Brujería en el Guggenheim
El museo expone la videoinstalación 'Temblad, temblad', de la artista irlandesa Jesse Jones, sobre el poder chamánico de las mujeres y su represión patriarcal
Hasta 1821 estuvo castigada la brujería en Irlanda, o lo que las autoridades entendían como tal. Se suponía que las brujas, aquí sacrificadas por la Inquisición, tenían un extraordinario poder para hacer el mal. «Pura propaganda maléfica del poder patriarcal para oprimir a las mujeres. Un argumento para legitimar el genocidio femenino cuando las personas a las que se llamó brujas trataron de empoderarse en el ámbito doméstico y plantar cara a ese poder con su prácticas chamánicas», considera la artista irlandesa Jesse Jones.
Es una consideración que está en la base de su videoinstalación 'Temblad, temblad', título tomado de los eslóganes que las feministas italianas de los setenta gritaban en las manifestaciones para reclamar salarios por su trabajo en casa. La creadora presentó esta obra ayer en el Guggenheim, en la sala Film&Video, horas antes de la noche de Halloween y a dos del Día de los Difuntos, que se celebra mañana. Jones representó con esta pieza a su país en la Bienal de Venecia de 2017, en un momento en que se estaban produciendo tensos debates sobre el aborto en Irlanda, finalmente legalizado.
La artista ha realizado sus propias investigaciones sobre la brujería en el norte de España, desde que el comisario de la muestra, Manuel Cirauqui, le llevó a Zugarramurdi, en el norte de Navarra, hace dos años. A partir de ellas ha incluido en la instalación varias argizaiolas, tallas de madera con velas enrolladas que recuerdan a los difuntos, como las que se conservaron Amezketa, pequeño pueblo guipuzcoano situado a los pies de la sierra de Aralar. En una vitrina anterior a la sala de vídeo se muestran objetos chamánicos como el caparazón de un erizo y una pata de lechuza.
El núcleo de la obra consta de dos grandes pantallas sobre las que se proyectan las imágenes de una bruja que representa el poder femenino y el de las fuerzas sobrenaturales. Encarnado por la actriz irlandesa Olwen Fouéré, el personaje proclama un nuevo orden jurídico llamado 'In utera gigantae' (en los úteros de las gigantes), basado en el poder chamánico de la mujer y que invalida cualquier otra ley o gobierno.
La instalación incluye un elemento de performance, ya que cada cierto tiempo una oficiante envuelve con un cortina al público situado en el centro de la sala, en el que se exponen tres esculturas de evocación ritual. En palabras de Juan Ignacio Vidarte, las brujas delinearon una figura «disruptiva y feminista», problematizada como hereje y castigada en un siglo XVII marcado por la Contrarreforma, la exaltación emocional de los dogmas de la Iglesia católica. Las prácticas hechiceras de estas mujeres conectaban con el paganismo precristiano, anatema para los rígidos contrarreformistas.
Los ancestros y los muertos
La inspiración para esta obra le vino a Jones de la lectura de la obra de la filósofa feminista Silvia Federici, que en su vista a Bilborock en marzo dllenó el espacio y creó una cola que subía por toda la calle Hernani hasta llegar a San Francisco. «La conexiones que realiza en sus obras entre el género, la violencia y el capitalismo fueron para mí una revelación», explica la artista.
Las brujas conectan con los ancestros –con los muertos– y Jones quiere que esta videoinstalación sirva de puente intergeneracional entre la memoria de las mujeres, las de entonces y las de ahora, y para fomentar la solidaridad femenina. «El papel de obra de arte también consiste en devolver esa memoria al imaginario colectivo y político. Cuando empecé esta instalación parecía impensable que el aborto se legalizase en Irlanda. Ahora se ha legalizado y la opinión pública lo ha aceptado plenamente. El arte no soluciona los problemas pero sí activa la imaginación para hacerse las preguntas a partir de las cuales se pueden buscar soluciones», sostiene.