«Cocinar en casa es fundamental para poseer un paladar bien formado»

Ella es una voz disidente en un tiempo en el que la gastronomía ha adquirido categoría de materia de lujo. «En los últimos veinticinco años se ha llegado a una saturación total de programas de cocina, blogs, instagrams y magazines, pero lo cierto es que nunca se ha cocinado menos en la historia de la Humanidad», lamenta. A su juicio, mientras se potencia lo accesorio, «desaparece el saber acumulado que han gestionado las madres».

Desmontar los clichés es el objetivo de Nicolau, que regenta el restaurante Ferrer de Tall en la localidad barcelonesa de Vilanova de Sau. «No es verdad que no tengamos tiempo para dedicárselo», sostiene. «¿Cuántas temporadas de 'Juego de tronos' hemos visto?». Hay razones sentimentales para vencer el rechazo. «No deberíamos ser analfabetos en una acción diaria», advierte. «No cocinar es pasar la vida sin gozar de experiencias como remover en una olla y generar olores y sabores únicos». También implica consecuencias económicas. «Nos ponemos a merced de macrocorporaciones, mientras que cocinar supone una postura activa, apostar por un modelo económico y promover la creación de puestos de trabajo».

Surtirnos de materias primas constituye el punto de partida. «Vivir sin despensa, sabiendo que tenemos que comer diariamente, es como vivir sin calcetines en el cajón», señala y aboga por proveernos de ajos, cebollas, patatas, arroz, judías y legumbres. «No podemos partir de las recetas, sino de ver lo que tenemos almacenado y escoger aquello que se estropea antes», aconseja. «La pregunta que tenemos que hacernos es qué hago con lo que tengo en el tiempo disponible y no seguir instrucciones de otros que no están en tu piel. Olvidamos que preparar unas lentejas no lleva más de cinco minutos en preparar los ingredientes y meterlos en la olla».

La fascinación por la cocina extranjera también esconde cierto esnobismo. «La gente dice que no se hace un cocido o una escudella porque son algo pobre y viejuno, pero se van a comer ramen, un caldo tradicional», lamenta. «Imagino que en Manhattan habrá bares que sirven olla podrida. Ahora todo es 'superfashion' y parece que nos avergonzamos de nosotros mismos, actuamos como en 'Bienvenido Mr. Marshall'. Dejar de cocinar por dejadez y desidia también es renunciar a parte de nuestra identidad».