«La libertad es algo más noble que la facultad para salir de copas»

El progreso ético ha sido un proceso irreversible, pero no existen certezas absolutas, a su juicio, ya que la pobreza extrema, el fanatismo, la ignorancia y el odio al vecino son vectores capaces de conducirnos, de nuevo, al terror, la matanza y el genocidio. A ese respecto, la deshumanización del otro es la clave para intentar destruirlo. «Hay mecanismos psicológicos proclives que permanecen latentes y que procuramos ocultar pero que en determinadas circunstancias aparecen. Siempre que tratamos a alguien como enemigo le quitamos parte de su condición de persona, como cuando un etarra dijo que no mataba a un individuo, sino a un empresario».

'Biografía de la inhumanidad', su última obra publicada, analiza las mayores atrocidades y los factores que condujeron a aceptarlas como fenómenos inevitables. La pérdida de la inteligencia compasiva es, a juicio del ensayista, uno de los peligros que pueden explicar la maldad colectiva. «Se ha desvirtuado el término, se ha confundido con limosna cuando significa no ser insensible al dolor ajeno y el sistema de justicia está relacionado como un mecanismo reparador», alega, y menciona el caso del trato a los animales. «Mientras no hubo compasión, no se introdujeron medidas para su protección».

El desinterés generado por la avalancha de información también puede acentuar la degradación. «A Stalin se le atribuye la frase de que la muerte de una persona constituye una tragedia mientras que la de 100.000 es sólo una estadística. Algo similar ocurre con el covid 19. Todos los días fallecen decenas por su causa en nuestro país, algo así como el balance de un accidente aéreo, que nos impactaría por ser un hecho concreto. Nos importa el avión, pero no la pandemia. Necesitamos dar el sentido individual al suceso porque, de otra manera, perdemos la sensibilidad emocional».

La aparición de la agricultura y la lucha por el control de los excedentes productivos, y la religión, son dos agentes esenciales de la violencia colectiva. «La influencia de la fe fue trascendental en la humanización de la especie, pero, cuando se asocia con el poder político, se cierra sobre sí misma y queda blindada ante la crítica», explica. Entonces, se persigue al enemigo. «Ese mecanismo de agresión, que también se da en colectivos económicos y nacionalistas, y fomenta la pertenencia al grupo».