«El racismo está en el ADN de la democracia estadounidense»

Los padres fundadores de la primera democracia moderna del mundo eran propietarios de esclavos. «El país se construyó sobre la explotación de esa mano de obra, germen de una minoría oprimida que sigue sufriendo las consecuencias. El racismo se encuentra en el ADN de la democracia estadounidense», afirma Mikel Reparaz. En aquella estructura anidó lo que denomina el Gran Arácnido, la supremacía blanca, que aún controla el poder. «Es algo que se ha combatido constantemente con conquistas y retrocesos, con leyes abolicionistas y otras segregacionistas, con el nombramiento de Donald Trump tras la victoria de Barack Obama, el primer presidente afroamericano», enumera.

El periodista y excorresponsal de EITB en Nueva York hablará hoy de las profundas divisiones sociales y políticas que soporta el país en un nuevo encuentro de El Aula de EL CORREO que tendrá lugar a las 19.00 horas en la Biblioteca de Bidebarrieta, que participa en la organización del evento junto a la Editorial Península. Además, el acto cuenta con el apoyo de la Obra Social 'la Caixa'.

Sus viajes a través de Estados Unidos han dado lugar a 'Las grietas de América', ensayo que aborda esa lacra social. «Es un lugar en el que cabe encontrar lo mejor y lo peor. Junto a los grandes avances sociales, tecnológicos y económicos, la discriminación tiene color y la lucha contra esa realidad nunca llega a buen puerto», asegura. «Se trata de una revolución inconclusa».

El racismo no es legal, pero mantiene su inercia. El resultado es un Estado profundamente dividido por criterios ideológicos. «Biden ganó, pero Trump también cosechó apoyos abrumadores», recuerda Reparaz, y habla de una mayoría blanca y conservadora que vive de espaldas a las minorías, sin comunicación ni empatía. El presidente republicano ha ampliado la base de su partido con su proyecto ultranacionalista.

La impunidad de los cuerpos de seguridad, favorecida por un sistema de justicia que los protege, ha quedado de manifiesto en las últimas muertes de jóvenes negros a manos de uniformados. «El fenómeno ha quedado en evidencia a través de las cámaras de los teléfonos móviles», pero este tipo de agresiones racistas no son castigadas. «Es prácticamente imposible que un policía sea juzgado».

La violencia se ha incrementado durante el mandato de Trump. Los grupos blancos supremacistas surgidos durante el periodo de Obama han conseguido mayor presencia en la calle durante estos últimos cuatro años. La población blanca supone más del 70% del total, pero las tendencias demográficas apuntan a una diversidad que tendrá consecuencias políticas. «Los jóvenes progresistas, los seguidores del Black Lives Matter y el movimiento feminista están consiguiendo más poder, e impregnan el programa del Partido Demócrata», arguye Reparaz. «Hablamos de un país construido por emigrantes, salvo los afroamericanos, que llegaron forzados. Siempre ha habido conflictos y ahora están los centroamericanos en el disparadero. Ahora bien, nunca como ahora el Congreso fue tan diverso y creo que, a largo plazo, la política tendrá que cambiar».