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Esther García (Cedillo de la Torre, Segovia, 1956) es desde hace cuarenta años la mano derecha de Pedro Almodóvar en El Deseo, la productora que ... el director montó con su hermano Agustín. Ganadora de cuatro Goyas, Premio Nacional de Cinematografía en 2018, García tiene que ver estos días medio centenar de cortos como jurado en Zinebi: «Me ha sorprendido la cantidad de ellos que hablan o utilizan Inteligencia Artificial. Sí, la IA ha llegado para quedarse», apunta.
–¿Cómo acaba usted en el cine?
–Por pura casualidad. Mi vocación era ser maestra. A los 17 años, cuando estudiaba COU, necesitaban a alguien para presentar al sindicato vertical los contratos de 'Pim, pam, pum... ¡Fuego!', de Pedro Olea. Pedí ir al rodaje y me pareció mágico. Un montón de gente haciendo tareas muy dispares, que a la voz del director trabajaban por una única cosa. Decidí que quería pertenecer a esa especie aparte que somos la gente del cine.
–Lo siguiente que hizo fue 'Curro Jiménez'.
–Era 'freelance' y hacía todo: una película de Ferdinando Baldi en 3D ('El tesoro de las cuatro coronas', con Ana Obregón), westerns... Y trabajé de secretaria de producción en comedias de Mariano Ozores ('Yo hice a Roque III', 'Los liantes', 'Queremos un hijo tuyo'...).
–Cine del destape. ¿Cómo eran aquellos rodajes?
–Muy eficaces. Ozores rodaba ocho horas al día con dos cámaras cruzadas. Sabía exactamente lo que quería y acababa la película en tres o cuatro semanas. Era un poco vergonzoso lo que las mujeres veíamos en aquellos rodajes, pero no había una conciencia feminista muy marcada de lo que pasaba. Tampoco lo había sobre lo grave que puede ser un piropo con mala intención. Trabajé con Nadiuska, Jenny Llada...
–¿Era algo sórdido?
–No. A ver, no sabíamos lo que pasaba en los despachos. No parecían ser santuarios... Las mujeres que entraban allí probablemente no lo hacían con todos sus derechos bien protegidos. Era otra época. Estoy segura de que hubo situaciones complicadas para actrices y otras mujeres.
–No había muchas en los rodajes.
–Prácticamente ninguna. La script, sastras, peluquería y las montadoras, por aquello de que se entendía que el montaje era corte y confección. Durante un tiempo rodé al mismo tiempo dos capítulos de 'Curro Jiménez', uno por la mañana y otro por la tarde, porque quería dejar de ser secretaria de producción y cajera pagadora.
–La primera vez que trabaja con Pedro Almodóvar es en 'Matador' (1986).
–Habíamos coincidido en un corto suyo, 'Folle... folle... fólleme Tim' (1978). Cuando eres tan joven no solo tiene que gustar tu trabajo, sino tu forma de ser, que te entiendas.
–Después de tantos años, con Almodóvar le bastará una mirada para entenderse.
–Sí. Tenemos una relación muy buena de productor y director. Nuestro objetivo es el mismo: la película. Procuro que Pedro trabaje a gusto y que no le falte de nada. A veces no coincidimos en algo, pero no son desacuerdos, sino falta de coincidencia en momentos puntuales.
–¿Puede interferir en apartados creativos o él siempre tiene la última palabra?
–Yo no lo llamaría interferencia. Si Pedro nos pregunta es porque está dispuesto a escucharnos.
–Uno piensa que Almodóvar puede conseguir lo que quiera.
–Esa es nuestra misión. Su nombre abre casi todas las puertas, pero hay cosas que no puede conseguir. Imagínate: quiere cerrar la Alhóndiga tres días para rodar. O una casa maravillosa. Los directores son los que más renuncian en el mundo de la creación. Pasar de la película que tienen en la cabeza a la realidad es muy difícil.
–Ningún actor le habra dicho que no a Almodóvar.
–No recuerdo a ninguno que haya dicho que no quiere trabajar con él. Otra cosa es que no pueda por tener otro proyecto.
–¿Cómo lo lleva cuando Almodóvar está en el ojo del huracán por unas declaraciones en estos tiempos tan crispados?
–A mí me duele lo que le duele a Pedro y a El Deseo, que es mi casa. Eso no me hace estar necesariamente en posesión de la verdad. El dolor no depende de que sea verdad o no, sino de los sentimientos. Y hay momentos en los que las cosas duelen.
–¿Siente una cierta ingratitud en España hacia nuestro cineasta más internacional?
–Pedro es el director español más conocido, a la misma altura que Buñuel. También es muy querido y reconocido aquí. La gente se le acerca con respeto y cariño por la calle. Cuando a veces no pasa, creo que no hay darle mucha más importancia.
–Defiende que las mujeres están mejor dotadas que los hombres para ser productoras.
–Sí. Arsuaga sostiene que las mujeres inventaron la agricultora mientras los hombres iban a cazar. Nos hemos ocupado de organizar la parte emocional de la tribu. Hemos estado relegadas en una sociedad patriarcal, pero tenemos en el ADN esa capacidad organizativa. Y para negociar hace falta un talante que no es el de guerrear. Negociar, organizar, repartir... Eso es la producción.
–Las leyes y cuotas han dado sus frutos: hay muchas directoras y jefas de equipo.
–Sin duda. Estoy completamente a favor de las medidas de discriminación positiva. Espero que se acaben pronto porque estemos todas ocupando el lugar que nos corresponda y seamos el 50% de esta profesión.
–¿El cine sigue siendo su vida?
– Es mi vida y mi pasión. Me gusta estar en el despacho, pero sobre todo crear un ambiente en el set y sentir que estamos todos por la película. Pero ahora acabo exhausta en los rodajes.
Esther García fue la productora de una película fundamental en el cine español: 'Acción mutante', la ópera prima de Álex de la Iglesia. Corría el año 1992. «Rodamos también en Bilbao, en una fábrica alucinante... Tenía un presupuesto de 302 millones de pesetas, mucho para la época, poco para una película así. Nadie creía que se podía alcanzar un presupuesto semejante para una ópera prima y de ciencia-ficción. Cuando nuestro coproductor francés vio el resultado pensó que había costado 800 millones. No sabes lo que lloré de cansancio en aquella película... Cuando vimos la primera secuencia que rodamos, Álex y yo nos abrazamos llorando, no nos creíamos que lo habíamos conseguido. Desde entonces tengo una unión espiritual con él y con Jorge Guerricaechevarría para el resto de mi vida».
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