeza que se arrebate el sustento a los supervivientes. El hambre como arma le parece un sinsentido. Después de ver lo que ve en Gernika, se vuelca en labores humanitarias y no deja de escribir: «Mientras en Bilbao los nazis lanzan bombas, en Inglaterra no perdéis la sonrisa», denuncia en sus artículos. Poco más se sabe de ella. No hay ninguna foto que nos muestre su rostro ni se sabe cuándo murió. Es una más de las grandes olvidadas.
Al detalle
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Unos 2.000 profesionales extranjeros, entre hombres y mujeres, cubrieron la Guerra Civil. Las mujeres (incluyendo periodistas, fotógrafas, colaboradoras de prensa y memorialistas) llegaron a ser más de 200. Bernardo Díaz Nosty, autor de 'Lo contaron al mundo', ha identificado a 198.
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Sus nacionalidades: Reino Unido (44), Estados Unidos (38), Francia (29), Alemania (13), Rusia (12), Argentina (7), Austria (7), Italia (7), México (6), Cuba (5), Polonia (4), Suecia (4), Australia (3), Países Bajos (3), Canadá (2), Dinamarca (2), Irlanda (2), Perú (2), Suiza (2), Bélgica (1), Bulgaria (1), Chile (1), Hungría (1), Noruega (1) y Portugal (1).
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La mayoría eran universitarias, con recursos económicos para viajar y trabajar como 'freelancers'.
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Algunos medios para los que trabajaban. 'The New York Times', 'Daily Telegraph', 'The Observer', 'Le Figaro', 'Vu', 'Regards', 'Ce Soir', 'Dagens Nyhter', 'Deutsche Zentral-Zeitung', 'Il Nuovo Avanti', 'O Estado de São Paulo'...
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El 90% cubrió la zona republicana por afinidad ideológica. Entre las restantes, trece no se movieron del sector rebelde por identificarse con los sublevados, cuatro cubrieron ambos bandos y dos se quedaron en el territorio nacional sin una adhesión política específica.
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La fotógrafa alemana Gerda Taro (1910-1937), compañera y colaboradora de Robert Capa, murió atropellada por un tanque republicano durante la batalla de Brunete. La reportera francesa Renée Lafont (1877-1936) cayó herida en una emboscada de las tropas franquistas y, después de un consejo de guerra, fue fusilada en Córdoba. No llegó a publicar ningún artículo sobre la guerra.
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